Por Romina Smith - Diario Clarín
En mal estado e inseguro, recibe muy pocos visitantes. No tiene luz, las veredas están rotas y los caminos y juegos se ven muy deteriorados. Arrancó un plan para cambiarle la cara. Pero los vecinos dicen que en algunas partes ya rompieron lo que se arregló.
A pasos de uno de los cordones del Parque Patricios, sobre la avenida Caseros, Ringo Bonavena soporta su bronce como puede, inmóvil y solo. Cada tanto ve a alguien que pasa. Pero cuando eso ocurre es sólo una excepción: es que el parque, ese pulmón verde que le dio nombre al barrio y que viene acumulando años de desidia , ya casi no tiene visitantes y hasta hace muy poco estuvo a la deriva, sin luz, con las veredas rotas y los caminos y juegos en mal estado.
Hoy, el Gobierno porteño lo tiene cercado por áreas y en proceso de recuperación, pero los vecinos se quejan de la suciedad, dicen que los manteros no respetan e invaden los arreglos que se están haciendo, y denuncian que se volvió un lugar peligroso, porque hay arrebatos y grupitos que venden droga. Las familias no van, reclaman más presencia policial y esperan que la Ciudad cumpla con los plazos anunciados para poder volver a disfrutar del verde.
Los arreglos comenzaron hace dos meses y se están haciendo en tramos. En algunos, como el que da sobre Caseros, ya se avanzó bastante, pero mucho de lo que ya se arregló, y que todavía no está terminado, no se cuida . En otras áreas la tierra está revuelta y llena de basura, y las veredas están a medio terminar. “Mirá, por adentro no se puede andar porque están los obradores, y por afuera, alrededor del parque, tampoco, porque las veredas están rotas desde hace años. Vivo enfrente y no puedo disfrutarlo”, se queja Horacio Gómez, de 57 años. Para su mujer, Alicia, el problema más grave es que “hay gente que se mete donde están arreglando y perjudican los trabajos”. Por eso los dos reclaman que haya más control para evitar nuevos destrozos.
En el Gobierno porteño aseguran que las obras que se están haciendo (y que cuestan $ 15 millones) van a cambiarle la cara al parque. Prometen reparar casi 4 mil m2 de vereda y 7 mil de senderos de asfalto, sumar 436 luces a las 338 existentes, y, una vez terminado, reinaugurarlo con más césped, más árboles, juegos nuevos, y con la cancha de básquet, el sector de adultos y los monumentos, como el de Bonavena, recuperados.
Para eso, se dividió el predio en cuatro áreas. En algunas se avanza sin problemas pero en otras es evidente el descuido de la gente: en el sector que da a la calle Uspallata, por ejemplo, las cintas que delimitan las obras están rotas o sueltas. En esa parte del parque, además, otra de las quejas más repetidas tiene que ver con los 200 manteros que llegan cada fin de semana para vender todo tipo de cosas: desde ropa, zapatos, adornos y discos, hasta artículos de limpieza y alimentos que exhiben sin ningún control sanitario. Muchos de ellos solían ocupar la vereda sobre Caseros, pero por la obra ahora están en la parte de atrás. Y algunos se metieron en un sector exclusivo para los trabajos, que está separado por un cartel que dice prohibido pasar. “El Gobierno nos autorizó a venir acá, pero el cambio no es bueno, los clientes no vienen, este lugar espanta a la gente, nadie quiere cruzar el parque”, contó uno de los vendedores.
La mudanza de los manteros también movilizó a los vecinos. Celeste Pereyra, por ejemplo, se queja porque “no respetan la obra y pisan las baldosas recién puestas” y también porque “dejan todo sucio” los fines de semana. Desde la Ciudad aseguran que la mudanza es provisoria y que el plan de arreglos también prevé reorganizar a los 450 puesteros y agruparlos en una sola zona.
Otra de las demandas más repetidas es la seguridad. “Vivo a tres cuadras pero hace tiempo que no puedo traer a mis hijas. En el verano tuvimos que irnos porque un grupo de personas prendió fuego un árbol. Ahora no me queda otra que ir a la plaza Martín Fierro, que está a diez cuadras, pero eso ya es San Cristóbal”, se queja Leonardo. “Acá venden drogas. Se ven paqueros, es tierra de nadie, la policía no viene”, advierte, junto a él, uno de los puesteros de la feria de libros que está sobre la calle Monteagudo.
Desde el Gobierno porteño ya anunciaron más rejas para reforzar el control y evitar intrusiones. Pero en la feria se lamentan porque la situación seguirá como hasta ahora por lo menos hasta julio, cuando terminen los trabajos para recuperar el parque. “Estas obras son las que producen los cambios sociales que muchos proclaman. Y es un trabajo de coordinación que requiere tiempo y dedicación y lo estamos concretando”, aseguró el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli.
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