(Informador Público)
¿Qué falla para que las avionetas clandestinas continúen
ingresando cocaína y marihuana a cualquier hora? ¿Por qué fracasa el
operativo Escudo Norte? Tecnología obsoleta, legislación anacrónica y
redireccionamiento de los recursos, en el centro del debate.
Foto:
Operativos NN. El viernes, Gendarmería halló cinco toneladas de
marihuana en Misiones, aunque no hubo detenidos (Télam).
Aquel acto en Campo de Mayo, Buenos Aires, se celebraba en un clima
de fiesta. Se trataba de la presentación de los “nuevos” radares Rasit
que iban a ser incorporados para combatir los “narcovuelos”. En
realidad, según cuentan personas que participaron de aquella reunión,
los aparatos para seguimiento terrestre ya habían sido utilizados en
1982, en la Guerra de Malvinas. Luego, los dejaron olvidados y recién
muchos años después se acordaron de desempolvarlos. Con un software
especial, los reinventaron para combatir, también, la actividad aérea
ilegal. Pero, pronto, los rostros sonrientes de aquella mañana pasaron a
preocuparse.
“Cuando presentaron estos radares en Campo de Mayo, no detectaban un
helicóptero que volaba a 500 metros. Fue un papelón e intentaron
salvarlo diciendo que se trataba de una falla de la persona que operaba
el radar”, recuerda ahora un asistente a aquel acto.
Corría 2011 y faltaban pocos días para que se anunciara la puesta en
marcha del operativo Escudo Norte, diseñado para contrarrestar los
narcovuelos en el norte del país. A más de dos años de vigencia, sus
resultados son pobres, ya que los aviones continúan descargando cocaína y
marihuana en territorio argentino.
Especialistas que desde hace años investigan el narcotráfico en
Argentina, de diferentes fuerzas de seguridad, accedieron a dialogar con
La Voz del Interior para poner en discusión qué falla en la lucha contra las avionetas que ingresan cocaína y marihuana al país.
Las fuentes advirtieron que no estaban autorizadas de manera oficial
por sus superiores para revelar estas falencias de forma pública, por lo
que sus nombres se reservan en esta nota.
¿Escudo o colador?
Escudo Norte es el nombre con que el Gobierno nacional denominó el
operativo antinarcotráfico implementado desde el 20 de julio de 2011. En
su lanzamiento, se lo presentó como un plan “con el propósito de
incrementar la vigilancia y el control del espacio terrestre, fluvial y
aéreo en las fronteras noreste y noroeste del país”.
“El Gobierno diseñó una estrategia inteligente que echa mano de todos
los recursos de los que dispone el Estado, así como modernos radares
militares, helicópteros, aviones y embarcaciones de los sistemas de
Seguridad y Defensa puestos al servicio de la lucha contra el crimen
organizado”, describió la agencia oficial de noticias Télam.
Y se agregó con optimismo: “Para detectar a los ‘narcos’ (y a
cualquier otro avión que ingrese al país sin informar a las
autoridades), se usan radares militares que permiten la identificación,
el seguimiento y la captura de los mismos, a un alcance de 30
kilómetros. No sólo sirven para detectar intrusiones terrestres o
desplazamientos sospechosos, sino también vuelos a baja altura de hasta
1.400 metros.
La información de estos radares es transmitida a un centro
de control único, ubicado en la localidad bonaerense de Merlo, y es
automáticamente compartida por efectivos militares, la Policía Federal,
Gendarmería, Prefectura Naval y Policía de Seguridad Aeroportuaria. Este
operativo incrementará la capacidad de control aéreo, fluvial y
terrestre de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Formosa, Chaco,
Misiones, Corrientes, La Rioja, Catamarca, Córdoba y Santa Fe”.
