Los productores lecheros adoptan distintos sistemas intensivos en respuesta al avance de la agricultura sobre superficies que antes se dedicaban a la ganadería; es una salida para enfrentar la baja de los precios y la suba de los costos
El incremento del valor de la tierra y el avance de la agricultura sobre hectáreas dedicadas a la ganadería configuran un escenario cada vez más obligado para la lechería: la intensificación.
Es una tendencia mundial, y también sucede en la Argentina. Los productores lácteos cambian los sistemas extensivos, basados en pastoreo, por los intensivos de alta suplementación de sus vacas, que buscan aumentar la carga animal por hectárea.
En la cuenca lechera cordobesa, algunos tamberos mostraron a LA NACION su estrategia. Sistemas de corral seco, estabulados, tambo rotativo calesita, riego suplementario o recría intensiva: no hay una receta única; las alternativas para hacer más competitiva a la lechería son variadas.
Intensificar implica hacer un excelente uso de los recursos que se tienen: suelos, instalaciones, forrajes, vacas, personal, administración, etcétera. La elección de la forma depende de las debilidades y fortalezas de cada establecimiento. Hay que tener en cuenta el personal con que se cuenta, el clima, los suelos, la inversión inicial y los costos operativos que demandará.
"Es un proceso que en la Argentina arranca con más demora. El panorama en el corto plazo es incierto y los productores tienen temor de hacer inversiones importantes", dijo Ezequiel Cabona, presidente de la firma DeLaval Bosio.
En la Argentina, el promedio nacional de producción de un tambo por hectárea es de 5200 litros de leche anual, con una carga de 0,8 vaca por hectárea y un rendimiento individual diario de 18,8. En un sistema intensivo, hay una producción anual por hectárea de 15.000 litros, con una carga animal de 1,7 vaca por hectárea y un rendimiento individual de 25 litros diarios. El precio controlado por litro de leche que recibe el productor, la suba de insumos y las retenciones a las exportaciones se conjugaron con el avance de la agricultura para cambiar la ecuación de los tambos. Corral seco con pendiente
En Las Varillas, Córdoba, Mariano Truccone apostó a un sistema de corral seco en el establecimiento Laguna de Vaca. Es un corral único y las vacas ya no tienen que rotar por los potreros; y es "seco" porque hay pendiente en el suelo que evita que se produzca barro.
"La premisa de este tambo era liberar superficie para la agricultura y aumentar la carga animal para hacer al tambo más eficiente", dijo Truccone.
El objetivo de duplicar la carga animal ya se logró: actualmente tienen 1,85 vacas por hectárea. Ahora, aspiran a lllegar a 2,5 vacas por hectárea, una vez que se estabilice el régimen de lluvias.
"Estos sistemas son mucho más rentables pero hay que tomar la decisión de invertir", opinó Trucone y contó que hubo un importante costo por el movimiento de tierra. En total, calcula que hubo una inversión de $700 por vaca. "Ya empezamos a ver los resultados con las 200 hectáreas que se liberaron para la agricultura", agregó.
Los primero a tener en cuenta para este sistema es la pendiente en el terreno. Hernan Re, veterinario asesor, explicó: "La pendiente evita que las lluvias lo transformen en un corral normal donde se producen pisaderos". En la que solía ser la zona más baja del campo de los Truccone, donde frecuentemente se producían inundaciones, se obtuvo, a partir del movimiento de tierra, una altura de 1,15 metro en el pasillo central con pendientes hacia ambos lados.
Se hicieron dos corrales de 60 metros de frente, por 100 de fondo, a cada lado de la calle central.
Los comederos son frontales y, a causa del pisoteo intenso, se hizo una base de cemento de cuatro metros para que la vaca se posicione. Se deposita el alimento sobre el suelo en un ancho de no más de un metro. "Con este tipo de comederos las vacas comen en su posición natural, esto favorece el flujo de saliva y un ambiente ruminal más saludable", dijo Re.
