viernes, 2 de diciembre de 2011

La "Argentina viceversa": todo lo que antes fue "bueno" ahora es "malo" y enemigo del modelo K

Por Fernando Gutierrez para iProfesional.com

Es costumbre que un Gobierno al asumir culpe al anterior por los desajustes. En el caso de Cristina la "herencia" es ella misma. En vez de recurrir a esa palabra optó por la expresión "sintonía fina". Uno a uno, cómo los pilares festejados en el "viejo modelo" son motivos de preocupación

Se discute si fueron los chinos o el filósofo griego Heráclito el autor de la frase: "Lo único permanente es el cambio". Pero esa máxima bien podría atribuirse, en los libros de historia del futuro, a Cristina Kirchner. Es que la Presidenta ha dado un "volantazo" tan fuerte en varios aspectos de sus políticas de gobierno que descifrar en qué consiste "el modelo K" se ha convertido en una tarea confusa y arriesgada.

Es una costumbre bien argentina que en los traspasos de mando quienes asumen se quejen de la "herencia recibida". Y es el argumento al que suelen apelar para dejar al descubierto los problemas irresueltos y así justificar la necesidad de tener que barajar y dar de nuevo. Pero, en el caso de Cristina, la herencia es ella misma.

De modo tal que ese concepto, necesariamente, ha tenido que ser reemplazado por otro más elegante: "sintonía fina". Marañas de subsidios, elevado gasto público, luz verde a gremios para que negocien subas salariales de hasta 35%, alta inflación, dólar barato frente al alza de precios. Todo esto fue bueno y funcional al "viejo" modelo K.

Ahora, sin herencia (pero con sintonía fina) no sólo pasó a ser malo sino que, además, es visto como una amenaza a los ojos del "nuevo" Gobierno. De haber sido un opositor quien hubiese ganado en las urnas, el "inventario de quejas" ya lo hubiese tenido armado. Pero, ganó Cristina. Y es porque la sociedad le reconoció una gran cantidad de políticas bien implementadas, el crecimiento de la economía con bajo desempleo y el disfrute que generó el boom de consumo.

Como también que el país no haya sentido en demasía el colapso que se diera con la crisis de Estados Unidos en 2009 ni el golpazo que viven hoy las naciones europeas. Pero, por encima de ello, el gran mérito de Cristina es haber ganado "la batalla cultural", discurso a discurso. Hasta los industriales -pese a haber tenido una acuciante suba de costos y a haber perdido competitividad a pasos agigantados- le han brindado una verdadera ovación, en el marco del último evento de la Unión Industrial Argentina.

Y hasta sorprende sobremanera que hayan festejado el simple hecho de que haya "mencionado la palabra inflación", más allá de que aún no se haya presentado un plan para resolver este tema. En estos tiempos, el pragmatismo es visto como un valor sumamente positivo.

Y la Presidenta ha convencido de que, sea cual fuere su "relato", tiene la flexibilidad como para cambiar sus políticas. Como apunta el politólogo Ignacio Fidanza, de la consultora Poliarquía, la propia Cristina se jactó de esa condición durante su última participación en la cumbre de mandatarios del G20, en la que también se "amigó" con Barack Obama. "Se definió como ‘una fanática de la realpolitik', que es una manera de traducirle a extranjeros la identidad profunda de cualquier peronista", relata Fidanza.

Un analista bien conocedor de la interna peronista, Jorge Giacobbe, califica así a la nueva etapa: "Cristina asumió que hay cosas que inevitablemente tiene que modificar. Ahora parece imbuida por la ética de la responsabilidad". "Para salvar la ropa ´del modelo´ (que no existe), se impone, en la práctica, cambiarlo. Corregirlo. Anularlo. Darle un poco de prolijidad al zafarrancho, para no destruirlo en su totalidad", señala de manera tajante el siempre mordaz Jorge Asís. Lo que era "bueno" ahora pasó a ser malo y amenazante

En concreto, los cambios del modelo reflejan cómo lo que sirvió en otros momentos para jactarse del crecimiento de la economía a tasas chinas hoy es visto como un cúmulo de distorsiones y "enemigos" en potencia del modelo.

