jueves, 27 de mayo de 2010

Avance del crimen organizado

Editorial I del diario La Nación
La corrupción, la falta de controles y la inoperancia judicial tornan a nuestro país territorio fértil para este flagelo
El crimen organizado es una realidad concreta que despliega sus garras en distintas latitudes a lo largo y ancho del mundo. La peor actitud que se puede asumir es negar su existencia, dado que eso le permite abrir más fácilmente las puertas para su instalación, actuación y consolidación.

El crimen organizado se vale para sus propósitos de conductas ilícitas de neto corte transnacional, como son la trata de personas; el tráfico de estupefacientes y de armas; el lavado de activos, y la corrupción, entre muchas otras. Sus objetivos son la concentración de divisas, la legitimación en el mercado y la puja de poder con el Estado, poniendo en crisis el ejercicio monopólico de la fuerza que a él le reconoce la sociedad, carcomiendo así las bases mismas de la institucionalidad y de la vida en sociedad. Para ello, el crimen organizado elige los países en los que le resulta más atractivo y rentable llevar a cabo sus siniestros objetivos. De tal manera, priman en su elección aquellos donde existan mayores índices de corrupción, pobreza, exclusión y carencia de controles fiscales, jurídicos e institucionales.

El crimen organizado no escatima esfuerzos, y así como erradica con la más variada gama de hechos violentos a todo aquel que se oponga o estorbe en su camino también sabe allanarlo comprando voluntades y, lo que es más peligroso aún, colocando funcionarios leales a su causa. A su vez, con el volumen impresionante de dinero que obtiene de sus acciones ilícitas, el crimen organizado desarrolla su ingeniería para proceder a legitimar tales activos, con lo cual despliega otra de sus peligrosas facetas sobre la sociedad, destruyendo el mercado, el valor de la moneda, la justicia y la competencia leal.

De esa forma, una actividad ilícita organizada que se nutre de la pobreza, la exclusión, la ausencia de controles y que provoca muerte, corrupción, competencia desleal y destrucción de la institucionalidad de un Estado resulta un enemigo invisible, pero concreto de cualquier sociedad. La gravedad de la existencia del crimen organizado ha movilizado la conciencia del concierto de las naciones a través de la suscripción de tratados regionales e internacionales para enfrentar sus acciones e investigar y castigar sus conductas.

Sin embargo, no se puede negar que muchas veces el crimen organizado logra la impunidad a través de la resolución rápida de las causas en contra de sus integrantes a partir de jueces, fiscales, policías, inspectores o funcionarios corruptos que actúan en su favor movilizados por las enormes ganancias espurias que les son otorgadas. A partir de la experiencia internacional, el contexto descripto permite concluir que nuestro país no está lejos de la influencia de este flagelo y de su instalación entre nosotros.

La extendida corrupción, la destrucción de la mayoría de los organismos de control o el entorpecimiento intencional de su normal funcionamiento, el incremento de la pobreza y la inseguridad reinante son variables más que tentadoras para que hayamos sido elegidos como destino de actuación de la criminalidad organizada. La falta de una legislación precisa en la materia, la carencia de recursos adecuados para la investigación de este tipo de organizaciones, la descoordinación de las agencias del Estado en la prevención, persecución y represión de sus conductas y la connivencia de distintos estamentos, que deberían estar comprometidos en su lucha, crean un terreno fértil para que este cáncer esté creciendo en nuestro país.

Los hechos de terrorismo internacional sufridos, el incremento del tráfico de estupefacientes y de armas, la aceleración de casos de posibles víctimas de tráfico de personas, los asesinatos por encargo y los escándalos de corrupción son claros botones de muestra de ello. La ausencia de condenas por lavado de dinero, enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos o corrupción es otra demostración más de la existencia de una legislación meramente simbólica y de agencias del Estado atrofiadas, cómplices o inútiles.

Resulta imperioso que esta realidad sea atendida con la gravedad que conlleva para detener el avance del crimen organizado, porque una vez que logre instalarse y consolidarse en las entrañas mismas del Estado y la sociedad y extienda sus tentáculos en la actividad económica del país, no sólo se pondrá en jaque la vigencia de las instituciones, de la economía y de su moneda, sino que la vida misma perderá todo valor absoluto.

Mas información: http://desarrolloydefensa.blogspot.com/2008/04/qu-es-el-crimen-organizado.html

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