jueves, 7 de abril de 2011

Crecimiento de los delitos rurales

Editorial II del diario La Nación

Con rasgos muy variados, estos delitos exigen sistemas de prevención para investigar y sancionar las redes delictivas
Con características de lo más variadas, se han agravado en los últimos meses los delitos rurales. No sólo viene creciendo el tradicional robo de ganado vacuno, ovino y equino, sino también el ingreso en las propiedades y moradas de los productores, quienes son sometidos mediante amenazas y agresiones personales, a lo que se suma la apropiación de maquinaria y herramientas agrícolas, de semillas, plaguicidas y fertilizantes, insumos éstos destinados a siembras futuras.

El robo "hormiga" de ganado, basado en sacrificar animales en los potreros cercanos a los caminos para llevarse sus reses, ha ido adoptando características masivas que consisten en ingresar en las propiedades, someter a productores y personal para así disponer de los embarcaderos y poder cargar camiones jaula, con total impunidad. El robo de granos ha tenido variadas formas, desde la apropiación del contenido de los silos hasta someter a los transportistas en las rutas, obligándolos a facilitar la descarga de su mercadería, que pronto desaparece sin dejar rastros. Se conoce también la réplica de las salideras bancarias de las áreas urbanas, consistente en la identificación por parte de "entregadores" de aquellos productores que tengan consigo o en sus propiedades el fruto de una venta u operación financiera que los hace víctimas ideales para un robo.

En estos días se han denunciado varios casos importantes. En Melincué, al sur de la provincia de Santa Fe, robaron 90 vacunos que al día siguiente aparecieron transformados en reses en Dolores, en la provincia de Buenos Aires, habiendo recorrido más de 500 kilómetros sin control caminero alguno. En la localidad bonaerense de Colón, robaron dos jaulas con 50 vacunos que tuvieron igual destino que en el caso anterior. En el partido de Chacabuco, también en Buenos Aires, los delincuentes ingresaron en la casa de los productores y se apropiaron de dinero, bienes personales y libretas de cheques, que pocos días después inundaron el banco, que, por fortuna, pudo bloquearlos. Tiempo después la policía informó que en un allanamiento se encontraron joyas, lo que daría lugar al proceso de identificación, circunstancia que, pese a haber transcurrido meses, nunca llegó.

Tal importancia y tal variedad de delitos rurales dieron lugar en 2004 a la sanción de la ley 25.890, que amplió la gama de situaciones delictivas, por la cual se penaliza el robo de transporte de ganado en los lugares de transacciones del ganado y lugares de su faena. Penaliza, asimismo, al personal de dependencias públicas y sedes policiales que facilite esas apropiaciones ilegales con hasta 6 a 8 años de prisión, salvo que por otros motivos correspondieran penalidades mayores. Pero la ley de marras no ha logrado los efectos deseados, y el tipo de delitos mencionados por sus alejados lugares de ocurrencia tornan difícil la rápida presencia de las fuerzas del orden.

Los propios productores han recurrido a organizar grupos armados, que no concilian con la tenencia y el uso de armas que por otras vías se procura evitar. Así las cosas, ocurre que familias productoras han decidido mudarse a ciudades próximas, donde encuentran mejor protección y más rápida respuesta policial, pero a costa de prestar menor atención al trabajo rural. La realidad está mostrando que las peculiaridades del delito rural ejecutado en la soledad de los campos requiere sólidas tareas de prevención, basadas en la investigación de las redes delictivas, cuya localización permitirá mejorar sensiblemente los propósitos de la citada ley.

2 comentarios:

  1. Sí....John Wayne tiene la solución.
    Saludos amigo.

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  2. Un elemento más del deterioro general de nuestro querido país.

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