miércoles, 27 de marzo de 2013

La guerrilla, ¿partera de la democracia?

Por Marcelo A. Moreno - Diario Clarín

La reescritura del pasado para obtener una historia oficial continúa, incesante, tan machacona como “el relato”.

Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, irritada ante una pregunta del periodista Ernesto Tenembaum sobre la violencia guerrillera de los años 70, le respondió hace unos días: “Nosotros  reivindicamos el valor de una lucha, que sí la hubo armada. Aunque no estamos con la violencia, esa violencia es la que tuvo San Martín y los héroes cuando tuvieron que defender la Patria.” Y remató: “Lo bueno es que hubo una juventud que dejó la vida y nos posibilitó la democracia.”

Claudia Rucci en una carta abierta a Carlotto la anoticia de que entre marzo de 1973 y marzo de 1976 “vivíamos en democracia, con numerosos conflictos, es cierto, pero en un país gobernado por un gobierno elegido por el pueblo. Como ahora.” Sin embargo, la “lucha armada” no cesó por ello sino que se redobló, cometiendo cientos de asesinatos -entre ellos, el de José Ignacio Rucci- en franca competencia, eso sí, con la violencia de la Triple A.

Y con fines más que destituyentes.
Cualquiera que tenga acceso a los documentos de ERP, Montoneros, FAR, FAP y otros grupos guerrilleros de entonces comprenderá sin demasiado esfuerzo que no combatían por una democracia como la lograda en la Argentina desde 1983.

Bregaban a sangre y fuego por instaurar una versión del comunismo que podía ser más o menos cercana al modelo soviético pero siempre vecina al totalitarismo cubano.

Comparar esa guerra de guerrillas, plagada de actos terroristas, con la Guerra de la Independencia, constituye un extravío de la razón, en el mejor de los casos. 

Pero pareciera que al Gobierno y amigos les es necesario fabular lo que sucedió como coartada para actuar con el autoritarismo y el desdén por los principios republicanos con que hoy se manejan. Si se reivindica -como lo hace la Presidenta- al dictador Juan Manuel de Rosas, hay piedra libre para cualquier cosa.

Carlotto no es más que una pieza de una operación tan ambiciosa como demencial.

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