Mostrando entradas con la etiqueta Conflictos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Conflictos. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de agosto de 2016

Irán se enojó con Rusia y ya no prestará sus bases para los bombardeos contra el Estado Islámico

(Infobae.com) - A Teherán no le gustó el alarde que hizo Moscú sobre el acuerdo y hubo críticas públicas de altos militares persas: “Buscan demostrar que son una superpotencia”. Estados Unidos había expresado su “preocupación” por una posible violación de las resoluciones de la ONU
Cazas rusos en la base de Hamadán, en Irán (AP)
Aviones rusos en la base de Hamadán, en Irán (AP)

Rusia dejará de utilizar por el momento bases aéreas en suelo iraní para lanzar ataques aéreos en Siria, dijo este lunes un vocero del Ministerio de Exteriores de Irán. Los bombardeos de Moscú sobre radicales sirios fueron "temporales, basados en una solicitud de Rusia", dijo Bahram Ghasemi en declaraciones a la prensa en Teherán.

Las operaciones se llevaron a cabo con un "entendimiento mutuo y el permiso de Irán" y la misión de Rusia "ha terminado, por el momento", agregó el vocero. Ghasemi reiteró que Moscú "no tiene base en Irán".

Sus declaraciones reflejan el descontento de las autoridades de la República Islámica con la difusión del uso que Rusia hizo de sus instalaciones en ataques perpetrados la semana pasada. Más temprano este lunes, el ministro de Defensa iraní reprendió a las autoridades rusas alegando que el anuncio era "una especie de alarde poco caballeroso".

El sitio web de la televisora estatal iraní citó al general Hossein Dehghan diciendo: "Los rusos buscan demostrar que son una superpotencia". Las declaraciones de Dehghan fueron la primera señal de retroceso de Teherán.
Rusia bombardeó posiciones del Estado Islámico en Siria, desde Irán (Reuters)
Rusia bombardeó posiciones del Estado Islámico en Siria, desde Irán (Reuters)

Bombarderos rusos partieron de la República Islámica para atacar lo que Moscú considera objetivos del grupo extremista Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y de otros rebeldes en el país asolado por seis años de guerra civil.  Irán confirmó los vuelos y el uso de sus bases, lo que representó un acercamiento histórico con Moscú, un día después de que Rusia realizara el anuncio.

El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, expresó el pasado 16 de agosto a su homólogo de Rusia, Serguéi Lavrov, su "preocupación" por el uso del Ejército ruso de una base aérea iraní para atacar posiciones en Siria, y alertó que podría suponer una violación de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.

"Es algo desafortunado y solo complica más aún una situación ya compleja", dijo el vocero adjunto del Departamento de Estado, Mark Toner, en una conferencia de prensa, en la que informó sobre la llamada telefónica entre Kerry y Lavrov. "Podría suponer una violación de la resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU, que prohíbe el suministro, venta y transferencia de aviones de combate a Irán a no ser que lo haya aprobado con antelación el Consejo de Seguridad", indicó Toner.

(Con información de AP y EFE)

Francia bombardeó instalaciones militares del Estado Islámico en Raqqa

(Infobae.com) Modificado - La Fuerza Aérea gala informó que los misiles lograron destruir un centro de almacenaje y mantenimiento de armamento pesado del grupo terrorista


Cazas franceses bombardearon este domingo instalaciones militares del grupo terrorista Estado Islámico en la ciudad siria de Raqqa, anunció anoche el Ministerio francés de Defensa, que indicó que un centro de almacenaje y mantenimiento de armamento pesado fue destruido por sus misiles.

En un comunicado, el Ministerio precisó que en esos ataques participaron cuatro cazas Rafale, otros cuatro Mirage 2000, así como un avión de patrulla Atlantique 2 que se utiliza para la detección de objetivos.

Los aviones de combate lanzaron "una decena de misiles de crucero SCALP" que alcanzaron el complejo militar "situado en el centro del territorio controlado por el grupo terrorista", añadió.
Fuerzas  yihadistas durante una demostración en Raqqa (AP)
Fuerzas  yihadistas durante una demostración en Raqqa (AP)

Esta acción se realizó "después de una intensa semana de ataques de las aeronaves francesas, en el marco de la coalición internacional, en apoyo de las operaciones terrestres de las fuerzas iraquíes y kurdas cerca de Mosul, en Irak", precisó el texto.

Durante esa semana, los bombardeos destruyeron -según el departamento francés de Defensa- numerosos puestos de combate, escondites de armas, plantas de fabricación de artefactos explosivos y de armamento pesado" y así contribuyeron "al trabajo de preparación de las batallas para la toma de Mosul en Irak y de Raqa en Siria".

Los cazas franceses han efectuado cerca de 800 bombardeos en Siria e Irak en el marco de sus misiones contra el Estado Islámico dentro de la coalición internacional que lidera Estados Unidos.

Se trata de una de las prioridades del presidente Hollande dentro de la lucha antiterrorista, en particular tras los grandes atentados que se han perpetrado en Francia en los últimos meses.

Con información de EFE

viernes, 15 de abril de 2016

La intervención militar de Rusia en Siria: Oportunidades y riesgos

Por Javier Jordán Enamorado Profesor Titular Ciencia Política UGR-Investigador visitante en el IEEE

Resumen:
Este documento describe en detalle los principales elementos de la intervención militar rusa en Siria.
Analiza los objetivos políticos que pretende alcanzar Moscú: proteger los intereses rusos en el país,
incrementar la influencia rusa en Oriente Medio, cuestionar el liderazgo regional y global de Estados
Unidos, y contener la expansión del Daesh. El documento presta también atención a los riesgos que
supone para Moscú el despliegue militar, y finaliza analizando dos posibles escenarios derivados de la intervención rusa en Siria.

La intervención militar rusa en Siria, iniciada el 30 de septiembre de 2015, ha añadido un elemento de complejidad al poliédrico conflicto sirio y –desde una perspectiva más amplia– a la guerra regional por delegación (proxy war) en Oriente Medio.

Este análisis tiene por objeto ofrecer una valoración temprana sobre las oportunidades y riesgos que plantea a Moscú la decisión de implicarse directamente en las hostilidades. Para ello se examinan en primer lugar las acciones militares llevadas a cabo por las fuerzas rusas. A continuación se analizan los motivos que han impulsado la actuación rusa, se ponderan los riesgos, y –finalmente– se valora el impacto que la intervención rusa puede tener sobre el desarrollo del conflicto.

CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DE LA CAMPAÑA MILITAR RUSA EN SIRIA


Rusia ha desplegado aproximadamente dos mil efectivos en Siria. Cifra que incluye los pilotos de las aeronaves, el personal de mantenimiento, el contingente de artillería de campaña, y una fuerza de protección de las instalaciones con algunos carros de combate T-90 y vehículos de combate de infantería BTR-80, más varios vehículos con el sistema antiaéreo Pantsir-S1.

En total la fuerza expedicionaria rusa cuenta con 34 aviones de combate en la base aérea Bassel Al Assad en Latakia. Los aviones son de cuatro modelos:
-6 SU-30 Flanker (en denominación OTAN, este modelo y los siguientes). Es un avión de combate mutilrol y avanzado que algunos comparan al F-15E norteamericano. Entró en servicio a mediados de la década de 1990.
-4 SU-34 Fullback. Es un avión todavía más avanzado, especializado en el ataque al suelo. Entró en servicio en la fuerza aérea rusa en 2006 y su despliegue en Siria constituye una oportunidad para probarlo en combate. Tanto el SU-30 como el SU-34 tienen capacidad de ataque nocturno.
-12 SU-24 Fencer. Se trata de un avión más veterano, propio de la Guerra Fría. Su desarrollo se inspiró en el F-111, pero con una carga bélica menor, y como consecuencia incorporó parecidas limitaciones para el combate aire-aire. Su función principal es ataque al suelo.
-12 SU-25. Es también un avión de ataque al suelo que cuenta con varias décadas de servicio.

A ellos se añade una veintena aproximada de helicópteros. Entre ellos los de ataque Mi-24P, que además de patrullar el perímetro de la base rusa están prestando apoyo aéreo cercano, con la considerable potencia de fuego que caracteriza a estos aparatos.

Por otra parte, el despliegue militar ruso cuenta con el apoyo desde el mar de una escuadra de aproximadamente diez buques en sistema de rotación. La mayoría son buques de desembarco, de apoyo logístico y de inteligencia, escoltados por cuatro de combate. Uno de ellos es el crucero Moskva, de la clase Slava, que refuerza el dispositivo antiaéreo en Siria. Dispone de un sistema S-300F, una versión menos avanzada que el S-300FM de los cruceros clase Kirov y que la poderosa versión terrestre S-300VM. Pero con su alcance de 90 km crea un respetable paraguas antiaéreo dentro incluso del territorio sirio, cubriendo las instalaciones de Latakia y Tartus.

El despliegue expedicionario ha dejado al descubierto ciertas carencias en la capacidad de proyección de fuerza de la marina rusa. Aunque el contingente no es excesivamente numeroso, Para sostener el tren logístico Moscú ha tenido que comprar de manera apresurada varios buques de transporte civil a Turquía –al tiempo que ha desviado buques de otras agencias oficiales rusas empleados en el Ártico.

Este aspecto es reseñable pues supondría un problema en caso de que más adelante Rusia quiera enviar una fuerza terrestre para combatir directamente a los rebeldes o al Daesh.

