Por Pablo Losada - Clarín Rural
Los maíces sembrados sobre cultivos de invierno o en forma tardía ganan cada año en seguridad y rinde. El mes de noviembre es una ventana de tiempo en la que no hay siembras de maíz. Durante septiembre y octubre queda definida toda la superficie de primera y en el último mes del año se siembran las otras fechas del cultivo: los maíces tardíos y de segunda.
En las últimas campañas, las nuevas tecnologías que se desarrollaron en el cereal han modificado el calendario tradicional del cultivo y van ganando preponderancia los tardíos y de segunda. Y los de segunda, en esta campaña, tienen una gran oportunidad económica, por un lado, y agronómica, por otro, dice Pablo Ogallar, director de marketing y estrategia de Monsanto, en diálogo con Clarín Rural .
Una gran oportunidad respecto a la superficie, según aclara, ya que hay unas 5,5 millones de hectáreas entre trigo y cebada, de las cuales, manifiesta el ejecutivo, “el maíz de segunda tiene un mercado potencial de 2,6 millones de hectáreas”. Al respecto, para esta campaña desde la compañía estimaron que puede alcanzar las 500.000 hectáreas.
Al comparar las ventajas de las siembras de segunda del cereal contra las de soja de segunda, queda al descubierto por qué es una excelente alternativa. “El primer aspecto importante es la rentabilidad, tanto en el corto como en el mediano plazo. Bajo cualquier esquema, en esta campaña el maíz de segunda tiene el mayor margen bruto histórico respecto a una soja de segunda sobre trigo”, sostiene Ogallar.
En el caso de la Zona Núcleo, el margen oscila entre el 8% a 12% más, para el centro y sur de Córdoba entre 30% a 45% más y en el oeste bonaerense entre 15% a 21%.
Además, el ejecutivo destacó los aportes que hace el maíz a la sustentabilidad del campo. Y, asimismo, subrayó los mayores rendimientos y márgenes extendidos cuando, sobre el rastrojo del cereal, se implanta una soja al año siguiente, que entrega un incremento del rendimiento de 16%.
Por último, se refirió como otra ventaja a la mayor estabilidad del cultivo con un retraso en la fecha de siembra, lo que brinda seguridad de la inversión; ésto es muy diferente a lo que sucede en la soja, que tiene mermas significativas por cada día de atraso.
A pesar de que la tecnología del maíz de segunda tiene múltiples beneficios para los suelos y es más rentable, también requiere más inversión respecto a la soja y cambios en el manejo respecto a un maíz de primera, detalló Ogallar. En este sentido, el ejecutivo aclaró que los costos de un maíz de segunda contra los de soja de segunda tienen una relación de 3:1 (la misma de un maíz de primera contra una soja de primera), pero además deben realizarse cambios en la densidad de siembra y en el manejo de la fertilización.
El cultivo emblema argentino es la soja, pero necesita del maíz. Gracias a las mejoras biotecnológicas en el cereal y los ajustes en el manejo, puede seguir aportando a la sustentabilidad del sistema, tener buena rentabilidad en un doble cultivo con el trigo o la cebada y mejorar el rendimiento y el margen bruto de la soja subsiguiente.
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