Por Fernando Gutiérrez - iprofesional.com
Históricamente el país transitó por altibajos. En momentos de euforia el clima mejoraba para todos. En tiempos recesivos se imponía el mal humor general. Siempre existieron ricos y pobres, pero pocas veces el contraste fue tan pronunciado como ahora. Cuatro claves para entender el actual contexto.
Tiempos raros son los que corren en la Argentina de hoy, en un momento en el que se conjugan la palabra "crisis" con "festejo", como pocas veces se ha visto. En efecto, mientras una parte de la población disfruta del boom de consumo y compra todo lo que encuentra a su paso, otra irrumpe en escena ocupando predios públicos y privados y reclamando por un techo.
Mientras el país disfruta del crecimiento a tasas chinas y los índices de empleo muestran que hay una mayor cantidad de gente ocupada, por otro lado el Gobierno debe reforzar la seguridad recurriendo a 6.000 gendarmes.
Antes, cuando había una recesión, todos estaban mal -algunos más que otros- y los indicadores sociales reflejaban el freno en la economía y el mal humor social. Del mismo modo, en años de prosperidad todos ganaban más, mejoraban su nivel de vida, consumían en mayor proporción y el clima era beneficioso para todos.
Sin embargo, en este último tiempo se ha dado un fenómeno bastante extraño. Si se tuviese que resumir en una imagen, ésta sería la de un grupo familiar, sentado en el sillón de su hogar, disfrutando de su nuevo LCD -pagado en cómodas cuotas-, viendo sorprendidos en la pantalla el reclamo y la masiva ocupación de terrenos por parte de los habitantes de las llamadas "villas miseria".
¿Cuál es, entonces, la Argentina que prevalece? ¿La que muestra a un 25% de la población debajo de la línea de pobreza, o la que exhibe récords de venta de LCD, automóviles y viajes al exterior? Seguramente que las dos. Y si bien es cierto que siempre existieron ricos y pobres, en términos socioeconómicos, también es verdad que pocas veces ese contraste ha quedado evidenciado de manera tan manifiesta.
Al tratar de explicar el por qué se da esta "bipolaridad" de manera tan pronunciada, una serie de cuestiones ponen en evidencia las virtudes y debilidades del actual modelo k. Claro está, que tales "bondades" o "flaquezas" pesan más, o menos, dependiendo de la vereda en la que uno se encuentre parado.
Sobre este punto cabe destacar un dato interesante. El Gobierno afirma que reducir la pobreza es la principal asignatura pendiente. En tanto, los críticos sostienen que, justamente, es el propio modelo "K" el que profundiza esta brecha entre ricos y pobres. Y para sustentar sus argumentos, destacan algunos aspectos clave:
1. Inflación
Una suba de precios cercana al 25% anual obliga, indefectiblemente, a tener que indexar los salarios de manera periódica. Sin embargo, están los que pueden hacerlo (empleados en blanco) y aquellos que no.
De modo tal que quienes trabajan en negro o por cuenta propia se encuentran con mayores limitaciones dinerarias y, de alguna manera, quedan como expulsados del sistema. Y cuanto mayor sea la suba de precios más acuciante se torna el problema.
"Los asalariados bajo convenio son los que disfrutan los logros del crecimiento económico. Pero en el extremo opuesto se ubican los informales y cuentapropistas, así como los que no tienen una representación sindical. Ellos son los que están pagando el costo", sostiene Ernesto Kritz, experto en cuestiones laborales.
Kritz estima que estos asalariados no registrados representan cerca de un 20% del total.
Estas crecientes diferencias de ingreso ya han comenzado a generar tensiones. Y no solamente entre trabajadores formales e informales, sino también en relación a la empresa para la cual prestan sus servicios.
La manifestación más dramática tuvo lugar con el violento enfrentamiento entre trabajadores sindicalizados del ferrocarril y obreros tercerizados que, por realizar tareas similares, cobraban menos de la mitad que quienes estaban "en blanco". Otro hecho más que derivó en una fuerte protesta social.
2. Alimentos que aumentan por encima de la inflación
Es cierto que el fuerte aumento registrado en alimentos perjudica a toda la sociedad. Pero también es verdad que cuanto más abajo uno se encuentre en la pirámide socioeconómica, más duro es el golpe. No es para menos, mientras que el índice inflacionario ha escalado a razón del 25% anual, el de alimentos lo hizo a un ritmo cercano al 40%, es decir, 15 puntos más. Y esto alimenta el clima de tensión en los niveles socioeconómicos más humildes. Para los críticos al Ejecutivo esto es consecuencia de las malas políticas aplicadas, en el caso de la carne, trigo y otros productos sensibles.