En cuanto a instalaciones en tierra, las fuerzas rusas operan ahora mismo desde dos bases. La pequeña instalación naval rusa de Tartus, que recibe los suministros por mar, y la base aérea de Latakia, unos noventa kilómetros al norte y cerca también de la costa. Una fuente militar rusa ha planteado la posibilidad de construir una base mayor que unifique los componentes aéreo, terrestre y naval. De confirmarse, indicaría probablemente un incremento del contingente expedicionario y sería también señal de la perdurabilidad de la intervención militar rusa en Siria.

Por último, el ejército ruso también ha desplegado sistemas de guerra electrónica avanzados como el terrestre y transportado en camión Krasukha-4, y aéreos como el avión de inteligencia electrónica IL-20 (que guarda cierta semejanza con el P-3 Orion occidental).

Estos sistemas ayudan a localizar blancos a los aviones de combate. Con sus contramedidas pueden interferir las comunicaciones de los rebeldes y, llegado el caso, interferir los radares y las comunicaciones de los drones y aviones de combate norteamericanos y turcos. Las fuerzas rusas también emplean drones (RPAS en su denominación técnica) para localizar objetivos. Uno de ellos penetró el espacio aéreo turco el pasado 16 de octubre y fue derribado.

La campaña aérea rusa tuvo un comienzo moderado en términos cuantitativos, con una media aproximada de veinte salidas diarias. Por debajo del ritmo de operaciones de la campaña aérea contra el Daesh liderada por Estados Unidos, con una media superior a las cien salidas diarias (contando todo tipo de aviones, también los de inteligencia y reabastecimiento en vuelo). Pero el volumen de operaciones se ha incrementado sustancialmente conforme se ha intensificado la ofensiva terrestre de las fuerzas siria pro Al Assad-Hizbollah-Irán. Por ejemplo, el 13 de octubre los aviones rusos atacaron 86 objetivos terrestres y en la tercera semana de bombardeos el ritmo ha sido cercano a las 60 salidas
diarias.

Este número creciente de operaciones exige un esfuerzo extra de mantenimiento y aumenta el riesgo de que algún aparato se pierda por averías en vuelo. Menos constreñido desde un punto de vista cualitativo está siendo el tipo de municiones empleadas en los ataques aéreos. En general se ha hecho un uso reducido de armas guiadas –por GPS GLONASS como las KAB-500S y misiles aire-tierra Kh25ML y Kh-29ML– lanzadas en su mayoría por los SU-30 y SU-34.

Se calcula que apenas representan un 15-20%. El resto incluye tanto bombas comunes de caída libre, tipo FAB 500, las de alta fragmentación OFAB 250-270, las anti-búnker y edificaciones BETAB-M o municiones de racimo anticarro como las RBK-500 SPBE-D. Están siendo lanzadas desde media altura para evitar el fuego de los cañones antiaéreos y de algunos MANPADS rebeldes.

Por tanto, parece que los rusos están economizando su arsenal, haciendo un uso muy limitado de las escasas y caras municiones guiadas, que no tiene intención de gastar contra Toyotas armados de cañones antiaéreos (habituales en el bando opositor).

Para Rusia sería un problema quedarse sin ese tipo de municiones –como casi les sucedió a los aliados europeos en la intervención en Libia en 2011–, y por ello está empleando modelos de bombas más antiguos y económicos. El empleo de municiones ‘lisas’ (no guiadas) aumenta el riesgo de causar víctimas civiles. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, las tres primeras semanas de bombardeos rusos han provocado la muerte de 370 personas, de las cuales 127 eran civiles, y 36 de ellos menores de edad.

Los bombardeos se han concentrado en grupos rebeldes. Al norte de Idlib y en las cercanías de Aleppo. También en bolsas de resistencia al norte de Homs y en las montañas al norte de la provincia de Latakia. En un primer momento tuvieron como objetivo los puestos de mando, depósitos de municiones, y carros de combate y vehículos blindados capturados al ejército sirio. Dañaban así el sistema de las fuerzas rebeldes preparando el terreno a la ofensiva progubernamental. El asalto terrestre se inició la segunda semana de octubre, protagonizado por las fuerzas armadas y milicias chíes pro Assad, junto a elementos de Hizbollah y varios centenares de combatientes de la Guardia Revolucionaria iraní.

El Ejército Árabe Sirio (nombre oficial de su ejército convencional) ha pasado de contar con cerca de 200.00 efectivos en 2011 a entre 80.000 y 100.000 en la actualidad. Hizbollah tiene desplegados aproximadamente 5.000 milicianos en Siria y ha movilizado a otros 3.000 en el sur del Líbano para su posible envío al país vecino.

Por su parte, Irán ha enviado un número desconocido de miembros de los Cuerpos de la Guardia de la Revolución Islámica (algunas fuentes hablan de varios cientos y otras de unos pocos miles). Aunque oficialmente esos efectivos sólo actúan como consejeros, lo cierto es que están participando activamente en los combates y que desde el pasado 8 de octubre han perdido a tres oficiales de alto rango, incluido el general Hossein Hamedani.

Los iraníes han reorganizado los comités populares y las milicias a favor de Al Assad –entre ellas la shabiha– en una fuerza de entre 100.000 y 150.000 efectivos, denominadas Fuerza de Defensa Nacional, modelada a imagen de la milicia iraní Basij. Al frente de ella hay oficiales de la Guardia de la Revolución Islámica iraní, y en cierto modo ha eclipsado al propio ejército convencional del régimen.13 Una muestra más del aumento de la influencia iraní en Siria desde el inicio de la guerra: cuestión que lógicamente inquieta entre otros a los israelíes, a los turcos y a los saudíes.

En las acciones de apoyo también están participando unidades de artillería rusas desplegadas en el contingente, que incluyen obuses y sistemas de lanzamiento de cohetes múltiples (MLRS). Las fuentes consultadas no ofrecen cifras exactas del número de piezas pero indican que se trata de un número importante.

La contribución artillera rusa permite prestar apoyo de fuego a una distancia segura. Entre otras razones porque el alcance de los apoyos de fuego de rebeldes es muy inferior. Por tanto, a diferencia de los carros T-90 y de los vehículos blindados cuya misión es la protección de la fuerza, la artillería rusa sí está combatiendo como unidad terrestre.

Hasta ahora la ofensiva terrestre apoyada por los rusos se ha focalizado en cinco frentes:
-El saliente controlado por los rebeldes en torno a Kafr Zita en la provincia de Hama.
-La llanura de Al Ghab al oeste. Aunque se trata de un avance arriesgado, si las fuerzas pro Assad logran capturar Jisr-al Shugour restablecerían las líneas de comunicación perdidas a manos de los rebeldes y permitirían proteger Latakia y Hama de nuevas ofensivas.
-Un enclave rebelde entre las ciudades de Homs y Hama. La erradicación de esta bolsa de resistencia haría desaparecer la amenaza contra ambas ciudades y permitiría liberar un volumen importante de fuerzas para empeñarlas en otros frentes.
-Las montañas en el noreste de la provincia de Latakia
-La provincia y la ciudad de Aleppo, que es la más poblada del país. Esta ofensiva se ha convertido en el frente principal. Tiene por objeto cercar a las fuerzas rebeldes dentro de la ciudad y liberar a las fuerzas sitiadas desde hace meses en varias bolsas de resistencia. Entre ellas la base aérea de Kuweries, que alberga a centenares de soldados del régimen y que se encuentra aislada desde 2012, habiendo estado a punto de caer en manos del Daesh en tres ocasiones. La captura de Aleppo y la liberación de las zonas sitiadas elevaría la moral y fortalecería la posición del régimen en unas eventuales negociaciones de paz.
En los mapas de Stratfor se observa por un lado la concentración de los bombardeos aéreos rusos en apoyo de la ofensiva terrestre y, por otro (en el de los bombardeos norteamericanos contra el Daesh), la localización de la bolsa de resistencia rebelde entre Homs y Hama, así como el saliente de Kfar Zita al noroeste de la ciudad de Hama. Ambos mapas reflejan de manera gráfica que Rusia y Estados Unidos están librando dos guerras paralelas en Siria.

El tercer mapa ilustra con más detalle la ofensiva pro Al Assad en torno a la ciudad de Aleppo, y el intento de rescatar a las fuerzas progubernamentales cercadas en la base aérea de Kuweries. El mapa también muestra cómo el Daesh ha aprovechado la ofensiva para obtener ganancias a costa de los rebeldes, ocupando seis pequeñas poblaciones al norte de Aleppo y amenazando una importante vía de comunicaciones con Turquía.
Por otro lado, una fuente oficialista rusa –el estilo de sus escritos deja pocas dudas sobre su posicionamiento político– habla de una hipotética carrera hacia Raqqa, la actual capital de Califato en Siria. En ella concurrirían las fuerzas rebeldes apoyadas por Estados Unidos y las pro Al Assad respaldadas por Rusia. El propósito de Washington sería la creación de una entidad política sunní transfronteriza entre Siria e Irak, contigua territorialmente a Arabia Saudí, y atravesada y enriquecida por el planeado gasoducto Qatar-Turquía.

