Por Héctor A. Huergo - Clarin Rural
La presidenta Cristina Kirchner volvió a mostrar esta semana su interés por la cosa agraria. Voló en helicóptero de Rosario a Las Parejas, la capital de la maquinaria agrícola, para participar de una muestra industrial. Allí se volvió a entusiasmar con una pulverizadora automotriz Pla, similar a la que la empresa de la vecina Las Rosas acaba de embarcar a Estados Unidos. La anécdota está cargada de matices.
Primero, alguien debe haber asesorado bien a CFK respecto a la máquina que elogió, sin duda un producto muy elaborado y altamente competitivo. Lo primero que conviene recordar es que se trata de una máquina destinada a la aplicación de agroquímicos. El más importante es el famoso glifosato, que junto con la soja transgénica se constituyeron en la llave maestra de la Segunda Revolución de las Pampas.
Los tecnofóbicos que anidan en distintos cenáculos, muchas veces encumbrados en altos niveles del gobierno, deben haber tragado saliva. Ya en Tecnópolis, Cristina Kirchner había cantado loas a la nueva tecnología agropecuaria, hablando de genética en semillas y ganado, biotecnología y maquinaria. Ahora, encontró espacio para un chascarrillo: le pidió a Miguel Angel Pla que le haga una máquina “especial para fumigar a los que ponen palos en la rueda”.
Parece una idea un tanto extrema, rayana con la violencia. Pero como fue solo un chiste, vamos a seguirle la corriente, sugiriendo que analice dónde están los que frenan el desarrollo del sector que ella misma viene consagrando como clave de la economía nacional.
Esta semana, el funcionario responsable del comercio exterior, quien también está jugando un rol clave en la cuestión cambiaria, descubrió que hay 3 millones de toneladas de trigo sin vender. Las exportaciones siguen trabadas. Y ya llega una cosecha de 14 millones de toneladas. Solo ahí tiene a mano 1.000 millones de dólares contantes y sonantes, que entrarían de inmediato con el simple expediente de terminar con el gotero de los ROE. Muchos ya están picando el trigo para ensilarlo, o harán bolsas de grano húmedo para destino forrajero. Ya hemos hablado de esto: es una buena práctica, utilizada en todo el mundo. Pero aquí no se hace por conveniencia sino por necesidad.
Mientras esto sucede, las empresas proveedoras de insumos reciben aprietes telefónicos para demorar el pago de importaciones de fertilizantes y agroquímicos. El producto que más fertilizantes consume es el maíz. Es un cereal tan golpeado como el trigo por las dificultades para vender, y esto diluye el interés que existía por las siembras tardías. Por un puñado de dólares, se desabastece al mercado, orientando a los productores a pasar de maíz a soja. Más de lo mismo. Sin maíz, el año que viene no hay 110 millones de toneladas, la meta ansiada por al ministro de Agricultura Julián Domínguez, nuevamente elogiado por la presidenta esta semana. Pero los mejores esfuerzos de Domínguez y su equipo terminan naufragando en otras aguas.
Más allá de estas tribulaciones recurrentes, que generan una amarga imagen de inmovilismo, la presidenta ha dado otras pistas interesantes. El miércoles generó un multitudinario evento en la Casa Rosada, donde anunció nuevos créditos de organismos internacionales para riego a ser canalizados por el Prosap del MinAgro. Su discurso se emitió en pantalla gigante en el hotel Provincial de Mar del Plata, donde el Prosap celebraba su encuentro anual. Esta vez, con la participación de representantes de las grandes organizaciones agrícolas que, como El Tejar o Adecoagro, forman parte de la nueva estructura agropecuaria argentina. La presidenta también habló del rol del agro en la generación de energía, confirmando que el tema de los biocombustibles forma parte de la agenda del gobierno.
Pero el pescado aún sigue sin venderse...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios mal redactados y/o con empleo de palabras que denoten insultos y que no tienen relación con el tema no serán publicados.