Por Miguel Gonzalez
El astillero DCNS intenta frenar como competidor a su socio Navantia
A las intensas y amistosas relaciones entre España y Francia, consagradas con la visita de Estado del matrimonio Sarkozy a comienzo de la semana pasada, les ha salido una china en el zapato. Una china de 1.700 toneladas, que es el peso que desplaza cada uno de los submarinos Scorpène, construidos por los astilleros franceses DCNS y los españoles Navantia.
El Scorpène es el mayor proyecto bilateral en el campo de la industria de Defensa y, quizas el único producto industrial de alto valor tecnológico que se exporta bajo la etiqueta "hispano-francés". Y con un éxito nada desdeñable. Chile fue el primer cliente de este modelo, con dos submarinos que ya navegan: el O'Higgins y el Carrera. Le han seguido Malasia, con dos unidades; India, con seis; y Brasil, que acaba de encargar cuatro. Los sumergibles chilenos se vendieron por más de 300 millones de euros, igual que los de Malasia; mientras que los indios (construidos en unos astilleros locales) rondan los 2.000 millones.
El astillero DCNS intenta frenar como competidor a su socio Navantia
A las intensas y amistosas relaciones entre España y Francia, consagradas con la visita de Estado del matrimonio Sarkozy a comienzo de la semana pasada, les ha salido una china en el zapato. Una china de 1.700 toneladas, que es el peso que desplaza cada uno de los submarinos Scorpène, construidos por los astilleros franceses DCNS y los españoles Navantia.
El Scorpène es el mayor proyecto bilateral en el campo de la industria de Defensa y, quizas el único producto industrial de alto valor tecnológico que se exporta bajo la etiqueta "hispano-francés". Y con un éxito nada desdeñable. Chile fue el primer cliente de este modelo, con dos submarinos que ya navegan: el O'Higgins y el Carrera. Le han seguido Malasia, con dos unidades; India, con seis; y Brasil, que acaba de encargar cuatro. Los sumergibles chilenos se vendieron por más de 300 millones de euros, igual que los de Malasia; mientras que los indios (construidos en unos astilleros locales) rondan los 2.000 millones.
Los padres del Scorpène están, sin embargo, en trámite de divorcio. Y no precisamente amigable: DCNS (la compañía fruto de la fusión del astillero público DCN y de la división naval del grupo privado Thales) ha presentado una demanda ante el Tribunal de Arbitraje de París en contra de su socio español. No sólo pretende disolver la sociedad conjunta constituida con el astillero español Navantia para comercializar el Scorpène sino que, para justificar la abrupta ruptura, le acusa de plagio. El origen de este litigio, que podría tener nefastas consecuencias para españoles y franceses en el mercado internacional de submarinos, se remonta a la decisión del último Gobierno de Aznar, ratificada por Zapatero, de equipar al futuro submarino de la Armada española, el S-80, con el sistema de combate de la firma estadounidense Lokheed Martin, en vez del francés.
La decisión cayó como un jarro de agua fría en Francia, que daba por descontado que el S-80 sería un submarino hispano-galo, y quizá por eso no se esforzó demasiado con su oferta, según los expertos. Pero el clima se deterioró aún más cuando Navantia presentó el S-80 en algunos concursos, como el de Turquía, donde DCNS aspiraba a vender su modelo Marlin. Fuentes españolas aseguran que Francia no tenía ninguna posibilidad de ganar el contrato, debido a su enfrentamiento con el Gobierno turco por el genocidio armenio, pero al final el gato se lo llevó al agua un tercero: el astillero alemán HDW.
Navantia niega que haya copiado tecnología del Scorpène, -"son dos productos muy diferentes, empezando por su envergadura", alegan, tras recordar que el S-80 tendrá 2.300 toneladas-, aunque lógicamente el know how adquirido por los ingenieros navales españoles en cada programa se incorpora al siguiente. Cualquiera que sea el resultado del litigio, lo que es seguro es que será largo, caro y perjudicial para ambos.
Por lo pronto, para la exportación del S-80, que Navantia está intentando vender a Australia y quiere promocionar en Noruega, India y Singapur. Una disputa en los tribunales no es la mejor tarjeta de presentación. Pero también para DCNS, que aún no ha acordado con Navantia los términos del contrato con Brasil. Aunque Francia construye la mayor parte del submarino (65% frente al 35%), la propiedad intelectual pertenece a partes iguales a las dos compañías. "En caso necesario, Navantia está dispuesta a ejercer sus derechos ante todos los organismos que sea necesario", asegura un portavoz del astillero español, que ha estudiado la posibilidad de responder a DCNS con una demanda de retorsión.
No obstante, consciente de que ese camino puede suponer la DMA (Destrucción Mútua Asegurada, en terminología de la guerra fría), España prefiere un acuerdo amistoso, que podría facilitar el reciente cambio de Jean-Marie Poimboeuf por Patrick Boissier al frente de DCNS.
Los expertos consultados creen que el objetivo de la demanda contra Navantia es dificultar la aparición de un competidor en el mercado internacional de submarinos y renegociar desde una posición de fuerza su participación en el S-80, una vez excluido el sistema de combate.
Fuentes de Defensa han indicado que, tras la cumbre hispano-francesa, se ha creado un grupo de trabajo entre las respectivas direcciones generales de armamento para explorar la cooperación en proyectos de submarinos y, en particular, en el S-80. "La retirada de la demanda", indicó la misma fuente, "sería un gesto de buena voluntad".
Fuente: ELPAIS.com
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