La nueva entidad política se alinearía en el bando norteamericano y compensaría la derrota que pudiera suponer la continuidad del régimen de Al Assad. Por su parte, las fuerzas pro Al Assad apoyadas por Rusia, también tendrían la intención de adentrarse en el territorio del Daesh y ocupar Raqqa, una vez aseguradas Hama y Aleppo, abortando así el plan norteamericano. La fiabilidad de esta fuente pro Kremlin ha de tomarse con cautela (por no decir con abierta desconfianza). De momento, no existe tal carrera hacia Raqqa por parte de las fuerzas progubernamentales sirias. No obstante, conviene tener presente su análisis como una weak signal de cara a futuras ofensivas terrestres del bando pro Al Assad. Aunque siendo realistas no parece que esas fuerzas se encuentren sobradas de recursos como para llevar a cabo una operación a gran escala contra el Daesh.

Lo que sí es cierto es la preparación de una ofensiva terrestre contra Raqqa por los kurdos del YPG (Unidades de Protección del Pueblo kurdo), con una fuerza aproximada de 20.000 efectivos y de algunas unidades de árabes sirios rebeldes que contabilizarían unos 5.000 efectivos adicionales. Todos ellos apoyados por la aviación norteamericana.

El respaldo de Washington a los kurdos sigue generando recelos en Ankara. No obstante, los turcos también apoyan esta nueva ofensiva contra el Daesh, que permitirá expulsar al Estado Islámico de las áreas que ahora mismo controla junto a la frontera con Turquía. El pasado mes de junio las fuerzas kurdas del YPG arrebataron al Daesh Tel Abyad, uno de los principales puestos fronterizos entre Siria y Turquía, y desde allí comprometen la seguridad de Raqqa. Para el Daesh sería una derrota importante perder uno de sus principales núcleos urbanos, donde además ha llevado a la práctica su modelo de gobernanza.

Volviendo a la actividad aérea rusa, los grupos rebeldes objetivo de los bombardeos rusos son de distinta naturaleza –algo propio de la enorme fragmentación de la insurgencia siria. Van desde los rebeldes apoyados por el programa de entrenamiento de la CIA a las milicias de Jabhat Al Nusra, el grupo yihadista vinculado a Al Qaeda. Además de infundir moral a las fuerzas terrestres y de darles apoyo de fuegos, los bombardeos rusos han acabado con algunos líderes del Ejército Libre de Siria, como el jefe de estado mayor de la 1ª División Costera. En paralelo, los norteamericanos han continuado realizando ataques contra líderes de Jabhat Al Nusra, integrados en el grupo proveniente de Al Qaeda en Pakistán (Al Khorasan). El pasado 18 de octubre el Pentágono anunció la muerte del saudí Sanafi al-Nasr. El ataque se realizó con un drone armado y constituye un recordatorio de que a pesar del protagonismo del Daesh, Estados Unidos sigue preocupado por la evolución de Al Qaeda y sus planes terroristas de alcance global.

Las fuerzas rusas han llevado a cabo algunos ataques aéreos contra el Daesh, pero en una proporción menor. Esto es así por dos razones. Los rebeldes son la amenaza principal porque están apoyados por Estados Unidos y por otras potencias de Oriente Medio. Serían una alternativa aceptada internacionalmente al gobierno de Al Assad. No así el Daesh, cuya existencia hace preferible en parte la continuidad del régimen sirio. Por otro lado, de atacar al Daesh ya se ocupan Estados Unidos y sus aliados ¿Para qué dirigir contra el Estados Islámico los escasos aviones rusos si la USAF ya asume esa tarea? Por tanto, los bombardeos rusos contra el Daesh responden a necesidades tácticas derivadas de la ofensiva terrestre (por ejemplo en Aleppo), y a imperativos de marketing político con el fin de justificar internacionalmente su intervención.

Esto último es lo que se puede deducir del tan publicitado ataque con misiles de crucero desde buques situados en el mar Caspio. El 7 de octubre las naves rusas lanzaron 26 misiles 3M-14 Kalibr (Sizzler en terminología OTAN) contra diversos objetivos del Daesh en Siria. Fue la primera vez que la marina de guerra rusa disparaba misiles de crucero contra objetivos terrestres en una situación de conflicto real.

Contando con una fuerza aérea expedicionaria tan próxima, y dadas las graves carencias antiaéreas de los rebeldes y del Daesh, no había necesidad militar de un ataque de ese tipo. La rentabilidad fue claramente política y el Kremlin supo gestionar el ataque desde el punto de vista mediático –utilizando entre otras vías YouTube para difundir las imágenes de los lanzamientos.

El mensaje fue múltiple. Por un lado, sacar brillo a las capacidades militares rusas, pues el lanzamiento de misiles de crucero desde el mar es algo asociado a las grandes potencias, por no decir de manera exclusiva a la US Navy. Por otro, demostrar que se cuenta con el respaldo político de Irán e Irak, cuyo espacio aéreo fue sobrevolado por los misiles (aunque el permiso de Irak parece dudoso, pues el ministro de Defensa negó que Rusia hubiese informado previamente). Por último, la peculiaridad del lanzamiento de misiles de crucero desde el mar Caspio –la primera vez también que se disparaban desde un mar interior en una operación real– consiguió reavivar la atención de los medios internacionales una semana después de iniciarse los bombardeos rusos.

La campaña militar rusa puede experimentar dos novedades a corto plazo. Una es la extensión de los ataques aéreos contra el Daesh en Irak. De nuevo, la finalidad sería política antes que militar: otro modo de resaltar el protagonismo de Rusia como potencia a tener en cuenta en Oriente Medio.

Los aviones SU-30, SU-34 y SU-24 tienen alcance suficiente, pero con menos municiones o recurriendo al repostaje en vuelo para aumentar la carga bélica. Aunque esto último complicaría la campaña y aumentaría el riesgo de sufrir algún accidente. Rusos e iraquíes ya han acordado que los aviones de Moscú bombardeen los convoyes del Daesh que se internen en Irak desde Siria.

Y el parlamento iraquí también ha aprobado que los aviones rusos puedan bombardear dentro de su territorio. Esto supone un nuevo desafío a Estados Unidos, que no ve con buenos ojos la entrada de las fuerzas rusas en el teatro de operaciones iraquí. La segunda novedad en la intervención rusa puede ser la entrada directa en combate de un reducido núcleo de fuerzas terrestres, más allá de la artillería que como decimos está participando en la ofensiva progubernamental. El Kremlin ha anunciado la futura llegada de voluntarios rusos que se unirán a la lucha terrestre.

En concreto, el 5 de octubre, el presidente de la comisión de defensa del parlamento ruso, almirante Vladimir Komoyedev anunció que una fuerza de voluntarios que había combatido en Ucrania estaba dispuesta a hacer lo propio en Siria. Conociendo los antecedentes rusos en Crimea y en el este de
Ucrania no es descartable que Rusia recurra a un modelo de guerra híbrida en Siria, combinando su propia milicia con la artillería y fuerza aérea regular. Por otra parte, Rusia ya ha desplegado unidades de operaciones especiales que están asesorando a las fuerzas pro Al Assad.

MOTIVOS Y OPORTUNIDADES QUE EXPLICAN LA INTERVENCIÓN MILITAR RUSA

La guerra civil siria ha dado muestras sobradas de complejidad, tanto por el número y naturaleza de actores implicados, como por la incompatibilidad de sus respectivas agendas. Va camino de convertirse en un conflicto intratable en una región de conflictos intratables. ¿Por qué se implica entonces el Kremlin? ¿No corre el riesgo de acabar política y militarmente atrapado? En efecto, la intervención entraña peligros pero también oportunidades. Comencemos examinando los motivos a favor.

Proteger los intereses rusos en Siria
En primer lugar, la razón más evidente de la intervención rusa es sostener al régimen sirio y asegurar la instalación naval rusa en Tartus ante un panorama que resultaba cada vez más inquietante:
-Las fuerzas de Bashar Al Assad han sufrido un serio desgaste después de cuatro años de combates continuados. Defienden a una fracción minoritaria del conjunto de la población siria y andan faltas de cantidad y calidad de recursos humanos. La guerra también ha pasado una elevada factura a Hizbollah, con más de un millar de caídos y cientos de heridos (y hablamos de una milicia de apenas diez mil militantes). La debilidad militar se ha traducido en pérdidas constantes de territorio. El régimen controla el eje norte-sur Aleppo-Homs-Damasco, pero dos amplias cuñas de fuerzas rebeldes, tanto en un extremo como en otro, se ciernen amenazantes sobre él.
-A ello se añade el peligro real que representa el Daesh, que desde Palmira hostiga a las fuerzas progubernamentales en la base aérea T4, en la ciudad de Homs y en Qusayr. Desde esa posición podría haber roto la espina dorsal de las fuerzas pro Al Assad a finales del presente año. También amenaza los bastiones controlados aún por el régimen en Deir ez Zour.
-Esta situación de precariedad corría el riesgo de ir a peor con la creación de una no-flyzone en el norte de Siria, protegida por la fuerza aérea turca y norteamericana, que sirviera de retaguardia estratégica rebelde y de plataforma de asalto contra el régimen de Al Assad.
-Tales tendencias en el sector norte estaban poniendo en peligro la franja marítima de Siria, lugar donde se ubica la instalación naval rusa de Tartus, único punto de esas características en todo el Mediterráneo.

