Por Rogelio Núñez
La reciente cumbre de Caracas, donde nació la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, estuvo enmarcada dentro de un ambiente de euforia que parece invadir a la región. Hubo presidentes (Sebastián Piñera) que aseguraron que estamos viviendo en plena centuria latinoamericana: "estoy convencido que este siglo XXI va a ser el siglo de América Latina y el Caribe". Otros fueron algo más moderados, como el mexicano Felipe Calderón: "esta es la hora y la década de América Latina y por ello se debe apresurar el paso hacia la integración".
Es difícil, a estas alturas, saber si se trata de un siglo o una década pero, tanto si es una cosa como la otra, la región debe resolver previamente varios problemas para acceder a la categoría de región que marca la pauta mundial. Afronta problema económicos (excesiva dependencia de las exportaciones primarias), sociales (pobreza y sobre todo desigualdad y un deficiente sistema educativo), un estado a menudo ineficiente y una enorme carencia de infraestructuras que faciliten la modernización de estos países.
En ese sentido y en esa misma reunión de Caracas hubo un presidente que puso el dedo directamente en esa llaga. Fue el de Colombia, Juan Manuel Santos: "tenemos, como se ha dicho tantas veces, que fomentar y adelantar una integración física. Alguien decía que una carretera que une a dos países es más importante que mil discursos sobre la integración y no hay duda que en eso tenemos muchísimo por hacer".
Los retos de Iberoamérica
Esa carencia de infraestructuras adecuadas abre una gran oportunidad de crecimiento e inversión en la región a corto y medio plazo, pero a la vez lanza una alerta sobre los grandes retos que aún quedan por acometer y sobre todo los riesgos económicos, comerciales y de seguridad que acechan mientras no se solucione esta debilidad.
En primer lugar, la ausencia de infraestructuras adecuadas supone una pérdida grande de oportunidades de crecimiento y desarrollo económico para la región, como el propio Santos comentó en la cumbre de Caracas: "en materia de comercio, en inversiones, también todo está por hacer. Cuando uno compara el comercio interregional, el comercio entre Colombia y Brasil, por ejemplo, es un comercio mínimo frente al potencial que tenemos".
Esa carencia en infraestructuras perjudica su competitividad y las posibilidades del comercio exterior. La vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, Pamela Cox, recordaba en una ocasión como "el 25 por ciento de los precios de los productos exportados por Latinoamérica se debe al sobrecoste producido por la mala logística, el mal estado de las infraestructuras y los retrasos.Cuesta lo mismo producir y enviar una lavadora a Estados Unidos desde China que desde México. Esto es debido a que los chinos invierten más en infraestructuras, son más rápidos y más eficientes".
En este mismo sentido, la OCDE ha señalado este mismo año la importancia que tiene reducir o eliminar el gigantesco déficit en infraestructuras pues "la creación y/o modernización de las infraestructuras (es) clave para el progreso" de Iberoamérica.
Y el reciente VII Encuentro Empresarial Iberoamericano y la II Cumbre de Infraestructuras del Cono Sur concuerdan en que la región necesita una gigantesca inversión global a medio y largo plazo para elevar el nivel de sus infraestructuras: requiere entre 250.000 y 450.000 millones de dólares. Según el presidente de la CAF, Enrique García, la región sólo invierte en estos momentos el equivalente al 3% de su PIB en infraestructuras, mientras que Asia destina el 10%.
Pero cuando se piensa en infraestructuras no hay que centrarse solo en desarrollo económico y en el aumento de las relaciones comerciales. También hay que darse cuenta de que está en juego la seguridad nacional. Malas infraestructuras posibilitan que el estado no ejerza el control sobre todo su territorio lo que favorece a los grupos subversivos (las Farc en Colombia, Sendero Luminoso en Perú) y a la proliferación de cárteles del narcotráfico (Los Zetas en el departamento de El Petén en Guatemala, o en ciertas regiones de México o las fronteras entre Colombia y Venezuela y entre Bolivia y Brasil).
Además, las carencias en infraestructura energética provocan que los países vean claramente mermada su soberanía, autonomía e independencia nacional. Así por ejemplo, durante muchos años, Chile ha dependido de que Argentina decidiera cortar el grifo del suministro de gas lo que paralizaba la vida industrial del país e incluso la de los ciudadanos.
Si la educación es clave para ir eliminando la desigualdad, la modernización del estado es fundamental para acabar con la corrupción y construir una administración eficaz y no parasitaria, las infraestructuras son otro de los pilares fundamentales que definirán si la región da, o no, el salto a la modernidad. Eso porque ellas garantizarán no solo el desarrollo económico y comercial sino que sostendrán la plena soberanía del estado en todo su territorio y la suficiente autonomía con respecto a actores internacionales.
* Rogelio Nuñez es Doctor en Historia de Iberoamérica.
Miembro del Observatorio de Seguridad y Defensa de América Latina (OSAL).
Fuente: http://www.ateneadigital.es/RevistaAtenea/REVISTA/articulos/GestionNoticias_6630_ESP.asp (Modificado)
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