martes, 14 de abril de 2009

Terrorismo: regreso de los viejos modelos

Por Claudio Fantini *- Revista Noticias
La crisis global influye en todas las áreas. También en los grupos terroristas. Por qué el separatismo vuelve a tener vigencia.
Algunos servicios de inteligencia lo daban por muerto. Tantas veces en los últimos tiempos habló su mano derecha en lugar de hacerlo él, que muchos agentes y estrategas, tomando en cuenta operaciones y bombardeos cuyos resultados son imposibles de verificar, lo imaginaban sepultado en alguna cueva inaccesible del Hindu Kush o entre los escombros de una casa atacada en alguna aldea remota del Baluchistán. Pero la voz de la cinta, en coincidencia con el movimiento de labios, parece desmentir la sensación generalizada en el mundo del espionaje que ha infiltrado hasta las piedras en Asia Central. El que habla es Osama bin Muhamad bin Awhda bin Laden.

Saben los agentes del ISI y la Muhabarat (principales servicios de inteligencia paquistaníes) que, aunque entregada ahora, la grabación puede ser vieja y realizada de modo tal que su mensaje parezca actual. Pero el jefe de Al Qaeda habla de un tema inequívocamente actual, porque exhorta a los somalíes a luchar contra Sharif Sheik Ahmed, el islamista moderado que intenta consolidarse como autoridad en ese territorio baldío de Estado y gobierno, donde la ley se dicta con ráfagas de Kalashnikov y la única producción es la de los piratas en el Golfo de Adén.

Al parecer, la crisis financiera no sólo puso a la globalización en retroceso hacia el ensimismamiento del Estado proteccionista, sino que también puso al terrorismo globalizado en retroceso hacia los viejos modelos del terrorismo independentista, o sea circunscripto a un territorio nacional.

Eso insinúa el resurgir del Euskadi Ta Askatasuna (ETA)cuando languidecía en vías de extinción. Después de años de aparecer en los diarios sólo por las capturas de sus jerarcas, la ETA volvió a matar.

Más curiosos aún fueron los atentados en Irlanda del Norte, donde ya se había desarmado el Irish Republican Army (IRA) en virtud de los Acuerdos del Viernes Santo. Por ese pacto lucubrado por el norteamericano George Mitchell, en el gobierno del Ulster conviven los antiguos enemigos: el líder unionista de los protestantes, Ian Paisley, y el ex comandante del IRA Martin McGuinness. Los asesinatos de un policía y de dos soldados marcan la reactivación del grupo que había sido desarmado, o bien el surgimiento de una nueva banda terrorista que usurpa la sigla de la vieja organización armada de los católicos.


Las señales de resurgimiento que dio el terrorismo separatista vasco y norirlandés, aparecen justo cuando algunos signos insinúan un debilitamiento del terrorismo global que reinó durante estos años. El último de esos signos es el llamado de Osama Bin Laden a los islamistas africanos, para que combatan hasta eliminar al fundamentalismo moderado que intenta gobernar Somalia.
La exhortación del saudita más buscado por los aparatos occidentales de inteligencia demostraría que está vivo, pero también que su red terrorista se encontraría en estado agonizante.


La violencia en Somalia es mutante, lo que no se modifica es que Estado y Gobierno siguen baldíos desde la caída de Siad Barre en 1991. Primero pelearon entre sí los “señores de la guerra”, versión envilecida y vulgar de los samuráis medievales, con bestiales especímenes como Farha Aidid, que alimentaba su ejército privado con la ayuda humanitaria de la ONU.
Después surgieron las milicias de los Tribunales Islámicos y vencieron a los “jeques laicos”, intentando construir un Estado bendecido por Al Qaeda e inspirado en la milicia de los turbantes negros que reinó en Kandahar. Pero cuando los jueces ultraislamistas intentaron imponer una sharía (ley coránica) como la del régimen talibán, Etiopía invadió y los sacó de Mogadiscio.

En Somalia, la constante es una sociedad atomizada en tribus y clanes a su vez divididos hasta el infinito. La ausencia de poder gubernamental y de leyes hizo proliferar la piratería que domina el Mar Arábigo, desde el Golfo de Adén hasta el Estrecho de Ormuz.

Los suculentos rescates no sólo mantienen los poderes establecidos en Somalilandia y Puntlandia (región que está en el Cuerno de África propiamente dicho), sino que también sostiene al líder de Al Qaeda en Irak, Abú Hamza al Muhajir y financia el terrorismo salafista del Magreb.

