Guillermo Moreno está preocupado. Habiéndose informado de que la siembra del trigo podría ser este año la peor de la historia, impulsó un acuerdo de emergencia con los exportadores de granos para que compren un millón de toneladas con el objeto de evitar un descenso de la producción que nos dejaría al borde del desabastecimiento.
La conducta de Moreno es típica del populismo. Lo primero que hizo fue asegurar compulsivamente que el pan, la carne y la leche no faltaran en "la mesa de los argentinos". Pero al hacerlo se olvidó que también los productores necesitan un horizonte de rentabilidad. Como los productores dejaron de sembrar, ahora el Gobierno apela a medidas de emergencia. Es el carro delante del caballo. Cuando cunde el desaliento ante la ausencia de una política "general" destinada a aumentar la producción, se acude a medidas "de excepción". Pero el problema no son las excepciones. El problema es la ausencia de la regla general que las volvería innecesarias.
La filosofía del populismo proviene de la idea de que la economía es un "juego de suma cero". Si algunos ganan, es porque otros pierden. Si gana el campo, pierde "la mesa de los argentinos". Si gana "la mesa de los argentinos", pierde el campo.
Moreno y los suyos no alcanzan a percibir que la economía no es un juego de suma cero sino un juego de suma positiva. Cuando algunos ganan más que antes, como le ocurría al campo, existe la opción de hacerles ver que, habiendo ganado más, ahora les conviene invertir más para producir más. Este círculo virtuoso pudo completarse como siempre ocurre en los procesos de desarrollo: cuando hay más producción finalmente los precios bajan, pero no porque lo imponga el Moreno de turno sino porque hay más oferta en el mercado. Mientras este círculo virtuoso se completa, siempre se puede subsidiar transitoriamente al consumo.
Este no es un secreto. Es lo que han hecho Brasil y Uruguay, que han aumentado vigorosamente sus exportaciones agropecuarias abasteciendo además a sus consumidores a precios razonables. Pero, puesto ante la falsa opción entre los productores y "la mesa de los argentinos", el Gobierno cree haber arbitrado en favor del pueblo cuando lo que está consiguiendo en realidad es que, ante el inminente desabastecimiento, tanto los productores como el pueblo salgan perdiendo.
Habiéndose planteado el falso dilema de exportar o "vivir con lo nuestro", el Gobierno no está cumpliendo ninguna de estas dos consignas porque, si cerramos el horizonte de los productores, tampoco tendremos los niveles de consumo que todos queremos. Esta lección elemental, ¿la aprenderá alguna vez el Gobierno?
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