Uno de ellos es el ex viceministro de Economía, Ricardo López Murphy quien, en declaraciones a la cadena internacional CNN, atribuyó los incrementos de precios al diseño de las políticas públicas, a las que calificó como "una orgía populista con sobredosis de miopía". "El Gobierno argentino puso prohibiciones de exportar carne y entonces ¿qué pasó? Perdimos 10 millones de cabezas de ganado y ahora el precio es altísimo", sostuvo el ex ministro.
Para los expertos en ganadería, el consumo cárnico y la tensión sobre los precios no se normalizarán hasta dentro de tres años, que es el tiempo que se requiere para recomponer el stock vacuno, por una cuestión de ciclo biológico. López Murphy afirma que los problemas no se limitan a la carne sino que afecta, además, a otros alimentos: "También escasea el trigo. Para lograr eso en un país que tiene las praderas más fértiles del mundo hay que hacer un esfuerzo extraordinario".
3. Gasto público que no llega a los de más abajo
El debate sobre el aumento del gasto público es un tema instalado desde hace ya un tiempo. Dentro del mismo, el empleo público y los subsidios ocupan un rol protagónico, habida cuenta que para este último concepto se destinarán la friolera de unos $50.000 millones en 2010. Gran parte de ese dinero está destinado a mantener en el freezer las alzas en las tarifas de los servicios públicos.
Ahora bien, ¿quienes son los que en definitiva terminan beneficiados? Son varios los expertos que sostienen que esta millonaria masa monetaria que destina el Estado termina mejorando la situación de los sectores medios y no la de los más bajos. En buen romance, y tal como ironizan algunos analistas, "la reducción en el precio de algunos servicios funciona para la clase media como una suerte de subsidio para la compra de los LCD".
Un tema que ponen de manifiesto los críticos al Gobierno es que las tarifas con precios inferiores a los del mercado internacional mejora más la situación de los sectores medios y altos (que tienen acceso a la red de gas natural, por ejemplo) que a los de bajos ingresos, que deben comprar las garrafas al precio del mercado paralelo.
Desde la consultora de Orlando Ferreres, Fausto Spotorno aporta un dato llamativo: "La canasta de un hogar de clase media hoy apenas le dedica 2% de su gasto a los servicios públicos, cuando en los años '90 requería de un 13% del presupuesto familiar. Este tipo de cosas, entre otras, fue lo que posibilitó el boom de los LCD, si bien no todos se han visto igualmente beneficiados por los subsidios".
4. Subas salariales sin techo
Los adeptos al modelo "k" no se cansan de repetir que el boom de consumo es producto de las fuertes alzas salariales que han beneficiado al bolsillo de los trabajdores. En tanto, los críticos señalan que un incremento tan elevado en las remuneraciones no hacen más que desincentivar a los empresarios a contratar nuevo personal. Y que por eso el principal generador de empleo ha sido el Estado que, desde 2002 a la fecha, absorbió más personal que toda la industria y la actividad de la construcción en su conjunto.
Y señalan que la actual reticencia a contratar nuevo personal, o el alto nivel de empleo en negro que ostenta el país, son producto de estas desmedidas subas que las empresas buscan evitar. En consecuencia, los de menores ingresos -en particular aquellos que viven en las villas- encuentran mayores obstáculos para sumarse al mercado formal e indexar así sus haberes.
Tal vez lo más paradójico de la situación que vive el país sea el hecho de que el objetivo explícito de la política económica del Gobierno sea la "inclusión social".
Son numerosas las expresiones que la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha tenido al respecto. Por caso, en su reciente alocución ante dirigentes partidarios reivindicó que durante su gestión se produjo "el crecimiento económico más importante en 200 años de historia".
"La paradoja es que los que aún no han podido ser incluidos, los que tendrían derecho a ser críticos, porque no han podido todavía acceder al empleo formal, son los que más apoyan este modelo", afirmó la Presidenta, quien sugirió que la explicación reside en que la población más pobre "es la que mejor entiende que este es un modelo de largo aliento". Los economistas críticos de la actual gestión económica no comparten esta visión. Y consideran que la pobreza es inherente, justamente, a las políticas que se han venido aplicando.
El debate recién empieza, pero el riesgo está a la vista de todos: el de un país fragmentado en dos, uno que consume en niveles récords y otro que sufre la inflación y lucha por subsistir.
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