Así que, en lo referido a estas circunstancias, la intervención militar rusa busca lo siguiente:
-Evitar que la instalación naval de Tartus caiga en manos de los rebeldes, con la pérdida material, de capacidad de proyección naval y de prestigio que ello entrañaría.
-Demostrar la fiabilidad de Rusia con sus aliados en apuros. Y esto de dos modos:
a) Evitando la caída del régimen de Al Assad y fortaleciendo su posición de cara a futuras
negociaciones.
b) La consecución de los objetivos de la ofensiva terrestre, y su consolidación de cara al futuro bajo el paraguas aéreo ruso, supone una importante baza negociadora. También lo es destruir la capacidad de combate de los rebeldes ‘moderados’, de manera que el futuro de Siria quede sujeto a dos alternativas: los yihadistas del Daesh, Jabhat Al Nusra, Ahrar Al Sham o el régimen de Al Assad.

Moscú pretende conseguir estos dos objetivos basándose en dos premisas: el ejercicio de la
realpolitik y una inversión moderada de recursos propios, económicos y militares:
-De momento, los objetivos de la campaña son limitados, acordes con una estrategia de corte realista. A diferencia de las intenciones proclamadas por los países occidentales, propias del liberalismo cosmopolita, Moscú no pretende reconstruir el Estado sirio, ni implantar la democracia, ni establecer un gobierno representativo y respetuoso con la diversidad étnica y religiosa del país.
Rusia sabe que los objetivos maximalistas de Occidente en las misiones de state-building (tipo de Afganistán, Irak o Balcanes) exigen recursos ingentes y largos periodos de tiempo (décadas). Son además proyectos de resultado incierto, y generalmente insatisfactorio. A tenor de las fuerzas empeñadas, no parece que en los planes de Moscú se incluya la recuperación por parte del régimen de Al Assad de todos los territorios que ahora mismo se encuentran bajo el control de los rebeldes o del Daesh. Para Moscú puede ser aceptable que Al Assad mantenga lo que aún le queda de ejército y territorio, aunque el resto permanezca en situación de Estado fallido (que ya es a día de hoy). En cierto, modo este planteamiento estratégico se ha dado en Ucrania. Su objetivo era que Ucrania no entrase en la esfera de influencia de la Unión Europa y de la OTAN. Que a ello le haya seguido el estancamiento del conflicto y la quiebra del Estado ucraniano en el este del país constituye un aspecto
secundario.
-Al tratarse, por ahora, de una operación militar limitada, su coste económico se mueve dentro de unos márgenes sostenibles. El respaldo ruso aporta un multiplicador de fuerza con fuegos artilleros y ataques aéreos contundentes pero medidos en número. Según fuentes oficiales rusas, el coste de la campaña se está cargando al presupuesto anual del Ministerio de Defensa, exigiendo en todo caso la reducción de maniobras por parte de otras unidades en territorio nacional.

Se trata por tanto de objetivos claros y, por el momento, a un precio asequible. Moscú justifica el apoyo a Al Assad en términos estrictamente pragmáticos y de mantenimiento del statu quo. El ministro de Asuntos Exteriores ruso lo planteaba así en una rueda de prensa en la sede de Naciones Unidas: “Sadam Hussein ahorcado ¿Es Irak un lugar mejor? Gadafi asesinado ante testigos ¿Es Libia un lugar mejor? Ahora estamos demonizando a Assad. ¿No somos capaces de aprender?”.

No es que la tradición del pensamiento estratégico norteamericano sea alérgica a este tipo de consideraciones. En su seno existe una corriente realista que conecta con este hilo argumental y que entre otros está representada por Henry Kissinger o Eliot Cohen. De hecho, la continuidad de las relaciones entre Washington y la monarquía saudí se explican en buena medida desde una perspectiva también pragmática. Sin embargo, la multitud de actores y la diversidad de puntos de vista que alimentan y condicionan el complejo proceso de toma de decisiones de la acción exterior norteamericana explican que la estrategia resultante acabe persiguiendo objetivos poco cohesionados, alejados de la realidad o simplemente contradictorios.

Incrementar la influencia rusa en Oriente Medio
Un segundo objetivo relacionado con el que acabamos de comentar consiste en reforzar el protagonismo de Rusia en una región de evidente interés estratégico. La intervención es propicia a ello por varias razones:
-Porque como acabamos de señalar envía el mensaje de que Moscú acude en ayuda de sus aliados en apuros. Una solidaridad que, por ejemplo, el régimen militar egipcio echó en falta por parte de Estados Unidos al inicio de las revueltas árabes. Por eso no es extraño que Al Sisi haya aplaudido la intervención militar rusa, al margen de que El Cairo se sitúe más bien la coalición liderada por Arabia Saudí que trata de contrapesar la extensión de la influencia de Irán en Oriente Medio. De hecho, es un paso más en el fortalecimiento de las relaciones entre el régimen actual egipcio y Moscú. Al Sisi ya ha visitado oficialmente Rusia en cuatro ocasiones y Putin fue el primer líder extranjero que acudió a verle tras llegar aquel al poder.
-Al mismo tiempo, Rusia se presenta con esta intervención como un garante del statu quo previo a las revueltas árabes. Una postura que también resulta atractiva a los regímenes amenazados por tales procesos de cambio.
-Por otra parte, la intervención altera los cálculos de otro país importen en la zona como es Israel, y no de una manera precisamente grata para los intereses judíos. Una de las grandes preocupaciones del gobierno israelí es que con motivo la guerra de Siria, Hizbollah se dote de armamento sofisticado que más tarde pueda utilizar contra Israel. También que el grupo chiita libanés establezca una base de operaciones en el sur de Siria que le permita hostigar las poblaciones cercanas a los altos del Golán. Hizbollah ya demostró ser una rival respetable en la guerra de Líbano de 2006. Una mejora de sus capacidades por la adquisición de misiles contra-carro, antibuque o tierra-tierra de mayor alcance pone en grave peligro la seguridad de Israel. La fuerza aérea israelí ya ha realizado al menos diez bombardeos quirúrgicos en territorio sirio contra convoyes de armas destinadas a Hizbollah. Pero la presencia de sistemas de defensa antiaéreos y de aviones de combate rusos operando en el país reduce seriamente el margen de maniobra israelí a la hora de repetir este tipo de actuaciones, varias de las cuales tuvieron lugar precisamente en el noroeste de Latakia, justo donde están operando los rusos. De hecho, a mediados de octubre Israel y las fuerzas rusas han puesto en marcha una hotline (una línea de comunicación directa) para facilitar el entendimiento ante eventuales incidencias. Por otra parte, Israel teme que un incremento de la presencia naval rusa en las proximidades de Siria también pueda afectar a las actividades de su marina de guerra en la zona.
 Y, por último, a Israel le inquieta que la nueva etapa en la relación de Moscú con algunos antiguos socios árabes –como por ejemplo Egipto, país que va a adquirir sistemas militares rusos– pueda iniciar una carrera de armamentos en la región, que recuerde a la de las décadas de 1960 y 1970.

