El pardeamiento del raquis, el desgrane del racimo, la pérdida de firmeza y el manchado de las bayas, son defectos que reducen marcadamente la calidad. Esta fruta es una de las demandadas por el mercado internacional que exige un excelente estado e inocuidad.
Para afianzar la producción y exportación de uva de mesa de la región de Cuyo, disminuir las pérdidas por falta calidad en poscosecha es un asunto prioritario. De acuerdo con María Isabel Quiroga, investigadora en postcosecha de frutas y hortalizas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Mendoza, en los mercados de destino se registran mermas por más del 25 por ciento. La producción de uva de mesa para acceder a mercados internacionales demanda excelente calidad e inocuidad. Un manejo adecuado en poscosecha es clave para lograrlo.
El Laboratorio de Poscosecha de esa unidad del INTA identificó los puntos críticos que disminuyen la calidad de la uva de mesa. “Demoras entre la cosecha y el empaque, tipo de envase, retraso en el ingreso a frío, deficiencia del proceso de preenfriamiento y condiciones de conservación, sumado a la presencia de podredumbres causadas por hongos –Botrytis cinerea–, son limitantes de la vida útil”, explicó Quiroga.
Los puntos que Quiroga y su equipo consideran importantes a la hora de preservar la calidad son “cosechar con la madurez óptima según la cultivar; hacerlo en horas de la mañana; disminuir el manipuleo de los racimos; reducir al mínimo el tiempo entre cosecha y enfriamiento; usar materiales de empaque adecuados y evitar la compresión de los racimos; no dejar las cajas al sol; mantener las condiciones adecuadas durante la conservación frigorífica (0 ºC y 90 por ciento a 95 por ciento de humedad relativa) y no interrumpir la cadena de frío durante la conservación, transporte y comercialización del producto”.
Para mejorar el posicionamiento de la uva de mesa argentina en los principales mercados es fundamental ofrecer productos inocuos y de excelente calidad. En los últimos años, el concepto de calidad ha evolucionado y “el consumidor espera que la fruta que va a ingerir no ponga en riesgo su salud y posea determinadas cualidades nutricionales y sensoriales –olor, color, sabor y textura–. Si no alcanza el nivel esperado, la rechaza”, indicó la especialista.
La producción de uva de mesa en la Argentina es una actividad de gran potencialidad debido a la creciente demanda de países importadores de frutas y hortalizas frescas, como los de la Unión Europea, Japón, China, los Estados Unidos y Brasil. Según cifras del Instituto Nacional de Vitivinicultura, San Juan es la principal provincia productora de uva para consumo en fresco, con un área cultivada de 9099 ha. Le siguen en orden de importancia Mendoza, con 1257 ha, y Río Negro, con 334 ha.
En la actualidad, el Laboratorio de Poscosecha del INTA Mendoza –bajo la coordinación de María Laura Rivero– junto a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (Anpcyt) y empresas exportadoras de la región, llevan adelante el proyecto optimización del proceso poscosecha, para asegurar la calidad e inocuidad de uva de mesa para exportación.
Según Quiroga, además de identificar causas de pérdida de calidad y puntos críticos de control en el manejo poscosecha, el objetivo del proyecto es “desarrollar alternativas tecnológicas para la mejora continua y capacitar a los recursos humanos afectados en el proceso”.
Fuente: Presidencia de la Nación (Secretaria de Medios)
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