miércoles, 2 de marzo de 2011

En energía, no negar la realidad

Por Alieto Guadagni para el diario Clarín
La política oficial llevó al país de una economía con energía abundante y barata hacia un escenario de energía escasa, cara e importada. No hay solución del problema si no se empieza por reconocerlo y aplicar una estrategia de expansión productiva.

Hace un siglo que nuestro país comenzó a producir petróleo. Durante noventa años del siglo pasado existió una constante común que iba más allá de los enfoques estatistas o privatistas, y esta constante fue el aumento de la producción . Cada década transcurrida en el siglo XX muestra incrementos productivos y pocos años de estancamiento, pero nunca retrocesos .

Es así como entre 1940 y 1970 la producción se multiplica siete veces, y entre 1970 y el 2000, 2,5 veces.
El resultado más impactante corresponde al período 1958/1962 (Frondizi). Durante esta breve gestión se triplica la producción: en 1958 importábamos el 60 % del petróleo que se consumía, mientras que cuando Frondizi era derrocado en 1962 las importaciones se habían reducido a apenas un 7 %.

Pero este siglo XXI es distinto , porque en tiempos en que el petróleo incrementa sus precios en todo el mundo, por el insaciable consumo asiático, nuestra producción de petróleo y también de gas cae mes a mes, desde hace ya varios años . La razón de esta caída es la disminución de las reservas, que se vienen agotando desde ya hace varios años, porque se extrae y no repone; así no debe sorprender que cada mes se produzca menos petróleo y gas que el mes anterior . El nivel actual de exploración es apenas un tercio del prevaleciente entre 1980 y el 2000; esto ocurre justamente cuando el precio del petróleo es hoy cinco veces superior al de esos años.
Mientras en la última década del siglo XX la producción de petróleo había aumentado un 60 %, en la década que concluyó en el 2010 la producción cayó un 20 %. La mayor parte de la disminución ocurre en los últimos siete años en el período 2003-2010 (80 % del total de la caída).

Algo similar está ocurriendo con el gas: cada vez se produce menos y por ende cada vez se importa más , pero a precios mucho más altos que las retribuciones a la producción nacional. Por eso no sorprende que la CEPAL haya informado que el único país de América del Sur que disminuyó su producción total de energía en el período 2003-2009 fue el nuestro con una caída del 7 %, mientras todos nuestros vecinos aumentaban en el mismo período su producción: Brasil (28%), Bolivia (50%), Chile (14%), Paraguay (13%) y Uruguay (9%). Al resto también le fue bien: Perú (68%), Ecuador (21%), Venezuela (14%). Nuestra producción de petróleo se ubica hoy en 96 millones metros cúbicos por día, mientras que en mayo del 2003 era de 120 millones; es una grave caída de 24 millones de metros cúbicos.

Por esta razón no tiene sentido haber proclamado en la visita de nuestra Presidenta a Qatar que “importaremos gas licuado para transformar materias primas energéticas sin elaborar en productos industriales de alta tecnología con valor agregado”. La verdad es más simple: tenemos que importar cada vez mas gas porque estamos produciendo apenas 124 millones de metros cúbicos diarios, cuando en mayo del 2003, cuando comenzó la actual gestión, producíamos 144,4 millones. Es decir, nos están faltando nada menos que 20 millones por día, que son los que intentamos comprar afuera a precios más de cuatro veces mayores que los del mercado local ; este faltante exigirá crecientes importaciones.

La caída en la exploración y en la producción de hidrocarburos nos costó ya más de 6000 millones de dólares anuales en la balanza comercial, pero en el futuro, será más. Desde ya que esto se agrava aún más cuando las compras no son transparentes y se amparan en oscuros y discrecionales acuerdos (como las injustificadas compras directas de fuel oil de Cammesa a PDVSA), en lugar de optar por la vía de licitaciones abiertas y competitivas, propias de una República que administra con transparencia los impuestos de sus ciudadanos.

No hay solución posible a ningún problema si no se comienza por reconocerlo, y esto es lo que está faltando ya que el Gobierno insiste en negar la realidad, lo cual le impide tener una estrategia de expansión productiva. El saldo de las políticas de los últimos años llevó al país a transitar de una economía con energía abundante y barata hacia un complicado escenario de energía escasa, cara e importada. Pero no estamos condenados a la decadencia : otro escenario es posible ya que no enfrentamos una “maldición geológica”, sino que sufrimos las consecuencias de una deficiente política energética, que puede ser corregida.

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