Por Mariano Grondona
Un refrán dice que "una vez es casualidad, dos veces es coincidencia, tres veces es acción enemiga". A este dicho podría sumársele otro refrán más elemental según el cual "si tiene garras de león, rugido de león y melena de león, es un león". Cuando se observa la sucesión de agresiones que ha lanzado el gobierno nacional contra Mauricio Macri desde que éste gobierna la ciudad de Buenos Aires para cubrir el período 2007-2011, es imposible ignorarlas como si sólo fueran los eslabones sueltos de una cadena inexistente.
En 2009, la Presidenta ordenó bloquear una emisión de bonos que pretendía Macri y lo privó a partir de ahí del apoyo que el jefe del gobierno porteño necesitaba para acceder a los mercados internacionales. Macri no pidió el auxilio directo de los fondos nacionales sino apenas una firma, un aval sin costo alguno que Cristina, empero, le negó e impidió de este modo la realización de importantes obras de infraestructura que Macri había proyectado. El jefe del gobierno porteño acusó además a los Kirchner de estar detrás del procesamiento que le inició Norberto Oyarbide por las "escuchas ilegales", un procesamiento hasta ahora sin pruebas a la vista, que se inició al mismo tiempo en que el polémico juez sobreseía vertiginosamente a los Kirchner de la acusación por enriquecimiento ilícito que pesaba sobre ellos.
La ministra de Seguridad, Nilda Garré, ignoró por su parte las decisiones judiciales que obligaban a la Policía Federal a intervenir en las tomas ilegales del parque Indoamericano y el Bajo Flores, así como en el bloqueo sindical contra los principales diarios. Mientras el traspaso de una sección de la Policía Federal a la Policía Metropolitana que ha pedido reiteradamente Macri siempre le fue negado por Garré, ésta culminó su extraño proceder en materia de seguridad retirando la custodia de la Policía Federal a 114 lugares de la ciudad, entre ellos, hospitales, y provocó así la indefensión de edificios municipales en situación de riesgo.
Desde el momento en que Garré fue nombrada por Cristina, y habiendo dicho ésta en medio de una huelga secundaria con ocupaciones de escuelas en septiembre de 2010 que "no me parece demasiado lo que piden los chicos", es difícil eximir al gobierno nacional de la responsabilidad por esta sucesión de desencuentros entre la Nación y la ciudad, a los que habría que agregar otros más como, por ejemplo, aquel en que el gobierno nacional promovió una acción judicial para privar a la Policía Metropolitana, a esa misma policía a la que Garré acusa por no atender la seguridad de su distrito, de las pistolas Taser que evitan, a cambio de un "latigazo" eléctrico, el vuelo mortal de las balas de plomo. Si tiene garras de león? La conclusión que surge de esta breve enumeración es que el gobierno de Cristina Kirchner ha designado a Mauricio Macri como su enemigo principal.
En sus Explicaciones filosóficas, Robert Nozick sugiere que cada uno de nosotros, al comenzar su existencia, anticipa en lo más profundo de su ser que la vida valdrá o no valdrá la pena. Si espera que valga la pena, la vivirá para confirmar esta premisa y, según pasan los años, comprobará que tenía razón. Si espera en cambio que no valga la pena, vivirá para confirmar esta otra premisa alternativa y al fin de sus días también habrá tenido razón. Apostar o no apostar a la vida es por lo tanto una categoría existencial que siempre se confirma. Si trasladáramos la tesis de Nozick a la vida política, podríamos afirmar que, al comenzar su carrera, un político puede apostar a la conciliación o a la confrontación. Si apuesta a la conciliación saldrá en busca de amigos y los encontrará. Si apuesta a la confrontación, no le faltarán enemigos.
Fieles a su ADN político, los Kirchner nunca han dejado de buscar enemigos porque ganar es para ellos, por lo pronto, que sus enemigos pierdan . A la inversa del flamante candidato radical Ricardo Alfonsín, que es y aspira a ser querido, lo que siempre han privilegiado los Kirchner no son las relaciones de amistad, sino las relaciones de enemistad . El Ejército, la Iglesia, el campo, el periodismo independiente, los empresarios supuestamente "concentrados", Cobos y Macri, este último en cuanto representante de "la derecha", han sido los enemigos declarados de ambos Kirchner. En este terreno no ha habido diferencias entre Néstor y Cristina.
Afinando el análisis, podríamos sugerir sin embargo que las principales diferencias entre el ex presidente y la Presidenta han sido dos. Néstor sumaba la creatividad a su espíritu de confrontación. El ex presidente inventaba cada día nuevos ardides, pero esta cualidad le falta a Cristina, que por eso transita invariablemente por las huellas que él le marcó. La segunda diferencia entre ambos es que cada vez que Néstor tiraba una piedra se le notaba, pero Cristina, ella, cuando tira una piedra esconde la mano, exhibiendo además recato y hasta indignación ante el comportamiento de sus incondicionales pese a que ellos no hacen otra cosa que obedecerla. Esta última diferencia explica por qué Néstor perdió en 2009 y no conseguía remontar las encuestas más allá del 30 por ciento por las reacciones adversas que suscitaba, mientras que Cristina, menos obvia y más sutil, ya espera superar la valla del 40 por ciento.
Perder, ¿es ganar?
El problema es que Macri, habiendo sido designado como su enemigo más notorio por Cristina, no ha dejado de subir en las encuestas hasta el punto en que hoy encabeza la lista de los opositores por delante del propio Alfonsín. Es que los dardos que ordena lanzar la Presidenta tienen un doble efecto. De un lado, les marca un blanco a sus servidores incondicionales pero, del otro, también ayuda a quienes no desean votar por ella a concentrarse detrás de su más odiado opositor.
El kirchnerismo tiene así la paradójica virtud de elegir a sus rivales. Véase si no lo que pasó con Julio Cobos. Cuando emitió su famoso voto "no positivo" en el Senado, suscitó la ira del kirchnerismo y subió acto seguido en las encuestas. No bien la Casa Rosada dejó de agredirlo ostensiblemente, empero, Cobos bajó tanto en las encuestas que acaba de retirarse de la carrera presidencial. Es como el juego del sube y baja. Cuando los Kirchner bajan línea contra algún rival, éste sube. Cuando dejan de apretar hacia abajo, éste baja.
¿Qué deberían aconsejarle a Cristina, entonces, sus solícitos asesores? Que, si quiere favorecer a algún competidor no kirchnerista, suba los decibeles de la agresión y que, si quiere perjudicarlo, deje de agredirlo. Esta observación revela sin embargo una debilidad de los opositores porque, cuando ya no cuentan con la ira de Cristina, se quedan sin el principal combustible de su exaltación. Lo cual obliga a preguntarse si, animada por algún astuto asesor, Cristina ha decidido agredir a Macri no sólo porque lo detesta, sino también porque secretamente lo desea como su principal contendor.
Las maniobras que hoy despliega el kirchnerismo se parecen a la temblorosa habilidad de un esgrimista que teme perder. En efecto, todavía es verdad que la mayoría de los argentinos no votó por los Kirchner en 2009 y que muchos de ellos podrían reiterar este rechazo en 2011. ¿Qué les falta a los opositores entonces? Que, cuando las papas quemen de aquí a pocos meses, los votantes no kirchneristas se polaricen en favor de alguno de ellos. ¿Podrá el kirchnerismo, sin la creatividad del fundador pero con el sigilo de su sucesora, sortear de algún modo este último obstáculo que se interpone entre la realidad y su insaciable sed reeleccionista?
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