miércoles, 3 de diciembre de 2008

Richard Sorge, uno de los mejores espias.

Richard Sorge, para muchos el mejor espía de la Segunda Guerra Mundial, nació en Kaff, una ciudad al sur del Cáucaso el 4 de Octubre de 1895, hijo de madre rusa y de un ingeniero alemán al servicio de una compañía alemana que realizaba obras en los campos petrolíferos de Bakú. Cuando Richard tenía dos años, la familia viajó a Alemania y vivieron en el barrio residencial de Lankwitz en Berlín. Richard era alemán, pero su madre, por medio de historias que le contaba, lo mantuvo estrechamente ligado al país donde nació.

Estudió y se educó en Berlín, donde terminó el bachillerato y posteriormente logró un lugar en la Universidad de Hamburgo . Obtuvo su doctorado Summa Cum Laude en Ciencias Políticas. No obstante, debido a la educación familiar tenía una marcada influencia de la revolución rusa y por tanto una acentuada tendencia izquierdista. Su admiración por la Unión Soviética lo hizo pasar de ser un teórico admirador, a un militante activista en el Partido Comunista Alemán, desde 1925.

En 1926, el Doctor Sorge, estuvo en la Unión Soviética como miembro del partido y fue entonces cuando fue reclutado como agente, actividad a la que dedicó todas sus habilidades, que no eran pocas. Se casó con una bailarina rusa llamada Yekaterina y Nina en el entorno familiar. Un ejemplo de ello, es que él no fue enviado a China, sino que él mismo decidió hacerlo a finales de los años veinte. En China aprendió el idioma y la cultura oriental, todo lo cual le causó mucha satisfacción y hasta llegó a admirar al pueblo chino.

Sorge era una persona muy inteligente, pero descuidado en su apariencia, maloliente, bebedor y fumador empedernido, mujeriego y jugador, un maestro en el disimulo, pero con tal dominio sobre sí mismo que aún estando embriagado jamás pudieron sacarle ninguna confesión o siquiera caer en una infidencia.

Regresó a Alemania con la idea preconcebida de obtener un cargo como corresponsal en algún periódico al que le interesara sus servicios en Oriente. En ese momento, ingresó a las filas del Nacionalsocialismo. Su relación con los servicios secretos rusos continuaba en todo su vigor y él reportaba detalladamente todos sus movimientos. En Berlín conoció al teniente coronel Eugen Ott, quien entonces era agregado militar de Alemania en Tokio y con el que inició una estrecha amistad. El 30 de Julio de 1933 comunicó a sus jefes en Moscú que no podía aseverar que había cumplido con todos sus propósitos, pero que había decidido ir a Japón como corresponsal del Frankfurter Zeitung. Coincidencialmente, el teniente coronel Ott ascendió a general y se convirtió en el embajador de Alemania en Tokio. Ambos, Ott y Sorge, estrecharon aún más su amistad.

Su mayor participación a favor de la Unión Soviética fue el mantener informado a Stalin de los movimientos del ejército japonés y de sus posible actividades en la frontera chino-soviética. El 12 de Mayo de 1941 Sorge le informó a Moscú sobre el inminente ataque alemán con 170 divisiones que se realizaría el 20 de Junio. En realidad la Operación Barbarossa ocurrió el 22. El 14 de Setiembre de 1941, Sorge le informa a Moscú que el gobierno japonés ha decidido no entrar en guerra con la Unión Soviética, aunque sí, que seguirán manteniendo las tropas de ocupación en Manchuria. Pero que, sin embargo, Japón podría comenzar operaciones en Rusia si los alemanes conquistaban Moscú.

Un par de semanas después, hacia fines de Setiembre, reiteraba que Japón no atacaría a la Unión Soviética y por medio de un colaborador, confirmó que las tropas japonesas en Manchuria no hacían movimientos que pudieran indicar un posible ataque a la Unión Soviética, más bien informó que había evidencias de que se retiraban de la frontera soviética. Luego, el 15 de Octubre reconfirmaba, que Japón no atacaría a la Unión Soviética, sino que más bien, estaban planeando un ataque contra los Estados Unidos e Inglaterra.

Tres días después, Sorge fue detenido, pero ya sus informes se encontraban en Moscú. Ante esas evidencias, Stalin ordena el traslado de la mitad de las tropas, que resguardaban la frontera con China, en dirección a Moscú. Poco después y con ayuda del invierno, las fuerzas alemanas son detenidas frustrándose el asalto final a la capital de la Unión Soviética. Debido a ese movimiento de tropas, los alemanes, quienes estaban al límite de su capacidad de aprovisionamiento y totalmente agotadas por el veloz ataque que realizaron, se encontraron con tropas rusas de refresco, las que en mejor estado, pudieron detener el ataque y rechazarlo. Incluso, patrullas alemanas lograron estar a la vista del Kremlin, pero definitivamente el asalto final fue cancelado. La suerte estaba echada y el siguiente escalón era Stalingrado donde definitivamente se sella la suerte de la guerra.

