Por Bernard-Henry Levy - Corriere della Sera
Ben Laden está muerto. En cierto sentido, ya estaba muerto. Y ya nadie creía, desde hacía mucho tiempo, en la perspectiva que había delineado, de un islamismo radical que reemplazara al comunismo y pusiese fin a sus ambiciones delirantes. Pero, en definitiva, ahora está muerto de verdad.
El peor asesino serial de la historia contemporánea, el inventor de una nueva estrategia terrorista, el jefe de una ONG del crimen que ha asesinado en los últimos diez a miles y miles de civiles ha abandonado la escena del mundo. Evidentemente, es una gran noticia, a partir de la cual se plantean algunas preguntas:
1) ¿Quién mató a Ben Laden? Un comandante norteamericano de la división de Operaciones Especiales Conjuntas, por supuesto. Pero también, indudablemente, la coalición antiterrorista que desde hace diez años le daba caza.
Y las masas árabes musulmanas que, se suponía, habían caído en los brazos de Al-Qaeda pero que, al fin de cuentas, no fueron bien atendidas en este último tiempo y han terminado por curarse de esa tentación gracias a los movimientos democráticos de la región. Ben Laden murió porque la mayoría de los musulmanes súbitamente renegaron de él. Y porque la primavera árabe, diez años después, lo condenó.
2) ¿Qué fue lo que permitió matar a Ben Laden? La presencia de las fuerzas especiales de Estados Unidos próximas a Paquistán. Y por lo tanto, para decirlo claramente, su presencia en el vecino Afganistán. Eso significa, para hablar aún más claro, que la coalición antiterrorista tenía razones para permanecer en Afganistán, y que esta guerra tan denigrada, que según se decía estaba perdida y que venía metida en la misma bolsa que la absurda guerra de Irak, era una guerra necesaria, de la que cosechamos, finalmente, los frutos de la reconciliación y de la paz.
La muerte de Ben Laden es consecuencia de la presencia, en Kapisa y en Uzbeen (Afganistán), de soldados occidentales. Es la victoria de aquellos que, desde 2001, se niegan a dejarse impresionar o convencer por el derrotismo. Es un revés para la política del appeasement y su insondable frivolidad.
3) ¿Qué ocurrirá a partir de este momento? Este acontecimiento es naturalmente una lección para todos los terroristas del mundo, especialmente para los talibanes. En otro aspecto, a mediano y largo plazo, provoca un inevitable debilitamiento del pequeño ejército de criminales encabezado por Ben Laden.
Pero ¿antes de eso? ¿A más corto plazo? ¿En la base de La Base? ¿En las células que ahora tenían una relación apenas lejana con él, en Marruecos, y acaban de producir la masacre que ya conocemos? ¿No se corre el riesgo, de esta manera, de que se produzca una epidemia de pequeños califas que pretendan ser califas y ocupar el puesto del Gran Califa? ¿Y tal vez estos califas no se conjurarán para imaginar una venganza a la altura de su demencia?
La muerte de Ben Laden es una victoria. Pero no es todavía, desafortunadamente, la desaparición del terrorismo.
4) Finalmente, Paquistán. Entiendo que la operación fue posible gracias a la cooperación paquistaní. Pero al mismo tiempo. ¿Cómo pasar por alto otro elemento de la verdad? Se decía que el fugitivo se escondía en cavernas, y llevaba una vida errante de un refugio a otro. Que llevaba la vida de una bestia perseguida en alguna inespecífica "zona tribal". Y bien, donde vivía era en el corazón de Paquistán. Vivía a 60 kilómetros de Islamabad, la capital política del país, en un barrio que visité durante mi investigación sobre Daniel Pearl, un sitio residencial para militares retirados.
Entonces, ¿podemos concluir que los paquistaníes lo sabían? ¿Que habían aceptado protegerlo y que luego decidieron entregarlo? La misma pregunta se me ha planteado cada vez que, en el pasado, y en circunstancias siempre análogas, la agencia de inteligencia paquistaní se desprendía de algún jihadista de los que tenía en reserva y a mano (los acontecimientos, cada vez, me han dado la razón): ¿por qué ese cambio de idea?; ¿al término de qué clase de negociación?; ¿y qué carta se retiene cuando, en la partida de póquer, que es el juego diplomático para Islamabad, hay que deshacerse de similares cartas de triunfo?
La desaparición de Ben Laden, pese a ser una buena noticia, me confirma la idea de que el Paquistán nuclearizado, jihadizado, sometido a la persistente influencia de sus terribles servicios secretos, sigue siendo, como ayer, uno de los lugares más peligrosos del planeta.
Traducción de Mirta Rosenberg (Diario La Nación)
Comentario:
Me pregunto: ¿Al tener en las manos al "diamante" del terrorismo internacional, a nadie se le ocurrrio interrogarlo por un "tiempo" antes de ejecutarlo...? El tema da "tela para cortar".
De hecho, no cambiara nada para la celula al-qaeda, solo van a usar una imagen victimizada que estaba en franco retroceso, como pasa en Argentina cuando muere alguien del polo obrero, encima teniendo en cuenta que las acciones de la OTAN en Libia dejan mucho que desear, solo va a despertar mas simpatias hacia los extremistas. Pesima jugada, el unico beneficiado es Obama, para mejorar internamente su imagen para las proximas elecciones.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
L.B.A.