viernes, 28 de marzo de 2014

Una mejor gestión del agua significa un ambiente más saludable

(OMS/Modificado por Desarrollo y Defensa) - La agricultura puede tener un impacto considerable en el medio ambiente y en la salud de la población. La gestión inadecuada de la tierra y del agua puede agotar los recursos hídricos, contaminar los sistemas de agua, ser causa de la esterilidad del suelo y de la erosión, además de destruir los ecosistemas naturales.

En muchas regiones, las aguas de riego se extraen más rápidamente de lo que se reponen. En el estado de Tamil Nadu, en la India, el bombeo excesivo en algunas zonas ha reducido el nivel del agua de los pozos entre 25 y 30 metros en un decenio. En el norte de China, grandes extensiones de tierra agrícola están amenazadas por el descenso del nivel del agua, debido a la utilización excesiva del agua subterránea.

Además, gran parte del agua extraída se desaprovecha: se pierde como consecuencia de las filtraciones de los canales, derrames, infiltración y evaporación. Aunque parte de esta agua llega de nuevo a los ríos o a los acuíferos subterráneos, las pérdidas excesivas en los sistemas de riego afectan su rendimiento, contribuyen a la extracción excesiva de agua y suelen intensificar las repercusiones ambientales negativas que tiene el regadío. 
 
La irrigación debe gestionarse con atención para evitar daños ambientales, sobre todo en las regiones áridas. Si el drenaje de las tierras de regadío no es el adecuado, la sal se acumula en el suelo a medida que se evapora el agua, lo que reduce la productividad de la tierra y puede volverla estéril.

La FAO estima que las prácticas de drenaje e irrigación deficientes han conducido al anegamiento y salinización de un 10 por ciento de las tierras irrigadas del planeta. Estas prácticas contribuyen asimismo a la propagación de enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea, el cólera, la fiebre tifoidea y el paludismo. 
 
La extracción de agua de los ríos y los lagos y la construcción de infraestructuras de riego a lo largo de las riberas afecta a los ecosistemas frágiles. La excesiva aplicación de plaguicidas y fertilizantes repercute directamente en la calidad del agua y afecta a la salud de la población.
Es decisivo encontrar formas de mitigar estos efectos ambientales negativos para proteger los ecosistemas de los cuales depende la agricultura.

Soluciones limpias

Hay distintas técnicas sencillas y asequibles que pueden aumentar la producción de alimentos de los pequeños campesinos, sin una excesiva extracción de agua ni daños para el suelo.
 
El acopio del agua y el riego de cultivos con escurrimiento de aguas en las fincas mejora considerablemente tanto los rendimientos como la continuidad de la producción agrícola.
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Y el riego por goteo, que dirige el agua sólo al lugar donde hace falta y en el momento en que se necesita, es más eficaz que anegar las tierras o regar con aspersores. Los resultados obtenidos en muchos países demuestran que los agricultores que pasaron del riego por aspersión a sistemas de goteo han reducido su consumo de agua del 30 por ciento al 60 por ciento. Dosificar con eficacia la cantidad óptima de agua -y en ocasiones también la de fertilizante- que se suministra a los cultivos, en el lugar donde se necesita y en el momento necesario, suele incrementar también el rendimiento de los cultivos.
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En muchos países de Asia y África se ha logrado aumentar la productividad de los agricultores pobres utilizando bombas de pedales, sencillas y económicas, que extraen agua para riego de acuíferos poco profundos. El campesino tiene el dominio total de los momentos en que se debe regar y de la cantidad de agua que se bombea, que se utiliza con moderación dado el esfuerzo que cuesta extraerla. Las pequeñas bombas de motor también han revolucionado la horticultura en pequeña escala en torno a las ciudades.
 
El reciclado de aguas residuales tratadas para destinarlas a la irrigación es otra opción que reporta enormes beneficios potenciales. Una ciudad con una población de 500 000 personas y un consumo de agua de 120 litros diarios por persona, produce unos 48 000 metros cúbicos diarios de aguas residuales. Si se tratan, estas aguas residuales podrían utilizarse para irrigar unas 500 hectáreas. Los nutrientes que contienen las aguas de descarga son casi tan importantes como el agua misma. Las concentraciones que suelen presentar las aguas residuales tratadas podrían suministrar todo el nitrógeno y gran parte del fósforo y el potasio que se necesita para la producción agrícola.

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