lunes, 5 de agosto de 2013

Un modelo que agobia: el mal momento de las economías regionales

Por Carlos Manzoni  | LA NACION
La suba de los costos internos empujados por la inflación, el atraso cambiario y la creciente presión fiscal complican la actividad de sectores que hasta hace poco tiempo eran grandes exportadores.

Agobiada bajo un peso que ya no puede soportar, la hormiga dobla sus patas y se resigna a la idea de que esta vez su aporte de alimento a la comunidad será menor que el de otros tiempos. Así están en la Argentina actual las economías regionales, que un día fueron baluarte de la bonanza productiva y exportadora del país, pero que ahora se asfixian bajo una inflación galopante, un tipo de cambio atrasado, una presión impositiva creciente y regulaciones al comercio que entorpecen su actividad.

Verónica Sosa, especialista en economías regionales en la consultora Economía y Regiones, dice que luego de la salida de la convertibilidad estos sectores tuvieron una época dorada, pero en los últimos cinco años comenzó a complicarse su situación y se produjo un debilitamiento en líneas generales. "Cayeron todas las exportaciones regionales, debido a una menor producción por suba de costos, alta presión impositiva, tipo de cambio desfavorable e incertidumbre sobre la rentabilidad", explica Sosa.

Algunas cifras reflejan esta realidad. Según datos de la Copal (cámara que agrupa a la industria alimenticia), las exportaciones de alimentos y bebidas cayeron en 2012 un 3,9% en valor, respecto de 2011, mientras que la producción cayó 10 por ciento. Esa tendencia se mantuvo este año: de enero a mayo, las ventas externas cayeron 2,11% en valor, frente a igual período de 2012, mientras que la producción se redujo 4,6 por ciento.

En contra de lo que pregona el Gobierno, el mal momento de las economías regionales ha dado paso a una concentración de las ventas externas locales. Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI, destaca que las exportaciones argentinas consolidan una dependencia de sectores en manos de grandes empresas y dejan a los sectores con mayoría de pymes, como los propios de economías regionales, en lugares de menos preponderancia y con menor incidencia que en 2005.

Así, mientras que en 2005 el país exhibía una menor concentración de sus exportaciones y los primeros cinco rubros exportables (residuos de la industria alimenticia, cereales, material de transporte, grasas y aceites, químicos) no llegaban a representar 40% del total, en 2010 ya mostraba una dependencia mayor de esos rubros (47% del total), algo que se mantiene hasta hoy.

Antonio Solimeno afirma que está en el peor de los mundos. Es empresario pesquero en Mar del Plata y jura que las cuentas no le cierran. "En estas condiciones, la rentabilidad no existe", se queja. Según recuerda Oscar Fortunato, presidente del Consejo de Empresas Pesqueras Argentinas, este quebranto se profundizó a partir de 2008, cuando el aumento de los costos internos empezó a ser mayor que la paridad cambiaria.

Fortunato señala que hay insumos que aumentaron hasta 300%, como el gasoil, el polietileno, las reparaciones navales y los servicios de puertos. "Esto nos pone en la peor situación; aunque trabajemos bien, perdemos", subraya. Las cifras del Servicio Nacional de Sanidad Animal (Senasa) ratifican sus dichos: en el primer semestre de 2013 la industria pesquera exportó 186.000 toneladas, casi un 8% más que en igual período de 2012; pero aun así recaudó 3,3% menos.

En Puerto Madryn, donde la pesca representa 30% de la actividad económica, hay empresas quebradas, como Harengus; otras que están en proceso de convocatoria de acreedores, como Conarpesa, y otras que atraviesan conflictos con sus empleados, como Alpesca y Pescargen.
 
 
Números que no cierran

En tiempos de un muy buen precio internacional, a la lechería argentina no le dan los números. ¿Por qué? "Las distorsiones de la economía en términos de precios relativos, inflación y atraso cambiario, sofocan al sector", responde Juan Linari, asesor en temas lecheros de Carbap. Si eso no cambia, opina, no habrá un horizonte de crecimiento a largo plazo, con inversiones en infraestructura.

Hay cifras que hablan por sí solas: en 2000 el país produjo 10.100 millones de litros de leche, mientras que en 2011 llegó a los 11.200. Es decir que en 10 años solo creció 11%, mientras que en igual período Brasil aumentó su producción 62,2%; Uruguay, 60; Chile, 30, y Nueva Zelanda, 42. Pero hay algo más. Hoy quedan 11.000 tambos de los 16.000 que había en 2002, ubicados en la cuenca central de Santa Fe-Córdoba y las zonas productivas de Buenos Aires (60% de ellos en el Oeste). Para peor, mientras que otros países lecheros promocionan sus exportaciones y negocian acuerdos comerciales con sus compradores, la Argentina entorpece las ventas con los permisos de exportación (ROE).

La producción de peras y manzanas del Alto Valle de Río Negro es otra muestra de cómo se va camino a hipotecar el futuro de muchas economías regionales: allí se ve una menor inversión en nuevas plantaciones, algo clave para obtener eficiencia productiva y estar a la altura de las exigencias de la demanda mundial. Marcelo Loyarte, director ejecutivo de la Cámara Argentina de Fruticultores (CAFI), dice que el deterioro gradual de la competitividad desaceleró ese proceso. El resultado es elocuente: mientras que en 2003 había 2 millones de plantas de pera y manzana, en 2011 sólo hubo 600.000, según la CAFI. En tanto, según la Copal, la exportación de manzanas cayó en 2012 un 35,3% y la de peras, 11,2%, respecto de 2011.