Entre lo más importante se cuenta:

1. Del dólar barato al cepo cambiario.
• Antes: En la fase inicial del "modelo K", el orgullo oficial era hablar de un tipo de cambio alto, que permitía reindustrializar al país. Luego, la inflación lo fue "limando" y entonces comenzó a decirse que el dólar barato (o anclado) era funcional al boom de consumo.
• Ahora: ese mismo dólar barato se convirtió en un gran problema para el Gobierno. A punto tal que se vio obligado a trabar las compras para frenar la salida de dinero de los bancos. Hoy, el Ejecutivo se encuentra en un "brete": si lo deja planchado exacerba tal abaratamiento; si lo aumenta, teme que derive en una mayor inflación.

Dicho sea de paso, la suba de precios también es otra variable que ahora es vista como "mala" cuando antes formaba parte del "círculo virtuoso" para fogonear el consumo.

2. De subas salariales exacerbadas a la imperiosa moderación.
• Antes: con la consigna explícita de transformar a la demanda interna en el motor de la economía, el Gobierno ha defendido el efecto positivo de una suba salarial que corra "unos puntitos" por encima de la inflación. Así, en los últimos dos años los incrementos rondaron el 30%, contra un alza de precios del orden del 25% y un incremento del dólar de apenas un 10%.
• Ahora: este mecanismo ya no está bien visto por las consecuencias que trajo (pérdida de competitividad y abaratamiento del billete verde).

Frente a esta "auto herencia", el Ejecutivo apunta a la moderación en la puja de precios y sueldos. Así, se alineó con los empresarios y se opuso a los sindicatos en el último ajuste del salario mínimo. Y hasta vetó un acuerdo ya firmado que daba 35% de incremento a los trabajadores rurales.

3. De altos sueldos dolarizados a poner foco en la competitividad.
• Antes: Era común escuchar a los funcionarios repetir, como un orgullo nacional, que los argentinos pasaron a ganar en dólares los sueldos más altos de la región. Pero esto no fue gratis: los productos importados se han ido abaratando y ahora hay que hacer "malabares" para frenarlos en Aduana. En la otra vereda, se dificultó el colocar el "Made in Argentina" en el mundo por pérdida de competitividad.
• Ahora: la Presidenta estableció como uno de los objetivos primordiales, justamente, el de cuidar la competitividad.

Una consecuencia de los altos sueldos dolarizados es que el Gobierno haya recurrido al freno a los artículos importados, así como los controles a la compra de divisas. Ambas medidas apuntan a morigerar aquello que el "viejo modelo" posibilitó. Es decir, que los argentinos saquen provecho de su mayor poder adquisitivo comprando estos bienes o atesorando billetes verdes.

4. De la "herencia" de subsidios al fin de fiesta en las tarifas.
• Antes: Fue uno de los verdaderos pilares del "modelo". Durante ocho años, la postura oficial era que todos los argentinos, sin distinción de clase social, eran merecedores de que el Estado les pagase parte de la factura de electricidad, gas, agua y gastos en transporte público.
• Ahora: La carga heredada se hizo pesada. Y se convirtió en el paradigma de los cambios bruscos. Lo cierto es que el "agujero" de $70.000 millones anuales ya no es sostenible para una "caja" estatal que no tiene la misma capacidad recaudadora que antes, cuando el precio de la soja batía récords.

