lunes, 17 de junio de 2013

Brasil usa aviones no tripulados que pueden atacar sin orden de Dilma

Por Eleonora Gosman - Diario Clarín Podrán derribar aeronaves sospechosas Sin permiso presidencial. Pero temen que los usen para controlar manifestaciones. Son drones que ya vigilan la Copa Confederaciones. Y los utilizarán en la visita del Papa y en el Mundial.
 
Accesos. Cientos de aficionados llegan ayer al Maracaná, en Río de Janeiro, para un partido de la Copa de Confederaciones, ante la vigilancia policial. /EFE

El juego inaugural de la Copa de Confederaciones en Brasilia, el sábado último, disparó un gigantesco plan de seguridad, cuyo corazón y pulso son las fuerzas armadas brasileñas. Mientras algunos cientos de manifestantes eran reprimidos en el entorno del estadio Mané Garrincha, poco antes del partido Brasil-Japón, drones israelíes y helicópteros filmaban cielo y tierra, en tiempo real.

Desde un Centro Antiterrorista seguían la secuencia. Ese día entró a regir una polémica medida: la exclusión temporal del espacio aéreo, en que la Aeronáutica brasileña tiene la prerrogativa de derribar aeronaves sospechosas sin el prerrequisito del permiso presidencial.

Para tiempos de paz, la ley prohíbe en forma taxativa abatir objetivos considerados “enemigos” sin contar previamente con el aval del jefe de Estado. Esa “licencia” dada a la FAB, que le otorga autonomía desde una hora antes y hasta dos horas después de los juegos, hace pensar entonces que el diagrama de seguridad fue elaborado en base a considerar esta copa de la Fifa, el Mundial del 2014, la visita del papa Francisco y los Juegos Olímpicos de 2016, como escenarios de guerra.

El equipamiento adquirido resultó consistente con ese esquema: los drones fueron comprados a Israel; las tanquetas blindadas se adquirieron en Alemania y ya se acordó con Rusia la provisión del sistema de defensa antiaéreo. Parte de todas esa parafernalia, que incluye helicópteros con cámaras, se usó el sábado en Brasilia y ayer en Río de Janeiro, para filmar a los cientos de “revoltosos” brasileños que se acercaron a los estadios para protestar contra los gastos del gobierno federal en las competencias internacionales. Con esas imágenes recogidas por los centros de coordinación de seguridad, que vigilan cada una de las seis sedes de esta Copa, las tropas policiales pudieron reprimir con balas de goma y gases lacrimógenos allí donde se formaban grupos de eventuales “sospechosos”.

El 29 de mayo último, cuando la Fuerza Aérea anunció su autonomía de acción para bajar objetivos “hostiles”, enseguida se aclaró que “esto no implicará riesgos para el público. Además, no siempre vamos a estar por encima de la multitud; nos vamos a posiciones en regiones próximas que nos permitan visualizar los alrededores y buscar imágenes que interesan al centro de comando del área.

Por ejemplo, los movimientos de públicos específicos”. Además de cámaras, estos aviones no tripulados llevaban radares y sensores que les permitía “radiografiar” el área de vigilancia y seguir, inclusive, “el movimiento de personas determinadas y de vehículos sospechosos”, como había anticipado el coronel Donald Gramkow comandante del sector que opera los drones.

El esquema de seguridad que se ha diseñado para estos grandes eventos incluyó la creación de un nuevo organismo: el Centro de Prevención y Combate al Terrorismo, que opera bajo la responsabilidad del Ejército. Allí definen las tropas que deben operar en los distintos estadios, según el desarrollo de los partidos. Son las que entraron en acción el sábado en Brasilia y las que ayer actuaron en la capital carioca.

La presidenta Dilma Rousseff, que el sábado debió soportar junto al titular de la FIFA Joseph Blatter una intensa silbatina, había justificado recientemente la concentración del poder represivo en manos de los militares, durante los grandes acontecimiento deportivos o religiosos.

“El gobierno federal tiene la obligación de actuar en los asuntos que están bajo su responsabilidad”, sostuvo. Ese criterio quedó consagrado a través de un acuerdo oficial entre los ministerios de Defensa y de Justicia, que otorgó al Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, la responsabilidad por las actividades contra el terrorismo. Al Ejército le deparó la tarea de reprimir eventuales ataques. Y a la policía federal, la inteligencia.

Para el control de los mortales comunes, que solo quieren disfrutar de los partidos, están las policías provinciales. No se sabe, sin embargo, donde estará la divisoria entre manifestaciones ciudadanas, como las de ayer en los alrededores del Maracaná, y las potencialmente terroristas. Todo sugiere que el gobierno de Dilma no imaginó que habría protestas populares durante la Copa.

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