Entre otras de las causas que golpean a estas economías, Daniel Funes de Rioja, presidente de la Copal, menciona a la gran presión fiscal. Un informe de Economía y Regiones sobre la recaudación impositiva de 17 provincias destaca que ésta creció 46% en el primer semestre del año. "Eso se debe en gran parte a que las modificaciones aplicadas sobre los sistemas tributarios dieron lugar a una nueva suba de la presión impositiva subnacional", explica el documento.

Sosa, de Economía y Regiones, acota que el costo del transporte también incide. Según precisa, en enero y febrero de este año tuvo una suba de 35%, respecto de igual bimestre de 2012. "Influye mucho a la hora de sacar el producto hasta los puertos", señala la economista.

Hace varios años que el vino dejó de vivir su boom en el país, para pasar a sufrir una ecuación que vuelve a la actividad cada vez menos rentable. Según la consultora especializada Caucasia Wine Thinking, las exportaciones vitivinícolas cayeron 13% entre enero y junio de 2013, respecto de igual período de 2012 (se pasó de 37,4 millones de litros a 32,5 millones).

Además, mientras que la inflación es de 25% anual, según consultoras privadas, el precio por litro sólo subió 9% en promedio. Pero hay que diferenciar entre categorías, porque mientras las de alta gama aún pueden subsistir, los de baja y media están en extinción. El tetrabrick cayó 30% en volumen, 3% en precio y 27% en facturación. "Hay negocios en los que se perdió mucho terreno, como en el de la caja de US$ 24 y en el del vino a granel", dice Rafael Squassini, director comercial de la bodega Dante Robino.

Esta situación conduce a una concentración, donde los pequeños y medianos, asfixiados por altos costos y baja rentabilidad, venden sus bodegas a grandes grupos, que cuentan con mayor espalda para aguantar hasta que las actuales condiciones cedan paso a otras mejores.

Los productores de uva, de cuya cosecha se destina un 97% para la industria vitivinícola, también son afectados, porque se les recorta el precio. El Observatorio Vitivinícola Argentino estima que el precio pagado al productor de uva malbec este año sufrió una baja de 12% sólo en valor nominal: el quintal de malbec este año se pagó $ 373,4, mientras que en 2012 se pagó $ 423,87 y en 2011, 422 pesos.

Los productores de ajo del Valle de Uco también ponen el grito en el cielo. Mario Leiva es uno de ellos, aunque dice que ya pronto dejará de serlo, porque le resulta antieconómico. Habrá que sumar entonces sus cinco hectáreas a los miles que se dejan de cultivar cada año: el promedio histórico de área sembrada con ajo en Mendoza es de 11.000 hectáreas, pero en 2012 se redujo a 9000 y, según Leiva, este año serán 7000.
Leiva pone un ejemplo para ilustrar cuál es el mal de su actividad: lograr una hectárea de 100.000 kilos de ajo morado en diciembre de 2012 costaba $ 52.000; mientras que un mes más tarde se necesitaban $ 72.000 para tener el mismo resultado (70% de esa suma va a salarios, un dato no menor si se toma en cuenta que se trata de una actividad de mano de obra intensiva, como la mayoría de las economías regionales).

La producción mendocina de ajos, que se vende casi en su totalidad (98%) a Brasil, fue en 2012 de 14 millones de kilos, pero este año serán un 20% menos. Ocurre que ante un aumento de insumos de 45% y un precio del kilo estancado en $ 1,80, por debajo del precio histórico de US$ 0,30 ($ 2,55, a la cotización paralela), la rentabilidad se esfuma. "Nos fundimos todos. El negocio se viene a pique", se lamenta Leiva.

Crisis general

Jorge Day, economista del Ieral, filial Mendoza, comenta que también se encuentra en crisis la olivicultura en el país, puesto que luego de un período de buenos precios para el aceite de oliva, que alentó a muchos a emprender esta actividad, su cotización se desplomó. "También el sector de hortalizas está muy comprometido", agrega el especialista.

Centrada en Chaco, con algunas zonas de Santa Fe y Santiago del Estero, la campaña algodonera terminó con altibajos debido a condiciones climáticas adversas, suba de costos y valores magros, que no conformaron a los productores. Esto pone en duda la superficie de la próxima campaña, ya que se trata de un cultivo caro de implantar. En la última campaña se sembraron 440.000 hectáreas, pero por las pérdidas quedaron sólo 323.000. Ambas cifras están lejos de los 1.100.000 hectáreas que se cultivaron en el récord de 1972/73.

Desde Corrientes, Martín Rapetti canta su pena. Este productor arrocero, que trabaja 350 hectáreas en Curuzú Cuatiá, cuenta que hace diez años había 300 productores en su provincia, la mayor productora de arroz del país, mientras que hoy quedan menos de 90. "Muchos abandonaron el arroz y se dedicaron a la soja y el maíz, donde tienen menor inversión y mayor retorno", explica.
La caída de competitividad por suba de costos internos y tipo de cambio atrasado atraviesa el país de punta a punta (ver infografía), como una plaga. Desde los tabacaleros del Noroeste hasta los fruticultores del Alto Valle de Río Negro, pasando por los azucareros tucumanos y los citricultores del Nordeste, llega el mismo lamento.

Informes de: José Derewicki, Darío Palavecino, Carlos Pastrana y Ana Tronfi.

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