Cuestionar el liderazgo regional, y como consecuencia global, de Estados Unidos.
La intervención rusa transmite también una imagen de firmeza y seguridad que contrasta con la desorientación que parece dominar la política norteamericana en la zona. El momento ha sido además oportuno: cancelación del programa de entrenamiento de rebeldes del Pentágono después de un estrepitoso fracaso, polémica por la valoración negativa de la Defense Intelligence Agency sobre la campaña aérea norteamericana contra el Daesh, y crisis de los refugiados en Europa. Todo ello genera dudas sobre la capacidad de Washington y abre una ventana de oportunidad a Moscú:
-Da la impresión –fundamentada– de que Estados Unidos carece de una estrategia coherente para remediar el desorden actual de Oriente Medio (al que contribuyó en buena medida con la guerra de Irak de 2003), en contraste con una estrategia más clara, posibilista y determinada por parte de Moscú.
-La intervención rusa desbarata también lo que pudiera quedar de dicha estrategia. Como ya se ha señalado, este verano tomó forma la idea de crear una no-fly-zone en territorio sirio controlado por los rebeldes y fronterizo con Turquía. Iba a servir de retaguardia estratégica desde la que lanzar la ofensiva final contra el régimen de Al Assad e iba a estar protegida por la fuerza aérea turca y norteamericana. Turquía no descartaba incluso el despliegue de unidades terrestres. Pero la presencia de los aviones de combate rusos en Siria ha zanjado la cuestión. ¿Quién se va a enfrentar a los cazabombarderos rusos si éstos deciden bombardear esa hipotética zona segura?
- La debilidad de la estrategia norteamericana guarda también relación con el deseo de Washington de reducir el peso de Oriente Medio en su agenda exterior. La Administración Obama pretende dirigir el foco de atención a Asia Pacífico. La conciencia de que Oriente Medio es –como apuntábamos líneas atrás– una región de conflictos intratables, donde cuanta más fuerza se aplica más resistencia se encuentra, unida a la menor dependencia energética de Estados Unidos, y por el contrario, la importancia creciente de Asia Pacífico y la necesidad de contrapesar a una China cada vez más
asertiva, explican la reorientación estratégica de la Casa Blanca. En este contexto, el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán se puede interpretar como otro modo de reducir la implicación en la zona, pasando la carga del contrapeso de Irán a la coalición liderada por Arabia Saudí. Restablecido así el equilibrio de poder en la región (donde ni Turquía, ni Irán ni Arabia Saudí serán potencias hegemónicas, ni permitirán que ninguna de las otras lo sea), Estados Unidos podrá dedicar mayor ancho de banda diplomático y militar a Asia Pacífico como región más relevante del siglo XXI.
-Dicha reorientación de la política exterior norteamericana –mitad resultado de un cálculo estratégico, mitad motivada por la frustración– deja un nuevo espacio para la acción exterior de Moscú. Rusia se presenta como una alternativa a Washington pero sin asumir los compromisos ni la agenda maximalista de Estados Unidos. Con una inversión de recursos limitada Rusia eleva su perfil internacional y cuestiona el carácter de superpotencia de Estados Unidos.
-Al mismo tiempo, Rusia justifica su intervención militar como una acción legítima y legal, pues ciertamente las fuerzas rusas han llegado a Siria respondiendo a una petición formal del gobierno de Damasco. Por lo que además de asumir el rol de global player –alguien que cuenta en las crisis internacionales–, Moscú aparece como un actor atento a la legalidad. En contraste con intervenciones no tan respetuosas con el Derecho Internacional de Estados Unidos en la región (la guerra de Irak de 2003, los bombardeos contra grupos yihadistas en Siria, o los ataques con drones en Yemen). Por tanto, es una manera –imperfecta evidentemente– de lavar su imagen tras la ocupación de Crimea y
su intervención en el conflicto de Ucrania.
-Todo esto mejora además la valoración de Vladimir Putin ante su propia opinión pública. La restauración del poder perdido tras el derrumbamiento de la Unión Soviética constituye un elemento fundamental en la narrativa que legitima al presidente ruso. La entrada en escena de sus fuerzas armadas en Oriente Medio, unida a la desorientación y al repliegue de la política norteamericana, se pueden presentar fácilmente como una victoria política de un Moscú en ascenso frente a un agotado Washington. Si a ello añadimos el antiamericanismo que transmiten los medios de comunicación rusos –que en el caso de RT se hace eco incluso de teorías conspiratorias–, el resultado en términos
de imagen es sencillo de intuir.
-Por último, la intervención rusa también permite poner a prueba la cohesión de la Alianza Atlántica a la hora de defender a Turquía. Las fuerzas rusas desplegadas en Siria no han dudado en tensar la situación. Sus aviones han violado el espacio aéreo turco, han iluminado con sus radares a los cazas de Ankara y han interceptado –sin derribarlos– drones norteamericanos mientras sobrevolaban Siria. Mientras tanto Alemania ha retirado las baterías de misiles antiaéreos Patriot, según anunció en agosto pasado antes del despliegue ruso, pero sin cambiar la decisión tras él. Las incursiones en
Turquía han obligado a que la OTAN organizara un encuentro ministerial desde el que se pidió a Rusia que “cesara y desistiera” de continuar con ese tipo de conductas sobre espacio aéreo aliado. Pero más allá de las palabras la firmeza de la Alianza está todavía por demostrar. Al igual que Estados Unidos, los gobiernos de Europa Occidental tampoco desean verse atrapados en la pesadilla geopolítica de Oriente Medio.
La solidaridad aliada hacia Turquía entraña un coste político adicional que Moscú puede elevar con provocaciones calculadas. Y a ello se añade la ambigüedad del compromiso turco con la OTAN durante los últimos años. El gobierno de Tayyip Erdogan ha mantenido una actitud ambivalente en la lucha contra el Estado Islámico –de hecho, a día de hoy sigue priorizando el bombardeo de los kurdos que combaten al Daesh, antes que al propio Daesh– y ha aceptado lucrativos proyectos energéticos con Rusia, al margen de las sanciones impuestas por el resto de aliados con motivo del conflicto de Ucrania.

Contener al Daesh y combatir a los grupos yihadistas fuera del territorio ruso

Otra oportunidad que ofrece la intervención militar rusa en Siria es combatir la amenaza yihadista –que también afecta gravemente a Moscú– de manera preventiva y lejos del territorio nacional. Es una ventaja menor, pues como ya hemos señalado, los bombardeos rusos se están concentrando mayoritariamente en los grupos rebeldes y no tanto en el Daesh. Pero a pesar de ello es otro aspecto que conviene tener en cuenta por dos razones:
-La acción antiterrorista rusa en el Cáucaso no ha erradicado por completo el yihadismo pero sí lo ha fragmentado. Entre otros medios con la eliminación de sus líderes: Doku Umarov en marzo de 2014 y sus sucesores Aliaskhab Kebekov y Mohamed Suleimanov a lo largo de 2015. Por el momento ha abortado la consolidación efectiva del autoproclamado Emirato del Cáucaso, que a largo plazo podría haberse convertido en una cabeza de puente del Daesh dentro de la propia Rusia (algunas facciones del emirato han jurado fidelidad al Califato). Evitar que el régimen de Al Assad colapse y que el Daesh y otros grupos yihadistas se hagan fuertes en Siria es otro modo de prevenir la inserción del Estado Islámico en territorio ruso.
-Al mismo tiempo, un número importante de yihadistas ha marchado de Rusia al Daesh en Siria/Irak. Según Sergei Smirnov, subdirector del Servicio Federal de Seguridad (FSB), aproximadamente dos mil cuatrocientos nacionales rusos se han unido al Daesh en Siria e Irak. Y ciertamente el Daesh ha alentado su reclutamiento en internet, entre otros medios con la revista Istok, escrita en ruso. Aunque por el momento los aviones de Moscú no estén centrando su atención en el Estado Islámico –como decimos, ya lo están haciendo los de la coalición liderada por Estados Unidos–, prevenir que Al Assad caiga impide que el Daesh se haga más fuerte.

RIESGOS PARA RUSIA A MEDIO Y LARGO PLAZO

Por el momento, la intervención militar es limitada y sus riesgos inmediatos controlados, asociados fundamentalmente al derribo o pérdida por accidente de alguna aeronave y a la captura o muerte de su tripulación. No obstante, existen algunos escenarios negativos de mayor calado a medio y largo plazo:
-El principal sería que el volumen y la naturaleza de la ayuda militar prestada hasta el momento no sea suficiente para evitar el colapso del régimen de Al Assad y, que una vez empeñado el prestigio de Moscú, se requiera una cantidad sustancialmente mayor de fuerzas, en especial terrestres. Si las cosas se tuercen, las piezas de artillería rusa y los treinta y cuatro aviones de combate actualmente desplegados, no van a marcar la diferencia. Habría que escalar. Por ahora las fuerzas leales al régimen han recobrado el ímpetu y la iniciativa. Están arrebatando territorios perdidos a los rebeldes y tienen
posibilidades de tomar el control total de Aleppo. Sin embargo, la historia militar está llena de situaciones que dan repentinamente la vuelta y que parecen imposibles hasta que suceden. Máxime en un conflicto tan prolongado como el sirio donde ninguno de los contendientes goza de una supremacía militar abrumadora.
-Un segundo escenario más probable consiste en que las fuerzas progubernamentales consoliden temporalmente las ganancias pero se vean abocadas de nuevo a una guerra de desgaste. Michael Kofman compara la embestida gubernamental a una especia de ofensiva de las Ardenas: ganar o convertirse en una fuerza agotada. Si después de la ofensiva conjunta, Moscú no es capaz de lograr un acuerdo político que ponga fin al conflicto, el compromiso militar ruso corre el riesgo de verse prolongado de manera indefinida. Según el presidente del comité de asuntos exteriores de la Duma, Alexi Pushkov, en Moscú se habla de una intervención militar de cuatro o cinco meses. Lo cual implica que transcurrido ese tiempo prevalezca la salida diplomática. Pero la insurgencia siria se encuentra lo suficientemente fragmentada y empeñada en la guerra como para hacer difícil un alto el fuego a corto plazo. Y tampoco es seguro que sus sponsors saudíes, turcos y norteamericanos vayan a darse por vencidos de manera inmediata. De hecho, la intervención rusa ha tenido como reacción un incremento de la ayuda militar a los rebeldes (por ejemplo, Arabia Saudí ha enviado cientos de misiles contra-carro para frenar a los carros y blindados del régimen). Y es previsible que dichas potencias reajusten sus estrategias para arrebatar la iniciativa a los rusos. Las fuerzas pro Al Assad cuentan con una ventana de oportunidad que puede cerrarse en cuestión de meses.
-A cualquiera de estos dos escenarios hay que añadir el hecho de que la economía rusa se encuentra en un periodo de recesión. De momento, no supone un problema grave pues el despliegue militar es reducido. Pero la limitación de recursos restaría margen de maniobra a Moscú en caso de que el desarrollo de los acontecimientos exija un compromiso material mayor. Es un talón de Aquiles que los adversarios estratégicos de Rusia en la región (Estados Unidos, Arabia Saudí, Turquía y, en menor medida, aliados europeos como Francia o Reino Unido) pueden emplear para reducir mediante el
bloodletting la asertividad rusa en Oriente Medio y, de paso, en otros escenarios como Europa del Este o Asia Central. Al iniciarse la campaña de bombardeos, Putin advirtió que no iba a permitir la caída del régimen de Al Assad y que aquel que pretendiera seguir apoyando a los rebeldes debería prepararse para una lucha prolongada. Lo mismo pueden decir Estados Unidos y los saudíes en sentido inverso.
-Conviene no perder de vista que a pesar de sus innegables fracasos en el mundo árabe, Washington sigue manteniendo relaciones estrechas con la mayoría de los países de la región (Arabia Saudí, Turquía, Israel, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait y Bahrein). De momento, la Casa Blanca se ha mantenido a la defensiva pero en caso de reelaborar una estrategia sólida dispone de poder suficiente para complicar la política rusa a largo plazo. También Arabia Saudí y otros países de la zona cuentan con recursos y relaciones en la zona como para alterar los cálculos militares de Moscú.
-Por último, al bombardear a los rebeldes, Rusia se sitúa abiertamente en el bando opuesto al islam sunní. Y este no es un detalle menor. En el implacable conflicto sirio las fuerzas progubernamentales han utilizado armas químicas contra su propia población y la han bombardeado con barriles llenos de explosivos y metralla, causando miles de víctimas civiles. Las imágenes de esas matanzas han sido un tema habitual de las cadenas televisivas del mundo árabe. Aunque las élites políticas y militares egipcias hayan aplaudido la intervención rusa, la gente de a pie considera que Al Assad y sus aliados chíes son una hueste de matones sanguinarios.
Hasta ahora Rusia había mantenido un perfil relativamente bajo en el apoyo diplomático y logístico-militar al régimen sirio. Los bombardeos rusos han puesto fin a esa discreción, y ello incrementa el riesgo de acciones terroristas contra intereses rusos dentro y fuera de su territorio. El yihadismo con epicentro en el Cáucaso ya ha demostrado en numerosas ocasiones que Rusia no es inmune a los ataques terroristas. Recordemos por ejemplo los atentados suicidas en Volgogrado en octubre y diciembre de 2013, uno de los muchos ocurridos en Rusia en los últimos años. En términos de pérdida de vidas humanas, el riesgo principal para Rusia no es que caiga algunos de sus pilotos en Siria, sino un atentado con decenas de muertos en Moscú o en cualquier otra ciudad del país.

