Por Juan Kestelboim, de http://www.antartidaabierta.com/
Son las tres de la mañana y el barco está a punto de atravesar el límite formal de la Antártida. Se suponía que llegaría siete horas antes, pero la nave avanza lento. Los tripulantes se tranquilizan evocando la fábula de la liebre y la tortuga
Foto: El carguero ARA Canal Beagle en Bahía Esperanza
El ARA Canal Beagle es un forastero en aguas antárticas, un barco sin refuerzos contra el hielo y con el puente de comando a casi cien metros de la proa. La campaña del año pasado fue su debut y, en esta temporada, va por su segundo viaje a los mares helados. Sus tres bodegas repletas de carga para abastecer a las bases llevan, entre otras cosas, los materiales para reconstruir la Escuela 38 de Base Esperanza.
En medio de la madrugada, Cristian Vaca Stahlschmidt hace guardia en el puente. Es el oráculo de a bordo, el meteorólogo. Antes de tomar decisiones, el comandante lo consulta. Hace casi dos años, en abril de 2007, Cristian leía los indicios del tiempo en el último viaje del ARA Almirante Irízar. El día del incendio, anochecía y una periodista invitada preparaba una cena mexicana cuando por los conductos de ventilación empezó a salir humo.
Allí también estaba otro tripulante del Beagle, el cabo principal Sebastián Stoyanovich. Como hombre máscara, fue uno de los primeros en cambiarse y alistarse para la emergencia. Después del abandono pasó ocho horas en un bote salvavidas esperando el rescate mientras sacaba el agua que le llegaba hasta la cintura con sus borceguíes. "Al otro día se drogó M......y se olvidaron todos, en este país se olvida muy rápido", se lamenta.
Mientras veía cómo se incendiaba el Rompehielos, Stoyanovich pensó en las personas que viven en las bases, en cómo volverían a sus casas. Desde la campaña pasada, la logística antártica apeló a nuevos medios.
Este año el despliegue incluyó, además del Canal Beagle, cuatro barcos más: dos naves rusas alquiladas especialmente preparadas para relevar a la dotación de la casi inaccesible Base Belgrano II; el buque oceanográfico Puerto Deseado para tareas científicas y el aviso Castillo, una embarcación pequeña y veloz para transporte.
A bordo del Beagle no pasa un día sin que alguien mencione a "El Rompehielos". Diego Sánchez, el comandante, habla del alma de los barcos. Ejemplifica con las grandes batallas marítimas y el golpe anímico que significa la pérdida de una embarcación, una baja moral a veces insuperable.
El Irízar, mientras funcionaba, era la máquina más cara de todo el Estado. Su doble casco lo salvó del hundimiento, pero el casco interno es irrecuperable. Ahora está internado en el astillero Tandanor en Costanera Sur recibiendo cuidados intensivos. Se espera que en 2012 pueda volver al agua, pero los tiempos en el mar son siempre inciertos.
Fuente: Infobae.com
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