Los comederos son frontales y, a causa del pisoteo intenso, se hizo una base de cemento de cuatro metros para que la vaca se posicione. Se deposita el alimento sobre el suelo en un ancho de no más de un metro. "Con este tipo de comederos las vacas comen en su posición natural, esto favorece el flujo de saliva y un ambiente ruminal más saludable", dijo Re.
En cada corral hay un tinglado para darle sombra a los animales. Si bien la media sombra podría haber sido una opción menos costosa, no era lo más recomendable para esta zona por los fuertes vientos. "La orientación de norte a sur es importante por el sentido de rotación de la sombra", destacó Re y explicó que la distancia entre la sombra y los comederos no debe ser mucha porque las vacas en verano prefieren la sombra a alimentarse, y esto hace bajar la productividad.
Para definir el tamaño de los corrales secos se debe calcular entre 50 y 70 metros cuadrados por vaca. Las pendientes ideales son del 2 al 4% , con pisos compactados. Si existe un buen trabajo de compactado que limite la infiltración, la pendiente se puede reducir al 1 o 2%. Este tipo de sistemas es para zonas con lluvias menores a los 500 milímetros anuales ya que demandan un gran mantenimiento de pisos y accesos.
Las vacas al galpón: el estabulado
"La nueva tecnología acorrala a la lechería pero le da una nueva oportunidad": esta fue la consigna de la que partió Enrique Piatti intensificar su tambo. El sistema de estabulado consiste en encerrar las vacas directamente en grandes galpones donde se les provee un ambiente limpio, seco y confortable; y donde se pueden mover libremente.
"La nueva tecnología acorrala a la lechería pero le da una nueva oportunidad": esta fue la consigna de la que partió Enrique Piatti intensificar su tambo. El sistema de estabulado consiste en encerrar las vacas directamente en grandes galpones donde se les provee un ambiente limpio, seco y confortable; y donde se pueden mover libremente.
El objetivo de Piatti es poder liberar, al cabo de dos años, unas 400 hectáreas para la agricultura. El tambo está ubicado a 15 kilómetros de Sacanta, en el sur de Córdoba, y es uno de los primeros en adoptar este sistema en el país. "Quién tome la decisión de hacer un establo y encerrar a sus vacas va a notar la diferencia", sostuvo Piatti. Encerrar a las vacas para producir más dinero significó una inversión inicial. Y además, hay que sumarle, en esta carrera de conseguir la máxima producción posible, un aumento en los costos de alimentación y el cambio en el paquete tecnológico. Claro, estas inversiones están expuestas a los riesgos climáticos. El galpón de Piatti fue volado por un huracán meses atrás, pero será repuesto próximamente. Aunque no tiene techo, el estabulado sigue en pie.
La estructura tiene un largo de 100 metros y en sus laterales hay 160 camas de arena. Las camas se pueden hacer también con estiércol seco o cáscaras de arroz. "Hay que usar barras a la altura de la cabeza para evitar o reducir heces y orina sobre las camas", recomentó Piatti. Para aliviarle el calor a los animales, se utilizan ventiladores y rociadores. La orientación este-oeste es clave en la construcción de los galpones, para aprovechar la sombra y facilitar la ventilación.
"La única posibilidad de disminuir los costos de alimentación es aumentar al máximo la producción de forraje por hectárea", opinó Piatti. Para él, la rotación ganadera ya no es viable. La nueva rotación consiste en un 10% de la superficie total con alfalfa; y del 90% restante, un 50% de rotación agrícola para ensilado y un 50% para la agricultura. Piatti explicó que esto permite conservar la humedad y recuperar la estructura física del suelo.
"El mejor productor de leche del futuro será el mejor agricultor", concluyó, pragmático, Piatti.
Foto: Irma Montiel
Fuente: Por Emilia Subiza Diario La Nación
Fuente: Por Emilia Subiza Diario La Nación
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