Por Rubén Ramallo - iProfesional.com
Comprar ahora, esperar la nueva suba de salarios y licuar deuda. Un "plan casi perfecto", que funciona mejor cuanto más plata se destine a él. Y el entusiasmo es tal que por cada $100 que gana un asalariado, moviliza $150 apelando a otros recursos. ¿Cómo es la situación hoy y la de hace cinco años?
Al igual que en la literatura, el cine o la pintura, en el ámbito de las finanzas existe un mundo "real" y otro "virtual". En este último caso, la diferencia entre uno y otro está dada por la existencia de instrumentos que permiten ir más allá de las fronteras que impone la tenencia de dinero físico. Tarjetas de crédito, de débito, préstamos y otros tipos de herramientas posibilitan a los argentinos que puedan gastar más y endeudarse muy por encima de lo que ganan mensualmente.
¿Cuál es el límite permitido? El que se autoimpone cada uno. Y, obviamente, el que determinan las entidades bancarias con las que se opera. Aunque, dicho sea de paso, se da la paradoja de que éstas encuentran en la financiación al consumo la vaca lechera para apuntalar sus ganancias (habida cuenta de que el crédito a largo plazo, desde hace ya un largo tiempo, está corrido del mapa).
Claro está, que toda esta "fiebre de shopping" que invade a los argentinos no puede sostenerse solamente por el uso de billetes físicos. A punto tal que, en la actualidad, por cada peso real que gana un asalariado moviliza $1,5 en concepto de dinero virtual. Es decir, expande sus fronteras un 50% más de su salario con plata que no se ve, pero que sí es deuda exigible y que, en algún momento, deberá cancelar.
A modo de ejemplo, una persona que cobra en blanco un salario promedio ($4.000) ostenta pasivos acumulados por $6.100.
Pero más allá de la cifra, lo sorprendente de esto es la aceleración que ha cobrado este fenómeno en el último tiempo. No es para menos, en 2005 la brecha entre "ambos mundos" no se movía más allá de un 10 por ciento. Es decir, un argentino, por cada peso real que ganaba, sólo expandía su frontera apenas hasta 1,1.
El incremento en el uso del dinero virtual, ya sea por un mayor endeudamiento o por una mayor bancarización, suele ser visto en todos los países como un síntoma positivo: es reflejo de estabilidad y de crecimiento económico. Pero en la Argentina se da un fenómeno curioso: los avances de la bancarización han ocurrido más bien a fuerza de crisis.
Así, como en su momento el corralito abrió la puerta al pago masivo de facturas por Internet, o las salideras bancarias llevaron a abandonar la anacrónica costumbre de usar efectivo para operaciones inmobiliarias, ahora resulta ser que ganarle a la inflación es el principal impulso para que crezca el uso del dinero plástico.
La "ilusión monetaria" y el ser nominalmente más ricos
Esta expansión de las fronteras a partir del dinero virtual se inscribe en el fenómeno que varios analistas han dado en llamar "fuga hacia el consumo", por el cual la gente se protege de la erosión de sus ingresos mediante la adquisición de bienes durables.
De manera que exacerbar el endeudamiento con tarjeta es percibido como una doble protección: por un lado, se consume hoy el producto que ya se sabe que aumentará en el futuro. Y, por otra parte, el saldo a pagar se "licuará" cada vez que el usuario tenga un alza en su ingreso.
Los analistas destacan que los aumentos de salarios nominales han ido creando en la sociedad una curiosa "ilusión monetaria". Es decir, apenas recibidas las mejoras de bolsillo, se experimenta una sensación de riqueza que impulsa a comprar y a correr las fronteras de endeudamiento, más allá de que -en términos reales- esa "fastuosa" suba de un 20% o 25% quede licuada en poco tiempo por el alza de precios.
Y esto queda evidenciado, además de las cifras expuestas, en la estructura de endeudamiento de un argentino con ingreso promedio:
•En 2005, la deuda con tarjeta representaba un 38% del salario. Hoy, un 50 por ciento.
•En 2005, la deuda vía préstamos personales rondaba el 40% del ingreso mensual. Hoy, el 72 por ciento.
¿Es la inflación un buen negocio?
Las encuestas que habitualmente buscan medir el ánimo de los argentinos determinan que la inflación no ocupa el primer lugar en el ranking de preocupaciones. Un hecho llamativo, del que ya diera cuenta iProfesional.com, si se considera que en otros países una suba de precios del 25% marcaría a este flagelo como la principal prioridad a resolver.
Lejos de eso, el clima de confianza de la sociedad sigue "por las nubes" (ver nota: Paradoja: por qué ahora la confianza en el país es casi récord a pesar de ser el "subcampeón" en inflación).
Así por ejemplo, las investigaciones realizadas por universidades como la Torcuato Di Tella, Católica o Tres de Febrero, hacen referencia a una mejora en la situación personal de los encuestados y, por ende, marcan una elevada predisposición a la adquisición de bienes durables. Esta afirmación, a simple vista contradictoria, encuentra una lógica muy particular.
Para Ernesto Kritz, director de SEL Consultores, "la mejora en el humor social es una combinación de varias causas, entre la que se destaca la estabilidad del empleo, pues es lo que hace posible tomar decisiones de gasto. En cambio, la inflación es un problema contra el cual hay protección, al menos para los asalariados del sector formal". En tal sentido, la expansión de la frontera, a partir del crecimiento en el uso del dinero virtual, puede dar una respuesta a este fenómeno.