Ante la detención de Sorge, el embajador alemán intercede, al no poder creer en las acusaciones de las que era objeto su amigo. El General Ott no podía creer que fuera cierto lo que se decía, porque Sorge le había proporcionado informes secretos de los Japoneses, que éstos habían ocultado a su socio alemán. Por otro lado, el Ministerio de Asuntos Exteriores había verificado siempre, que los informes fueron invariablemente veraces. Pero, por otro lado, Sorge se hizo amigo del secretario del Canciller japonés, quien resultó ser también un admirador del comunismo y quien no tuvo ningún remordimiento en pasarle información secreta, para que fuera a dar a mano de los rusos. Por su parte, a través de ese secretario, Sorge le informaba a los japoneses de todos las movimientos y planes secretos, que el gobierno alemán ocultaba a sus aliados orientales.

Sorge, quien como se sabe, era miembro del Partido Nacional Socialista Alemán, gozaba de plena confianza por parte de los dirigentes y eso se confirma, porque fue invitado a dirigir las actividades del partido en Japón, asignación que fue rechazada por el propio Sorge, puesto que su manera de vivir era contraria a los principios del partido.

El lugar donde Sorge escribía los informes para las tres potencias, era el restaurante Alt-Heidelberg, de estilo alemán, de muy dudosa reputación, con japonesas vestidas a la usanza alemana, con las faldas cortas y los bustos muy elevados. Era un centro de reunión de personas, en especial extranjeros de mal vivir, donde realizaban turbios negocios. En resumen el tipo de local que los japoneses detestaban, aún más, que el que les permitía su natural desprecio por todo lo extranjero.

Sorge, con sus notas, se dirigía a un bosque donde encendía un cigarrillo. Si alguien en la obscuridad hacía lo propio, a cierta distancia, era la señal de que todo estaba en orden. Sorge y el acompañante se dirigían a un barco anclado en la bahía. Entregaba sus notas y abandonaba el barco luego de concertar una nueva cita.

Un día cualquiera, Sorge le entregaba al embajador alemán su informe periódico, en una de las recepciones diplomáticas tal cual era su costumbre. Mientras el General Ott se retiraba a su despacho para redactar su propio informe, basado en los datos proporcionados por Sorge, éste se dedicaba a las damas de sociedad japonesas y luego se retiraba discretamente con una periodista sueca, a quien le entregaba un paquete de fotografías. Luego hábilmente ingresaba a la oficina del secretario, donde cámara en mano fotografiaba los informes secretos de los movimientos navales alemanes. Luego, Sorge se retiraba con la sueca, quien luego se convertiría en su amante.
Lo que fotografió Richard Sorge, fueron las claves de la Kriegsmarine, las cuales descifró en la noche gracias a su habilidad e inteligencia, sumados a su increíble olfato detectivesco. Esa misma clave no había sido descifrada por los japoneses luego de meses de arduo trabajo por especialistas.

Se cree que las actividades de Sorge fueron denunciadas por un miembro de su propio equipo, el Grupo Ramsey, quien los traicionó. Aunque ese hombre no estaba bien enterado de todas las actividades de la organización, sí sabía lo del barco y en consecuencia, fueros asignadas unas patrulleras para que le siguieran el rastro. Luego de confirmar la existencia del buque, y sabiendo de la debilidad de Sorge por las mujeres, los japoneses se valieron de una dama de la sociedad, hija de japonesa e inglés, pero de un patriotismo a toda prueba, para tenderle una trampa.

Un día de Octubre de 1941, Sorge, acompañado de la mujer, se dirigía a su casa, cuando rompió un papel que arrojó por la ventanilla del carro. La dama le dijo, que sólo se podría quedar a dormir con él, si hablaba por teléfono, para avisar a su casa que no regresaría esa noche. Sorge buscó una cabina telefónica, desde donde la mujer informó sobre el lugar donde Sorge había arrojado los papeles.

Al amanecer, la policía irrumpió en la casa donde dormía la pareja. Detuvieron a Sorge, diciéndole a la dama "Señora, ha rendido usted un valioso servicio a la patria." Sorge y su grupo fueron condenados a muerte. No fue aceptada la repatriación a Alemania, puesto que sabía mucho de los propios japoneses y demasiado sobre los rusos, para deshacerse de él. Por esa razón, es posible que no se llevó a cabo la sentencia y en vez de ello se realizaron innumerables interrogatorios. Se corrió el rumor que la dama terminó sus días en un manicomio, pues su vida se convirtió en un infierno luego de que su acción salió a la luz pública durante el juicio de Richard Sorge.

El fin de Sorge es un misterio. Debido a que fue interrogado durante largo tiempo, surgieron muchos mitos. Unos dicen que fue canjeado a los rusos y otros, que fue visto luego de la guerra en Alemania del Este. Richard Sorge fue ejecutado en la horca el 7 de Noviembre de 1944 en compañía de una agente rusa de nacionalidad japonesa llamada Ozaki Hotsumi. Una tumba con su nombre se encuentra en Tama, Tokio. En 1964, Richard Sorge fue declarado héroe de la Unión Soviética.

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