A dos días de su implementación, la entonces ministra de Defensa,
Nilda Garré, debió aclarar que las Fuerzas Armadas, encargada de
manipular los 20 radares Rasit (también el operativo contempla la
utilización de radar 3D), sólo se iban a ocupar “de cuestiones
logísticas admitidas en la Ley de Seguridad Interior y que no significa
su involucramiento en la lucha contra el narcotráfico, lo que violaría
la frontera legal que existe entre seguridad interior y defensa
nacional”.
A fines de 2011, se anunció que se había tratado de un año récord en
materia de secuestro de drogas ilegales en el país: 6.306 kilos de
cocaína y 92.615 kilos de marihuana. Sin embargo, la mayor parte de lo
secuestrado había sido en operativos terrestres o en ríos. Por aire,
nada. El denominado “tránsito aéreo irregular” (TAI) no se había visto
afectado por los nuevos controles.
Los resultados, en 2012, fueron más pobres. A través del Escudo
Norte, se logró desarticular el vuelo de tres avionetas ilegales que
iban cargadas con droga. Sin embargo, al ahondar sobre estos casos surge
que los radares y el trabajo coordinado de las fuerzas de seguridad
lejos estuvieron de ser decisivos.
En septiembre, en Clarke, una localidad ubicada 50 kilómetros al
norte de Rosario, aterrizó una avioneta Cessna 206, con matrícula de
Paraguay (aunque le habían puesto encima una de Argentina), cargada con
250 kilos de marihuana. El piloto fue detenido, pero sus cómplices que
aguardaban en camionetas lograron escapar.
En octubre, en El Bobal, 140 kilómetros al norte de Santiago del
Estero, una avioneta con matrícula de Paraguay aterrizó de emergencia en
un establecimiento agrícola, donde los peones rurales atraparon al
piloto y avisaron a la Policía. Llevaba 200 kilos de marihuana.
En tanto, en diciembre, cerca de Rosario de la Frontera, Salta,
aterrizó un monomotor Cessna 210, con matrícula de Bolivia, al parecer
también por problemas técnicos. Dos camionetas se llevaron la carga (se
sospecha que era cocaína) y al piloto. Cuando la Policía llegó al lugar,
alertada por los pobladores, encontró sólo la avioneta abandonada.
“Las incautaciones se practicaron sin ninguna información del Sistema
de Defensa respecto de la existencia de estos TAI, ya que obedecieron a
causas fortuitas y en algunos casos a una gran colaboración de los
pobladores y policías locales”, reconoció un hombre que desde hace
décadas ocupa un lugar central de lucha contra el narcotráfico en una
fuerza de seguridad del país.
Pese a este fracaso, en enero último, el Ejecutivo nacional prorrogó
su implementación hasta el 31 de diciembre próximo. “Ha dado resultados
positivos, por lo que resulta conveniente dar continuidad al mismo, con
el propósito de combatir el delito y la violencia asociados al
narcotráfico en el norte del país”, se justificó.
Cielo sin fronteras
El descontrol aéreo volvió a ser noticia a fines de junio, cuando se
conocieron dos informes muy severos para el país elaborados por las
Naciones Unidas: Argentina es el tercer “exportador” de cocaína del
mundo (pese a que en el territorio nacional no se produce coca), detrás
de Colombia y Brasil, y el primer consumidor de esta droga en América
latina
El pasado martes 16, una avioneta cargada con al menos 178 kilos de
marihuana aterrizó a plena luz del día, cerca de las 14, en un camino
rural ubicado en Villa Colimba, 12 kilómetros al sur de Deán Funes. Se
descubrió porque un peón rural, en tractor, se topó con la aeronave y
avisó a la Policía de Córdoba. Cuando los efectivos llegaron,
encontraron la droga abandonada, pero el piloto hacía rato que había
despegado.