En un contexto inflacionario, al momento de planear la adquisición de un producto atado a una determinada financiación -en forma conciente o no-, el consumidor traza la siguiente hoja de ruta:
•Adelanta sus compras, por lo que satisface en forma inmediata su necesidad de poseer el bien.
•Apuesta a que el precio de dicho bien, en los próximos meses, será muy superior al actual.
•Considera que hace "un buen negocio" comprándolo ahora, al no existir una inversión financiera que iguale o supere su aumento futuro.
•Al preguntársele cuál cree que será la inflación, percibe que se ubicará en un 33%, tal como da cuenta una reciente encuesta de la Di Tella. En tanto, es conciente de que un plazo fijo sólo le rinde un 10% anual. Y el dólar apenas un 5 o 6 por ciento.
¿Esto significa que percibe que hace negocio con la inflación? En realidad no con ella, pero sí con el aumento salarial que está asociado a la misma, que a su vez le garantiza sacar rédito del "efecto licuación". Calcula que la cuota que abonará en el futuro irá perdiendo peso en relación a su remuneración ya que, en virtud del "contrato laboral" vigente, descuenta que sus ingresos se ajustarán en una cifra cercana al 20 por ciento.
En buen romance, más allá de los efectos perversos que suelen achacarle al alza general de precios, siente que hace un negocio por partida triple:
• Disfruta en forma inmediata del bien.
• Licua ese gasto en el tiempo.
• Compra ahora, al no saber si podrá hacerlo mañana.
Tal como diera cuenta este medio, si los argentinos "sospechasen" que este año no irían a recibir incrementos en sus remuneraciones, seguramente la mayoría de ellos pondría un abrupto freno en sus niveles de deuda.
Pero como proyectan que eso no ocurrirá y que las nuevas alzas harán que las cuotas fijas - por deudas ya contraídas - se vayan tornando más fáciles de cancelar, eso los induce a mantenerse en el tren de compras y van entonces en busca de nuevas adquisiciones.
Más vale plástico en billetera que pesos en el bolsillo
Es así como todo instrumento que posibilite avanzar en la obtención de dinero virtual resulta bienvenido. Tal es así que ya se estima que, en la actualidad, circulan en el país poco más de unas 30 millones de tarjetas.
De ese total, 21,6 millones corresponden a entidades financieras y el resto a emisoras privadas. Este último grupo incluye a cadenas de retail, como Garbarino, o a entidades que no son bancos, como Cabal. Si se considera la cifra total, ésta implica una tenencia de casi ocho tarjetas por cada diez personas.
Ahora bien, si se tiene presente solamente la población económicamente activa (18 millones) -que es la que las utiliza habitualmente- dicha relación se eleva a casi 2 plásticos por individuo. De ese total general debe restarse un porcentaje del orden del 20%, correspondiente a tarjetas que no registran movimientos, por lo que las operativas serían alrededor de 25 millones. "La deuda de las tarjetas de crédito aumentó 45% en un año", destaca Esteban Fernández Medrano, economista de MacroVisión Consulting. En este sentido, un informe de Econviews sostiene que "en el último año el stock de endeudamiento de las familias argentinas se incrementó un 34% en términos nominales".
Andrés Méndez, de la consultora Actividad, Moneda y Finanzas (AMF), apunta que "las últimas estadísticas publicadas por el Banco Central muestran que el stock de deuda contraída con tarjeta pasó a expandirse a un ritmo de $1.700 millones por mes", cuando tiempo atrás lo hacía a menos de la mitad de esa cifra. "Si calculamos una inflación real anual en torno del 25%, se puede concluir que el año pasado el diferimiento de saldos a pagar creció alrededor del 37% en moneda constante", señala Méndez.
"Entendemos que se trata de un cambio cultural", asegura Ricardo Herz, Gerente de Productos y Servicios de Visa.
¿Y si se frena la rueda?
Aunque parezca paradójico, un freno en la inflación sería una muy mala noticia para quienes ya se montaron en esta carrera de compras apalancada con deuda. El motivo es simple, ya que se frenaría de forma automática la indexación salarial y, por ende, el efecto licuación. En este caso, el consumo y la gratificación inmediata irían perdiendo protagonismo en pos del ahorro, que ganaría terreno. Pero la probabilidad de que se produzca este escenario hoy resulta lejana, ya que todo está dado para que, al menos en el corriente año, se mantenga vigente el fogoneo al consumo.
A corto plazo, la principal preocupación de los argentinos está en conservar el empleo, lo que los habilita a seguir en el tren de las subas salariales para que la rueda siga girando. Es por eso que el conservar el puesto de trabajo es lo que sí figura como la principal prioridad en el ranking de aquellas cosas que más les quitan el sueño. Y no la inflación. Con "empleo en mano" se hacen acreedores a un préstamo y al uso de una o más tarjetas que recibirán incluso sin solicitarlas al banco.
Con estas herramientas seguirán expandiendo cada vez más sus fronteras de gasto. Y el dinero "virtual" irá ganando cada vez más protagonismo frente a los billetes que muestran la imagen de don Julio Argentino Roca.
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