CONCLUSIÓN: IMPLICACIONES DE LA INTERVENCIÓN RUSA SOBRE EL FUTURO DEL CONFLICTO SIRIO

En el corto plazo la consecuencia más inmediata de la intervención militar rusa será la continuidad del régimen sirio, aliado de Moscú y de Teherán. La guerra de Siria no iba a finalizar con una eventual caída del régimen. A su hipotético colapso le habría seguido la lucha entre las propias facciones rebeldes, y entre éstas y el Daesh. Pero ni siquiera ese escenario de derrumbe total resulta ahora cercano ni probable.

El enquistamiento del conflicto, con más de cuatro años de duración sin que se vislumbre una victoria militar definitiva de ninguna de las partes. Y la tragedia humana que se deriva de él, con más de doscientos mil muertos, y la extensión de sus efectos –en especial, los millones de refugiados que está provocando– apuntan a una solución negociada en el medio plazo.

La intervención militar de Moscú pretende forzar la solución diplomática al presentar como inevitable la continuidad del régimen. Moscú quiere además eliminar las opciones de Estados Unidos y del bando saudí en Siria debilitando militarmente a los rebeldes y revertiendo sus ganancias territoriales. Si tenemos en cuenta que el interés de Washington en Siria es secundario y que los saudíes se están desgastando en Yemen, cobra sentido el escenario de un acuerdo entre las grandes potencias de fuera y dentro de la región. Un acuerdo que declarará un alto el fuego –seguramente imperfecto– entre las partes contendientes, con excepción del Daesh, y el inicio de un proceso de paz que quizás reconozca cierto tipo de autogobierno a las zonas bajo control de los rebeldes, sin una
desmembración oficial de Siria.

Al mismo tiempo, hay dos factores que también pueden favorecer la solución diplomática.
El primero es el respaldo al plan ruso de las principales potencias europeas. Ya antes del inicio de los bombardeos la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, declararon en momentos diferentes que Rusia tenía que ser parte de la solución del conflicto sirio. La crisis migratoria ocupa uno de los primeros puestos de la agenda política de la Unión Europea y los líderes europeos dudan de la capacidad de Washington para poner fin a la guerra. De ahí que la intervención militar rusa, seguida de un plan de paz, pueda recabar el apoyo de los principales países europeos, y que éstos a su vez influyan sobre la diplomacia norteamericana para que acepte los términos del acuerdo.

El segundo factor que puede facilitar este escenario es que Moscú obligue a Al Assad a abandonar el país –en cuyo caso es de suponer que se instalaría en la propia Rusia. La debilidad militar del régimen sirio le ha hecho perder el estatus de aliado autónomo para pasar al de Estado cliente de Rusia y de Irán. La marcha de Al Assad, a pesar de que continúe el régimen sostenido por Moscú y Teherán, es un modo de que Estados Unidos y sus aliados turcos, saudíes, jordanos, etc. salven la cara ante un eventual acuerdo. Este escenario de fin negociado del conflicto entraña una consecuencia que podría afectar a España y a sus Fuerzas Armadas. Muy probablemente sería necesario el despliegue de una fuerza multinacional de Naciones Unidas que supervisara el alto el fuego, hiciera de
interposición entre las partes, y apoyara y protegiera el peace bulding. Las fuerzas rusas podrían participar en ella, al igual que las de los aliados de Estados Unidos, incluyendo algunos países europeos. De tener lugar, sería sin duda una misión arriesgada por la elevada presencia de actores yihadistas fuertemente armados y con una dilatada experiencia en combate. A los yihadistas se unirían además los rebeldes descontentos con el fin negociado del conflicto.

Sin embargo, otro escenario alternativo, y no descartable, es la prolongación del conflicto durante años. Un conflicto internacionalizado en el que Estados Unidos y sus aliados del Golfo sigan apoyando logísticamente a los rebeldes para recuperar la iniciativa estratégica y desgastar de manera indirecta y sostenida a sus respectivos grandes rivales: Rusia e Irán. La eventual marcha de Al Assad no soluciona el problema de fondo. Lo que queda del régimen sirio se ha convertido en una plataforma desde la que se seguirá expandiendo la influencia iraní en el Levante, protegida de momento por las fuerzas armadas rusas. Y este no es un resultado que vaya a satisfacer a Riad. Para entender el conflicto sirio es necesario ampliar la imagen al conflicto regional por delegación que a día de hoy enfrenta a las principales potencias de Oriente Medio. Eso explica que Arabia Saudí se oponga a que Irán forme parte de los países que negocien la solución diplomática a la guerra de Siria. Así lo ha mantenido de nuevo en la reunión de ministros de asuntos exteriores celebrada en Viena el 23 de octubre, en la que participaron los representantes de Estados Unidos, Rusia, Turquía y Arabia Saudí.

Es difícil saber cuál de los dos escenarios se acabará materializando. Las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos son otra variable que influirá en la estrategia norteamericana y muy probablemente lo hagan bloqueando cualquier salida que pueda ser interpretada como una victoria de Moscú. Lo cual conduciría hacia un escenario de acuerdo sin vencedores ni vencidos (la marcha de Al Assad podría favorecer esta impresión), o como alternativa, al escenario de prolongación del conflicto y continuidad del apoyo norteamericano a los rebeldes.

Por el momento, quien se sigue beneficiando de la situación es el Daesh. Aunque en las proximidades de Aleppo las fuerzas pro Al Assad se están enfrentando al Estado Islámico, en términos generales el recrudecimiento de los combates entre las fuerzas progubernamentales y los rebeldes resta fuelle a la lucha contra el Daesh, y éste, mes tras mes, afianza su proyecto político en los territorios sometidos a su control.

Fuente: http://www.ugr.es/~jjordan/intervencion-rusia-siria.pdf

domingo, 10 de abril de 2016

Amo a la ONU, pero así está fracasando lastimosamente

Cascos Azules en la República del Congo. APPor Anthony Banbury (Clarin.com)


Foto: Cascos Azules en la República del Congo. AP

He trabajado para Naciones Unidas la mayor parte de las tres últimas décadas. Fui encargado de derechos humanos en Haití en la década de 1990 e intervine en la ex Yugoslavia durante el genocidio de Srebrenica. Ayudé a dirigir la reacción ante el tsunami del Océano Índico y el terremoto haitiano, planifiqué la misión para eliminar el armamento químico sirio y más recientemente tuve a cargo la dirección de la misión contra el Ébola en África Occidental. Me importan fundamentalmente los principios con los cuales se ha concebido la ONU.

Y es por eso que he decidido irme. El mundo enfrenta una serie de crisis aterradoras, desde la amenaza del cambio climático hasta las zonas de generación de terrorismo en lugares como Siria, Irak y Somalia. Naciones Unidas tiene una ubicación excepcional para hacer frente a esos problemas y está haciendo un trabajo invalorable, como proteger civiles y proporcionar ayuda humanitaria en Sudán del Sur y en todas partes. Pero en cuanto a su misión general, debido a una mala gestión colosal, la ONU está fracasando. 

Hace seis años obtuve el cargo de subsecretario general de apoyo a las actividades en el terreno, con base en Nueva York. No me era extraño el papeleo administrativo pero carecía de preparación para la borrosa nube de advertencias orwellianas y la lógica de tipo Lewis Carroll que gobiernan el lugar. Si se los encerrara en un laboratorio, un equipo de genios del mal no podría diseñar una burocracia tan enloquecedoramente compleja, que requiriese tanto esfuerzo pero al final fuera incapaz de producir el resultado buscado. El sistema es un agujero negro en el que desaparecen incontables dólares de impuestos y aspiraciones humanas que nunca volverán a verse.