Por eso Bin Laden exhortó a los islamistas africanos a declarar la guerra al actual proto-gobierno somalí. Entendió que Washington está aplicando el criterio con que el general David Petraeus logró sacar a Irak del pantano en que lo habían enterrado Donald Rumsfeld y Paul Bremen: tejiendo alianzas con los jefes baasistas y los fundamentalistas sunitas moderados.

Esa política más flexible y eficaz se ensaya también en Afganistán, donde la OTAN ya dialoga con talibanes menos fanatizados; mientras que en Somalia se está aplicando en favor de la autoridad que intenta establecer Sharif Sheik Ahmed. Este jeque, que estudió en Trípoli y maneja varios idiomas, fue el juez del Tribunal Islámico que rigió en la ciudad de Jowar, pero desde que aglutinó a los moderados y negoció con Washington y con Adís Abeba el apoyo a su gobierno y la retirada del ejército etíope, la Unión de Tribunales Islámicos (UCI en su sigla en inglés) se partió en dos.

Fue así como surgió Al-Shabab, el brazo armado de Asmara, que es el ala radical que ha entrado en guerra contra los fundamentalistas moderados, recibiendo armas y dinero de Eritrea, el país que nació de una escisión de Etiopía (?).

El maniqueísmo neocon plasmado en el “eje del mal”, ha cedido paso a una mirada inteligente que permite a los Estados Unidos diferenciar al ultraislamismo de los fundamentalistas moderados. Sucede que sólo el fundamentalismo moderado, como el que gobierna Turquía y el que hace oposición en Marruecos, detiene el avance del ultraislamismo.

Por eso Obama cambió el eje de la política norteamericana en Somalia. A su vez, el jeque Sharif Sheik Ahmed entendió que el error de la UCI en el 2005, que abrió las puertas a la invasión etíope, fue aplicar una rigurosa sharía que prohibió el cine y el kat, esa droga local que usan los somalíes para perder el temor a la muerte.

El pueblo se volvió decididamente contra el poder islamista cuando prohibió también la televisión y el fútbol, para colmo en el mes del mundial de Alemania. Fue entonces cuando empezó a dividirse la Unión de Tribunales Islámicos, quedando por un lado los moderados y por otro los fanáticos. El integrismo suave de Sharif comenzó a construir autoridad negociando el repliegue del ejército de Etiopía. Ahora quiere consolidarse impulsando una sharía tenue que no elimine cine ni televisión, y que no encapuche a las mujeres con la burka afgana.

Osama Bin Laden entendió lo que está ocurriendo, por eso puso en el cielo el grito de la Jihad. Sabe que si el fundamentalismo moderado se consolida con apoyo etíope y norteamericano, la piratería dejará de financiar a los aliados de Al Qaeda. Y además fortalecerá al Partido Justicia y Desarrollo marroquí, emparentado con el fundamentalismo moderado que, con Abdulá Gül y Recep Erdogán, gobierna exitosamente en Turquía.

Al jeque Sharif Sheik Ahmed no le será fácil vencer a la milicia Al-Shabab, porque sólo cuenta con un desprolijo ejército que ni siquiera es propio sino de la Unión Africana. Pero, si lo consigue, el terrorismo global habrá dado otro paso en retroceso. La gran pregunta es si ese retroceso está emparentado con la marcha atrás de la crisis financiera que parece retrotraer al mundo, desde la economía global, a las economías cerradas del Estado proteccionista.

Sucede que el surgimiento de la devastadora red de células dormidas, ocurrió junto con la irrupción de la aldea global. Ergo, su marcha atrás podría implicar el resurgimiento del terrorismo separatista. Pero no es eso lo que creen Rodríguez Zapatero y Martin McGuinness.
Posiblemente no se equivoquen al considerar que lo que queda de ETA y del IRA no es más que mafias locales con camuflaje independentista. Al fin de cuentas, el negocio de la violencia no se acaba fácilmente.

Bien lo sabe el hombre que nació en Derry, que comandó a los republicanos que ponían bombas en Belfast y hundieron el yate de Lord Mountbatten, y a quien los acuerdos del Viernes Santo pusieron a gobernar el Ulster junto con el archienemigo de los católicos.
*Periodista y politólogo

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