Por Pablo Novillo - diario Clarín
Todas tienen más de 20 pisos, y modifican definitivamente el perfil de la zona costera. Por un lado se desarrolló un nuevo barrio, pero también se generó una suerte de barrera entre la Ciudad y el río.
Muralla. La vista de Puerto Madero desde la zona de la Casa de Gobierno, ayer. /GERMAN GARCIA ADRASTI
No sólo es el barrio más nuevo, también el más caro y el más alto. Con la construcción de dos torres en marcha, Puerto Madero tendrá 26 edificios de más de 20 pisos. Así, el perfil urbano de la Ciudad en su zona costera terminará de afianzar un “murallón” que la separa del río, pero que salta hacia el aire con edificios ultramodernos, incluido el que será el rascacielos más alto de Sudamérica.
Esa la Alvear Luxury Tower, que con sus 56 pisos en 325 metros se convertirá en el edificio récord, con unidades de hasta 500 metros cuadrados y todos los servicios. Estará terminada en dos años y hará juego con el hotel Alvear Puerto Madero, que tendrá 32 pisos.
Estas dos moles se sumarán a las 24 torres que ya existen en el barrio. Hay de todo: desde la elogiada torre YPF, diseñada por el célebre arquitecto César Pelli y que incluye un jardín de invierno, hasta la torre Chateau, cuyo diseño despertó críticas de especialistas, pasando por las vanguardistas torres Mulieris o el Madero Office, sede del banco ICBC y uno de los primeros edificios verdes porteños.
Aunque originalmente en Puerto Madero no iba a haber torres. El master plan presentado en 1992 impulsaba la recuperación de los viejos docks del puerto para convertirlos en los actuales edificios de restoranes y oficinas, entre otros usos. Pero en 1996 la Legislatura porteña modificó el Código de Planeamiento Urbano y permitió la construcción de edificios en altura en la zona este del barrio. Así, Puerto Madero está hoy dividido en sectores claramente diferenciados: los docks, el espejo de agua de los canales, una línea de edificios de no más de siete pisos, el bulevar Juana Manso y la zona de las torres, que a su vez están concentradas en los diques 2 y 3.
Salvo cuando la economía más apretó, la venta anticipada de los departamentos en las torres siempre funcionó bastante bien, incluso pese a los precios: hoy el metro cuadrado en estos edificios premium ronda los US$ 7.000. Se explica sólo por la especulación inmobiliaria, porque Puerto Madero está casi vacío: el Censo de Población de 2010 detectó 4.720 habitantes, y aunque desde ese año seguramente más gente se mudó, parece difícil que se haya alcanzado la proyección de 16.800 habitantes que manejaba la Corporación Puerto Madero para la actualidad.
¿Era necesario permitir el avance de las torres –un símbolo histórico de poder y riqueza–?, ¿Convenía incentivar la construcción en altura y armar un muro visual entre la Ciudad y el río? Los especialistas están divididos. Luis Bruno, decano electo de la Facultad de Arquitectura de la UBA publicó en el suplemento de Arquitectura de Clarín su opinión y se propuso “llamar la atención sobre el enorme daño ambiental, social y urbano que viene produciendo la proliferación de torres de perímetro libre en Buenos Aires. Como se viene aplicando, este formato preferido por los desarrolladores para atraer al segmento socioeconómico más alto, no hace más que depredar el tejido urbano y la calidad de vida en la Ciudad.
No es cierto que las torres responden a la necesidad de densificar. Vive dos y tres veces más gente en una manzana de Barrio Norte, con los edificios de altura homogénea apareados uno al lado del otro, que en una de esas manzanas ocupadas por grandes torres. Y las calles son más amigables y seguras cuando se suceden puertas de acceso y comercios, que las que rodean a estas fortalezas generalmente amuralladas”.
Carlos Lebrero, director de la maestría de Gestión Ambiental Metropolitana (UBA), lo ve distinto: “Las torres serán problemáticas en Palermo Viejo u otros barrios, pero en Puerto Madero no generan una distorsión. La Ciudad necesita la mayor cantidad de formas para sus distintas funciones, y los edificios en altura permiten mejor manejo de energía y crecimiento”.
Enrique García Espil, autor de uno de los proyectos que terminó formando parte del master plan de Puerto Madero y ex presidente de la Sociedad Central de Arquitectos, explicó que “las torres son un tipo de edificios, hay mejores y peores. Lo que funciona mal es mezclar torres con casas o edificios bajos. Sí coincido en que lo que no funciona bien es que la torre esté detrás de una reja y un espacio vacío”.
Es que en Puerto Madero las torres no están a la altura de la línea municipal de la vereda, sino retiradas al interior de la manzana. Así, se rompe la continuidad de la vereda. Distinto es el caso de otras ciudades. El Empire State de Nueva York, uno de los rascacielos más emblemáticos del mundo, tiene en su base locales a la calle como cualquier otro edificio. Y el Burj Khalifa de Dubai, que con 828 metros es el edificios más alto del planeta, está dentro de un complejo de acceso libre que incluye un shopping, restoranes y hasta piscinas de aguas danzantes.
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