Durante la epidemia de Ébola, yo me desesperaba por conseguir gente calificada en la zona, no obstante lo cual me dijeron que una integrante de la plantilla que trabajaba en Sudán del Sur no podía viajar a nuestra sede central de Accra, la capital de Ghana, hasta que le otorgaran una nueva autorización médica. Combatíamos una enfermedad que mataba a muchos millares y se corría el riesgo de que quedara fuera de control y sin embargo perdíamos semanas esperando que a una colega sana le entregaran sus formularios procesados.

Con demasiada frecuencia, la única manera de apurar las cosas es romper las reglas. Es lo que hice en Accra cuando contraté a una antropóloga como colaboradora independiente. Resultó valer su peso en oro. La práctica de entierros sin medidas de seguridad sanitaria era la causa de aproximadamente la mitad de nuevos casos de Ébola en algunas áreas. Teníamos que comprender aquellas tradiciones antes de intentar persuadir a la gente de que las cambiara. Por lo que sé, ninguna misión de Naciones Unidas había tenido jamás antes un miembro antropólogo; poco después que me fui de la misión, a la nuestra la dejaron partir.

Los jefes de multimillonarias operaciones de paz, con responsabilidades enormes en la terminación de guerras, no pueden contratar a su personal más cercano ni desplazar de funciones críticas a integrantes deficientes. Esto es señal de lo perversamente retorcida que es la burocracia, al punto de considerarse más peligrosas las decisiones vinculadas con el personal que la responsabilidad de conducir una misión de la que depende el destino de un país. 

Uno de los resultados de esta disfunción es la mínima confiabilidad. En una gran misión de paz existe hoy un jefe de equipo manifiestamente incompetente. Muchas personas han tratado de librarse de él, pero a falta de un delito serio es virtualmente imposible despedir a alguien en Naciones Unidas. No tengo conocimiento de que en los últimos seis años se haya despedido a un solo integrante de actividades en el terreno internacional, ni siquiera sancionado por desempeño insatisfactorio. 

El segundo problema serio es que se toman demasiadas decisiones por conveniencia política. Las fuerzas de mantenimiento de paz a menudo deambulan pesadamente a lo largo de años sin metas claras ni planes de retirarse, desplazando gobiernos, desviando la atención de problemas socioeconómicos más profundos y costando miles de millones de dólares. Mi primera misión de mantenimiento de paz fue en Camboya en 1982. Nos fuimos antes de los dos años. Ahora es una excepción que una misión dure menos de diez.

Fijémonos en Haití: no ha habido un conflicto armado en más de una década y sin embargo permanece allí una fuerza de Naciones Unidas de más de 4.500 individuos. Mientras tanto estamos fallando en lo que debería ser nuestra tarea más importante: colaborar en la creación de instituciones democráticas y estables. Se han postergado las elecciones en medio de reclamos por fraude y el primer ministro interino ha dicho que “el país enfrenta serias dificultades sociales y económicas”. El dispositivo militar no hace la menor contribución para resolver estos problemas. 

Nuestro error más grave se da en Mali. A principios de 2013 Naciones Unidas decidió enviar allí 10.000 soldados y oficiales de policía en respuesta a la apropiación terrorista de zonas del norte. Inexplicablemente, enviamos una fuerza sin preparación previa en contraterrorismo y a la que se había dado instrucciones explícitas de no implicarse en eso. Más del 80% de los recursos de la fuerza se gasta en logística y autoprotección. Ya se ha matado a 56 personas del contingente de Naciones Unidas y es seguro que morirán más. En Malí, Naciones Unidas se hunde cada día más en su primera ciénaga. 

Pero la cuestión que más me ha preocupado es lo que Naciones Unidas hizo en la República Centroafricana. Cuando en 2014 recibimos de la Unión Africana la responsabilidad del mantenimiento de la paz allí, teníamos la opción de elegir qué tropas aceptar. Sin un debate apropiado y por cínicas razones políticas se decidió incluir soldados de la República Democrática del Congo y de la República del Congo, a pesar de los informes de serias violaciones de los derechos humanos perpetradas por estos soldados. Desde ese momento las tropas de esos países han estado involucradas en la persistente violación y abuso de personas -con frecuencia chicas jóvenes-, a pesar de que para evitarlos se envió allí a Naciones Unidas.

En 1988, mi primer trabajo en Naciones Unidas fue como oficial de derechos humanos en campos de refugiados a lo largo de la frontera entre Tailandia y Camboya, investigando violaciones y asesinatos de pobres y desvalidos. Nunca hubiera podido imaginarme que un día iba a tener que tratar con integrantes de mi propia organización que cometieran los mismos crímenes o, peor, altos funcionarios que los toleraran por cuestiones de cínica conveniencia. 

En vísperas de la elección de un nuevo secretario general este año, es esencial que los gobiernos, y especialmente los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, piensen con cuidado qué es lo que quieren de Naciones Unidas. La organización es una máquina de escribir Remington en un mundo de smartphones. Si la ONU va a hacer avanzar las causas por la paz, los derechos humanos, el desarrollo y el clima, necesita un conductor genuinamente decidido a reformar. El punto de partida debería ser la renovación de nuestro sistema de personal. El Secretario General Ban Ki-moon es un hombre de gran integridad y Naciones Unidas está llena de personas inteligentes, valientes y altruistas. Desgraciadamente, muchísimos otros carecen de la moral y la capacidad profesional para desempeñarse allí. Necesitamos que Naciones Unidas esté dirigida por personas para quienes “hacer lo correcto” sea lo normal y lo esperado. 

Copyright The New York Times, 2016. Traducción: Román García Azcárate.
Anthony Banbury fue subsecretario general de las Naciones Unidas para Apoyo de Actividades en el Terreno.

sábado, 26 de marzo de 2016

¿Qué logró Arabia Saudí, tras un año de invasión a Yemen?

Hoy se cumple un año del inicio de la invasión de Arabia Saudí contra Yemen. Una guerra que no materializó los objetivos de Riad de eliminar al movimiento yemení Ansarolá, y solo generó la destrucción del país árabe y la masacre de civiles.
Agresión militar de Al Saud a Yemen
En el siguiente artículo repasamos un año de guerra saudí contra Yemen, así como sus objetivos y la situación en el terreno yemení.

Durante el mandato del rey Salman bin Abdulaziz Al Saud, la política exterior saudí se sumergió en enormes cambios, y se puede decir que una gran parte de la crisis que vive la región de Oriente Medio, se debe a ello. Algo que resulta explícito en el lanzamiento de la guerra contra Yemen, el apoyo a los terroristas de EIIL (Daesh, en árabe) en Siria y la ejecución del prominente clérigo saudí, Sheij Nimr Baqer al-Nimr.

No obstante, el más destacado acontecimiento ha sido la invasión a Yemen, que puso a los saudíes en el centro de las noticias internacionales. En este sentido, hay que estudiar dos factores dentro de Yemen y en la región de Oriente Medio. A principios del año 2015, el movimiento popular Ansarolá, que según Riad tiene vínculos con Teherán, iba ganando protagonismo en el terreno sociopolítico, controlaba varios territorios y aumentaba la posibilidad de que, aunque lo ha negado en varias oportunidades, se hiciera con el poder en el país.

El expresidente, que cuenta con el respaldo de los saudíes, dimitió y abandonó el país. A nivel regional, se hablaba de un acuerdo entre Irán y el Grupo 5+1, que se interpretaba como una mayor interacción entre Teherán y el mundo, lo que le otorgaba al país persa más influencia a nivel internacional. Por lo tanto, se puede decir que Riad sintió temor de que el Movimiento Ansarolá tomara el poder en el país para evitar que un gobierno cercano a Irán gobernara en su vecindad.

De esta forma, la invasión a Yemen comenzó el 25 de marzo de 2015, bajo el nombre de “Tormenta Decisiva”, solo dos meses después de que el rey Salman llegó al poder. Aparentemente, con el objetivo de devolverle el poder al expresidente fugitivo yemení, Abd Rabu Mansur Hadi, aliado de Riad, y debilitar al movimiento popular Ansarolá y a sus aliados, las fuerzas leales al expresidente Ali Abdulá Saleh.

La agresión de Arabia Saudí, un país amado hasta los dientes por su aliado Estados Unidos y otros occidentales, se produce en medio del silencio de la tan llamada comunidad internacional. Muchos de sus integrantes, de hecho, han vendido armas mortales a Arabia Saudí por miles de millones de dólares, las cuales son empleadas para asesinar a civiles inocentes en Yemen. Existen informes de que Francia, Alemania, Italia, Montenegro, Países Bajos, España, Suecia, Suiza, Turquía, el Reino Unido y los Estados Unidos han vendido a Arabia Saudí armamento por valor de 25 mil millones de dólares, incluyendo drones, bombas, torpedos, cohetes y misiles.

No obstante, más que nada, esa invasión generó el odio internacional a la familia Al Saud por razones que a continuación explicaremos.

