Por José Urtubey para LA NACION (*)
En mayo pasado se realizó en Tokio la 51° Reunión Anual del Comité Asesor en Materia Forestoindustrial de FAO. Los temas tratados en esta reunión ponen en manifiesto que la foresto-industria es considerada estratégica en el mundo. Las principales hipótesis de riesgos a futuro tienen al sector forestal como protagonista clave. La capacidad de absorción de gases de efecto invernadero de los árboles los convierten en un elemento mitigador del cambio climático; la capacidad de proveer energías renovables a través de la celulosa y la madera los ponen como alternativa en la matriz energética futura.
La función que pueden cumplir de restituir y proteger suelos y cuencas de aguas, así como la capacidad de recuperar ecosistemas dañados, ubican a la forestación como herramienta de gestión ambiental. Los problemas de escasez, intensidad en uso de energía (huella de carbono) y capacidad de reciclaje de materiales no renovables posicionan a la madera como una materia prima vital para sustituirlos.
En un mundo en el cual la restricción energética es el cuello de botella para el crecimiento, el sector foresto-industrial se presenta como una alternativa viable para la creación de empleo y desarrollo regional. Por ello es considerado un recurso estratégico para la humanidad.
Esa madera no puede provenir exclusivamente de los bosques nativos, que continúan perdiendo superficie en el mundo. Se proyecta que los bosques cultivados irán ganando participación como proveedores de fibra. En este contexto, la Argentina posee un fuerte potencial y se encuentra dentro de la región con mayores ventajas para el crecimiento de bosques de cultivo. Hoy el país cuenta con 1,2 millones de hectáreas de bosques cultivados y podría llegar a casi 5 millones sin competir con otra actividad.
Argentina tiene sobreoferta de madera proveniente de bosques cultivados. Se producen aproximadamente 20 millones de metros cúbicos de fibra al año, de los cuales sólo se industrializa la mitad. Se calcula que hay alrededor de 2,5 millones de metros cúbicos de residuos provenientes de raleos forestales y aserraderos que tampoco tienen salida comercial. A pesar de contar con el recurso disponible, el país tiene un déficit. Las exportaciones del sector han llegado a los US$ 1000 millones y las importaciones rozan los US$ 1700 millones, lo que muestra un déficit de la balanza comercial de US$ 700 millones, debido en un 80% por la importación de papel.
¿Cuánto perdemos por no industrializar el recurso disponible?
Industrializando la mitad de lo que se produce hoy, el sector aporta al 2,6% del PBI. Bien podría estimarse que se puede llevar ese aporte al 5% del PBI y más que duplicar las exportaciones. Si tenemos en cuenta que en unos 10 años se podría duplicar la superficie forestada y si esta se industrializa eficientemente, podemos afirmar sin temor que la Argentina tiene un futuro como un actor global foresto-industrial.
Para ello, se necesitan inversiones en forma urgente. Actualmente, hay materia disponible para proveer fabricas de pulpa y papel, de paneles, de pellets, usinas termoeléctricas de biomasa para uso de residuos, decenas de aserraderos, empresas de producción de muebles, aberturas, viviendas, etc.
El sector foresto-industrial debe ser considerado y tratado como un área estratégica del país. La Argentina cuenta con una ley de promoción de los bosques de cultivos (ley 250.80) que ha sido prorrogada hasta el año 2019. Debemos complementarla con una política de inversiones que ponga en valor el recurso creado con los fondos de la sociedad. No hacerlo es privar de empleo y oportunidad a provincias como Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Neuquén, Buenos Aires y al efecto multiplicador de la industria en todo el país. El momento es ahora.
(*) El autor es miembro del Comité Asesor de la FAO en Foresto-industria
El autor cita uno de los problemas. Un plan a 10 años se escapa a la visión de los que sólo se preocupan por las próximas elecciones.
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