¿Por dónde ingresa tanta droga? Argentina limita con el tercer
productor mundial de cocaína (Bolivia) y con el primer generador
sudamericano de marihuana (Paraguay). El control fronterizo del norte del país se debilitó años atrás
cuando los efectivos de Gendarmería fueron llamados a combatir la
inseguridad en el conurbano bonaerense. “Esa falla –agregó otra de las
fuentes– fue percibida de inmediato por las organizaciones de
narcocriminalidad. Ellos, mediante el apoyo logístico y de seguridad de
sus actores locales, incrementaron sus operaciones en territorio
argentino”.
El informante fue claro: “No hubo una implementación de tecnología de
punta para contrarrestar el narcotráfico en su variante más tenaz: los
vuelos clandestinos”. “Por ejemplo –describió–,
para la puesta en marcha de la operación
Escudo Norte, se readaptaron radares que cuentan con décadas de uso. El
resultado evidente fue el rotundo fracaso, porque las incautaciones
siguieron siendo por investigación criminal, análisis de perfiles de
riesgo, interdicción y no por intervención de los radares. Con el dinero
que se invirtió mal en costear esos radares, se pudo adquirir otro tipo
de tecnología de avanzada y acorde a los tiempos que corren”.
En dos años de operaciones, los radares Rasit nunca detectaron un
solo TAI; sólo hubo informes por vuelos no declarados de fumigadores.
Además, en caso de haberlo realizado, se hubiera topado con un problema
seguro: a diferencia de otros países sudamericanos, Argentina no tiene
ley de derribo que fije los diferentes pasos que se deben seguir de
manera obligatoria para intentar que un avión clandestino cese de volar.
Inteligencia interior
Ante esto, son varios los que sospechan que, detrás de Escudo Norte,
más que combatir a los “narcos” lo que se pretende es desarrollar una
operación encubierta de inteligencia interior. “En realidad, lo que se busca con la investigación de narcotráfico es
realizar tarea de espionaje, de inteligencia interna. Ahora no creo que
lo digan, porque sería contraproducente, pero no sería extraño que en
un futuro anuncien que el Ejército también va a investigar el
narcotráfico, lo que le daría vía libre para hacer espionaje”,
interpretó uno de los especialistas consultados.
¿Cómo es esto? Según esta fuente, involucrarse en las pesquisas de
tráfico de drogas siempre es un buen pretexto para desplegar, en
realidad, tareas de inteligencia interna en el país. “Pantalla” que
suelen utilizar Gendarmería, Prefectura o cualquier Policía provincial.
Ahora, el temor es que las Fuerzas Armadas también se plieguen a esta
práctica.
“Por ejemplo –explicó el especialista–, podrían poner a un grupo del
Ejército en el Centro de Córdoba. Ellos dicen que están siguiendo una
supuesta operación ‘narco’ y nadie les puede preguntar mucho más, porque
no tienen la obligación de revelar el contenido de la pesquisa. Y, en
realidad, capaz que allí estén haciendo seguimientos a políticos, a
organizaciones sociales, a cualquier persona”.
Hoy, el ascenso a jefe del Ejército del general César Milani
representa –según piensan de manera coincidente algunas de las fuentes
consultadas– que desde la Nación pretenden potenciar los servicios de
inteligencia de esta fuerza (que no tiene competencia legal para hacer
este tipo de tareas en el interior del país) en desmedro de la
Secretaría de Inteligencia (ex Secretaría de Inteligencia del Estado,
Side), envuelta en una guerra intestina que nadie se aventura a aseverar
cómo va a terminar.
El repaso es elocuente.
Con tecnología obsoleta, anuncios
rimbombantes contrastados con escasa inversión, una legislación
anacrónica, desconfianza entre las fuerzas de seguridad que deben
trabajar de manera coordinada, recursos redireccionados a otros fines
poco claros, los cielos continúan abiertos para que los “narcos” hagan
del país el paraíso que ellos quieren.
En junio, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) divulgó dos informes sobre drogas muy severos para Argentina.
Ubicó al país como el tercer “exportador” de cocaína y como el primer consumidor de esta droga en América latina. (La Voz)