jueves, 31 de julio de 2008

Desarrollo local: Juntos son más fuertes

A los 70 años, Antonio Cabezas decidió asociarse con Jacobo Moya, de 75. Cada uno venía trabajando solo, tras provenir de varias generaciones en sus viñedos de Cafayate. Entendieron que era el único modo de mejorar su situación.

Y vaya si lo lograron. El kilo de uva de 9 centavos llegó a valer 50 centavos y parte de la cosecha fue a su vino Trassoles (Trabajo, Solidaridad y Esfuerzo), base de la Cooperativa de Productores Vitivinícolas de Cafayate que ambos conformaron.

Bebe este vino venero, del Valle Calchaquí, cuando recorra tus venas, te acordarás de mí , dice la presentación propia de una tierra de poetas que incorporó el avance tecnológico en una conjunción con el INTA, entes provinciales y municipales, las bodegas y la comunidad.
Nacida en 2000 se hizo la primera reunión con unos 50 participantes. "Fue una sorpresa, producto de la misma necesidad. No nos alcanzaba ni para los jornales porque nos pagaban 9 centavos por el kilo de uva", recordó a Comunidad el tesorero, Sergio Cisneros. Añadió Luis Fabián, el presidente, el objetivo de que "la uva tuviera un buen precio y también el vino, y que el excedente vaya a los socios. Todo esto para que sus hijos vivan del campo y no lleguen con sus sueños a otros lugares".

El primer año se vendieron 16.000 kilos y de 9 centavos se pasó a 11 centavos. Con el tiempo se llegó a 70.000 kilos a 50 centavos y en 2006 "elaboramos nuestro primer vino marca Trassoles", con 48.000 litros. Tercerizaron el fraccionamiento y la elaboración, pero comenzarán a fraccionar en un local propio. Llevan invertidos $ 230.000 y el año próximo esperan tener la bodega. Necesitan $ 600.000. Son 60 productores del Valle Calchaquí de Tucumán, Catamarca y Salta.

Con reconocimiento legal, incluso de la AFIP, se logró asistencia técnica para las parcelas y mejorar la calidad, dentro de la producción orgánica. Muchos utilizan abono verde y de corral, y laborean en familia en superficies que van de media a tres hectáreas. Algunos utilizan arados tirados por animales.

El intendente cafayateño, Juan Esteban Ocampo, recordó que la Comuna donó un terreno en uno de los accesos para vender sus vinos y apoya la participación en muestras y capacitación. Consultado sobre cómo se venció el individualismo respondió: "Los collas somos así, hay un temor, pero cuando se rompen las barreras lo damos todo" .

El ingeniero Andrés Deymonaz precisó que el INTA se sumó en 2004. Brindó apoyo tecnológico para disminuir la pobreza rural y colaboró con programas para comprar postes, alambres y herramientas, mejorar los viñedos, lograr un subsidio para el galpón. También se gestionan fondos para la bodega. "La Asociación Bodegas de Salta apoya el emprendimiento", remarcó su titular, Osvaldo Domingo, y explicó que el vino tiene dos componentes: la uva y la idiosincrasia de quien lo hace, en este caso los pequeños viñateros.

"La provincia dio un crédito para comprar la cosecha y pagarla de contado, y no en cuotas", dijo la licenciada Graciela Pinal de Cid, ex secretaria de Industria, Comercio y Producción, que presentó la especialización en gerenciamiento de empresas vitivinícolas de la Universidad Católica de Salta en Cafayate.

El entusiasmo es notorio en los socios. Una de ellas, María Marín, dijo que "da fuerza". Con su tía Ramona Cancino, de 82, tiene un cuarto de hectárea "que mis tatarabuelos nos dejaron como herencia". Antonio Cabezas, con 40 años en una parcela, dijo que este emprendimiento lo favorece y que entregará el 100% de su uva. El mismo comenzó con 200 litros y llegó a 4000 por un sistema de venta personalizada, pero fue optimista en el crecimiento cooperativo.

Emy Cutipa comentó que están "en un aprendizaje de lo que nos dejaron nuestros abuelos y la incorporación de nuevas tecnologías"; Jacobo Moya, de 75, fundador y ex vicepresidente, acotó: "Nos reunimos porque necesitamos agua y crecer juntos", y Ramona Colque de Moya destacó la iniciativa del doctor José Gualberto Cabezas, que impulsó la unión porque "nos pagaban muy poquito la uva".
Fuente: Por Carlos Pastrana para el diario La Nación