5. La CGT, de aliada incondicional, a convertirse en la "mala" de la película.
• Antes: Las huestes de Hugo Moyano eran vistas por el kirchnerismo no sólo como sostenedoras sino hasta casi como garantes de la gobernabilidad. Es que la elevada inflación les dio a los gremios un papel destacado en la "cartelera k". Y hasta resultaba funcional al modelo. "Al Gobierno le sirvió un Moyano fuerte negociando salarios", analiza Sergio Berensztein, de Poliarquía.
• Ahora: el distanciamiento mostrado por Cristina al líder cegetista ya es más que evidente. En el último evento de la UIA ni siquiera se dirigió a él por su nombre, como sí lo hizo con De Mendiguren. Luego, en otro evento, hizo referencia irónicamente a "todos los Hugos del país".

Esta "guerra fría" viene desde la muerte de Néstor Kirchner y se profundizó con el correr de los meses.
Pero no sólo eso. Tiempo atrás hubiese sido impensado que el Ejecutivo realizara una presentación para quitarle la personería jurídica a un gremio, tal como ocurrió en el caso Aerolíneas.

En un acto en esa compañía, las palabras "boicot", "sabotaje", "decepción" y "egoísmo" fueron parte del discurso de Cristina, visiblemente enojada con aquellos sindicatos que están incrementando los niveles de conflictividad en áreas sensibles para el Estado.

Interpretando la "sintonía fina"
Mientras trata de digerir este cúmulo de cambios repentinos, la opinión pública busca interpretar cómo será la nueva fase del "modelo K" que la Presidenta bautizó como de "sintonía fina". Las medidas más aplaudidas por los analistas, en el marco de este cambio de estrategia, son las del llamado a una moderación salarial y las señales en el sentido de morigerar el gasto público. Esto, incluso, es visto con buenos ojos por quienes son habitualmente críticos del modelo.

En definitiva, lo que la mayoría admite es que, haya gustado o no la primera etapa, Cristina hizo un diagnóstico correcto al percibir que ahora no se pueden aplicar las mismas políticas. "En otra etapa, el país tenía fuerte capacidad ociosa. Y se avanzó en ganar competitividad vía precios. Es decir, con tipo de cambio alto, salarios bajos, tarifas reducidas y tasas de interés negativas. Ahora, luego de ocho años, estamos a plena capacidad productiva y hoy es difícil competir en base a la misma variable", señala Bernardo Kosacoff, docente de la Universidad Di Tella y ex director de CEPAL.

Hay otros analistas que ven a esta etapa como la obligada para corregir los desajustes y como para volantear el rumbo económico de acuerdo a los tiempos que corren. "La economía dejó de generar dólares, y las reservas del Banco Central difícilmente puedan financiar el déficit en cuenta corriente, el pago de la deuda y la salida de capitales. Y menos si se deteriora el contexto externo", observa Ramiro Castiñeira, de Econométrica.

Por lo pronto, hay consenso entre analistas de que será difícil sostener el consumo en niveles como los registrados hasta ahora, lo cual plantea un problema a aquellas empresas que compensaban sus rentabilidades decrecientes gracias a una economía de escala.

¿Qué tan duradera será la "sintonía fina"? Buena parte de esa respuesta la tiene el precio internacional de la soja. Lo cierto es que al comienzo el enfriamiento de la economía será funcional, pero nadie se arriesga a decir cuánto se extenderá.

Muchos, conociendo las preferencias kirchneristas, dudan de que el consumo sea la variable a sacrificar.
Jorge Vasconcelos, director de Ieral, lo expresa así: "Al inicio, las tasas de interés altas y una menor capacidad de compra en la clase media van a traer como consecuencia un freno de las importaciones. Eso regenera el superávit comercial y posibilita un dólar de equilibrio más bajo.

Pero lograr esto por la vía recesiva no es algo que el Gobierno quiera defender por mucho tiempo. Lo hará por un trimestre". Es que, justamente, el boom de compras ha sido la parte buena de la "auto-herencia" del Ejecutivo. Y se ubica en la vereda de aquellas pocas cosas en la que se apuntará a que el "no cambio sea lo único que permanezca". 

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