En
1973 se creó la primera Secretaría de Ambiente del país, un paso
importante, que ponía a la Argentina a la vanguardia del tema ambiental
en América latina. Este organismo fue disuelto por el gobierno militar,
en 1976.
Desde entonces, en sucesivos gobiernos, la mencionada secretaría ha circulado por diferentes ministerios, según oscuros criterios de los presidentes de turno: Ministerio de Desarrollo Social, de Salud y, actualmente, la Jefatura de Gabinete. Si hubiera reuniones de gabinete en la Argentina, que no las hay, el secretario de Ambiente ya no se sentaría a la mesa junto con los otros ministros.
Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay, Venezuela y, virtualmente, todos los países de la región de América latina y el Caribe tienen ministerios de Ambiente o instituciones ambientales de nivel ministerial. Sólo Paraguay cuenta con una Secretaría, cuya máxima autoridad, sin embargo, es denominada ministra.
La Argentina no sólo no logra categorizar institucionalmente su área ambiental, sino que ésta ha ido perdiendo gradualmente el alto nivel de idoneidad y profesionalismo de sus inicios. Los funcionarios de reconocida trayectoria son dejados de lado por el avance de jóvenes con conocimientos y experiencia débil o simplemente nula, y sus autoridades, los secretarios de Ambiente que se suceden en el cargo, son figuras cada vez más desdibujadas.
Es necesario provocar un cambio radical si el país quiere estar a la altura del mundo en el que vivimos, en el que el tema de la importancia y jerarquía ambiental ni siquiera es ya objeto de discusión y polémica. La Argentina merece y necesita un área ambiental jerarquizada, un Ministerio del Ambiente, como los que existen en el resto de los países de la región, para así retomar el rumbo de aquella Argentina visionaria, además de recuperar el criterio de idoneidad en la elección de los funcionarios de un área que requiere de conocimientos técnicos profundos para la interpretación de una temática compleja, que asistan a los foros internacionales a defender nuestras posiciones y a representarnos con la dignidad y el reconocimiento internacional que nos caracterizaba.
Si analizamos la historia, es fácil percibir cuál es la ideología de aquellos que se oponen a la existencia de un área ambiental jerarquizada. Son los que, escudándose en supuestos obstáculos al progreso, no son capaces de lograr la visión de un desarrollo sostenible que acompañe el avance económico con los recaudos de preservación del ambiente y, en definitiva, el cuidado de la base natural de nuestro país y del futuro de nuestros hijos.
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