Violar las normas internacionales

Riad, desde el inicio, dijo que la operación militar se realizaba a petición del presidente Hadi y en apoyo al pueblo yemení contra Ansarolá. Mientras tanto, desde el punto de vista del derecho internacional y del yemení, la acción es ilegal ya que recurrir a la fuerza en territorio extranjero solo tiene lugar con el permiso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU). Asimismo, según los artículos 37 y 38 de la Constitución yemení, solo a condición de que el Parlamento y el Consejo de Defensa Nacional lo autoricen, un tercer país puede intervenir en Yemen para restablecer la situación interna, unas condiciones que no se cumplen, por lo que, claramente los saudíes lanzaron una invasión.

Crímenes de Guerra

Sin lugar a dudas, Yemen es la nación más pobre del mundo árabe. La mayoría de los 25,6 millones de habitantes de esta nación de Medio Oriente luchan, desde hace tiempo, contra las crisis sociales, económicas y políticas.

Sin embargo, su situación se ha deteriorado aún más a raíz de la intervención militar, la cual ha transformado una prolongada crisis política en una guerra sin cuartel. De acuerdo con las autoridades yemeníes, los ataques dirigidos por los saudíes han dejado más de 8500 muertos y miles de heridos. Se estima que el 93 por ciento de las víctimas son civiles.

Según datos de las Naciones Unidas, los ataques militares han provocado unos 2 millones cuatrocientos mil desplazados yemeníes. Arabia Saudí también ha conducido un asedio contra Yemen, evitando que lleguen las ayudas humanitarias. La creciente violencia y el cerco han generado una crisis humanitaria. 20 millones de yemeníes están necesitados de asistencia. La hambruna se está propagando. De acuerdo con la ONU, 14,4 millones de yemeníes se encuentran en situación de inseguridad alimentaria. Cerca de la tercera parte de los niños menores de cinco años sufren de malnutrición aguda.

Los ataques dirigidos por los saudíes han devastado la infraestructura yemení y destruido la paralizada economía del país. El centro yemení de derechos humanos ha anunciado que más de 800 escuelas han quedado reducidas a escombros, lo que priva de estudios a 1,8 millones de menores. En el año 2015, la economía de Yemen se contrajo en un 35 por ciento. Unos 2,4 millones de personas son desplazados internos. Además, 240 instalaciones médicas han sido blanco de los ataques desde que comenzó la campaña militar saudí. El sistema de salud del país ha colapsado, por lo que más de 14 millones de ciudadanos necesitan servicios médicos.

La ONU y otras organizaciones pro derechos humanos, como Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional (AI), han denunciado los crímenes de Riad, incluso el uso de unas 140 mil bombas de racimo.

Efectos negativos de la guerra en Yemen

La guerra, cuyos costos se estiman en 200 millones de dólares diarios, ha reforzado la presencia de los terroristas de Al-Qaeda y Daesh en las regiones sureñas de Yemen. Los ataques dirigidos por los saudíes contra los combatientes hutíes y los grupos de Resistencia popular, que tienen como blanco principal las áreas residenciales, han permitido que los terroristas de Al-Qaeda se consoliden en el territorio del sur de Yemen, en específico en ciertas áreas como AHWAR, QUSAY’IR, ZINJIBAR, TARIM y MUKALLA.

Además, un año después, Riad ha fracasado a la hora de cumplir sus objetivos y se encuentra en medio de un atolladero militar, económico y político. Ansarolá mantiene un control efectivo de las áreas más pobladas y penetra en las fronteras saudíes de manera casi regular; lo que es más importante, el presidente Hadi no ha podido recuperar el poder. Arabia Saudí es reconocida como un régimen represor y autor de la masacre de ciudadanos yemeníes, por lo que muchos en el mundo han aumentado la presión contra los gobiernos para que cesen la venta de armas a este país, tal como decidió el pasado mes de febrero el Parlamento Europeo (PE).

Además de las consecuencias a nivel internacional, la guerra contra Yemen ha conllevado graves consecuencias a nivel interno para el país. Desde el punto de vista de seguridad, también, se debe mencionar que por los enfrentamientos y la dimensión de la guerra, las regiones sureñas están sufriendo sus consecuencias. La zona de Jizan, fronteriza con Yemen, ha sido testigo de varios ataques, y los combatientes yemeníes se han hecho con el control de varias bases, un hecho que supone un reto en cuanto a la seguridad del régimen de Riad.

Además, según las últimas cifras reveladas, Riad está destinando una enorme cantidad de dinero a la invasión, mientras una considerable parte de sus propios ciudadanos viven en una situación precaria, en especial en el Este del reino. Existen numerosos informes, como el de la propia Asamblea Consultiva de Arabia Saudí (Shura), que ponen de relieve que alrededor del 22 por ciento de su población vive por debajo del umbral de la pobreza.

Otro informe publicado en febrero de 2013 por el diario árabe Al-Hayat revela que la cifra de suicidios entre los jóvenes saudíes está aumentando, debido a la miseria extrema y la catastrófica situación económica que azota a sus familias, que se ven incapaces de satisfacer sus necesidades básicas. El diario añadió que más del 84 % de las personas que recurren a esta práctica son menores de 35 años, un tema cuya respuesta se puede buscar en una tasa de desempleo del 35 %, según la revista 'The Economist'. Además, mediante un informe el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció que Arabia Saudí puede quedarse, dentro de cinco años, sin reservas petroleras, si continúa con su actual política financiera.

Por lo tanto, las autoridades saudíes deben saber que ya ha pasado la era del militarismo y la materialización de objetivos mediante la acción militar, y que solo el diálogo puede ayudar a solucionar cualquier discrepancia.

Fuente: http://www.hispantv.com/newsdetail/yemen/219998/arabia-saudita-invasion-yemen-ansarola-masacre-civiles

sábado, 19 de marzo de 2016

¿Por qué Rusia retira el grueso de sus fuerzas de Siria?

Por: Federico Gaon - Infobae.com
El presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó la retirada del grueso de las fuerzas rusas apostadas en Siria. La decisión se produce casi siete meses después de que los contingentes rusos entraran en la refriega siria, en principio para socorrer al régimen de Bashar al Assad. Con este anuncio, lo cabal es que Moscú apuesta por bajar las tensiones que de momento venían recrudeciendo día a día, especialmente con Arabia Saudita y con Turquía.

La retirada rusa, que cabe aclarar que no es completa, responde al pragmatismo del Kremlin. En primera instancia, este evidentemente ha logrado preservar al régimen alauita en el poder. Como consecuencia, esto implica que los rusos conservan a su aliado, como así también su única salida estratégica al Mediterráneo, la base naval de Tartus. Desde una perspectiva más amplia, aunque es muy temprano para confirmarlo, la retirada de las fuerzas rusas delinearía las nuevas fronteras de facto de una Siria fragmentada.

Hace una semana, por medio de una columna, discutía que existían fundamentos para suponer que las tensiones entre Rusia, por un lado, y Arabia Saudita y Turquía, por el otro, no estallarían en una guerra abierta. Si bien reconocía que un escenario bélico de grandes proporciones era posible, y en teoría aún lo es, argumentaba que ningún actor tenía algo que ganar con un enfrentamiento directo. Obligados a tomar posición en el conflicto sectario que sacude a Medio Oriente, sucede que los sauditas, los turcos y una coalición de países sunitas están vehemente opuestos a que Irán preserve su influencia en Siria, lo que equivale a que Assad permanezca como mandamás en Damasco. Los actores sunitas entienden que el conflicto sirio no será solucionado en tanto no haya un cambio de régimen, y su oposición al clan Assad estriba en los múltiples intereses en juego. Entre otras razones, la proximidad geográfica de las áreas calientes con las zonas fronterizas y las sensibilidades religiosas encontradas, que echan leña al fuego del extremismo antisistémico como es el yihadismo, obligan a las partes enfrentadas a Irán a plantear su oposición.

Además de la retórica religiosa que pueda ser empleada, en los niveles de la alta política, la principal preocupación de los turcos está representada por la pérdida de influencia a nivel regional, lo que incluye el cercamiento de Turquía por parte de Rusia (que tiene presencia militar en Crimea y en la costa siria), y el riesgo de que los kurdos consoliden una entidad soberana a lo largo de la frontera sur con Siria. Si esto último llegara a ocurrir, el riesgo de que sucedan disturbios importantes entre la población turca de origen kurdo sería considerable, sobre todo si se tienen presentes los antecedentes políticos, y terroristas, existentes dentro de este grupo étnico.

En el caso de las monarquías árabes del Golfo, la realidad de una Siria fragmentada esquematiza una amenaza tajante al statu quo. Puesto sucintamente, la lógica es la siguiente: si las fronteras sirias (e iraquíes) han quedado desbaratadas en todo menos en nombre, ¿qué impide que el devenir histórico se torne en contra del multimillonario establecimiento monárquico que prevalece en la región?

En efecto, luego de que las placas tectónicas de la política de Medio Oriente se desplazaran, como resultado de todos los eventos desatados con la llamada Primavera Árabe, para algunos parecía que la era Sykes-Picot había llegado a su fin. Esta observación, contrastable en Siria y en Irak, apunta a que los trazados fronterizos característicos de la región, delineados por Francia y Gran Bretaña durante y luego de la Primera Guerra Mundial, no han probado ser lo suficientemente duraderos como para sostener más de un siglo de permanencia.

En todo caso, lo cierto es que las monarquías en cuestión temen por su supervivencia, y en la medida en que observan que Estados Unidos se retira de Medio Oriente, encuentran en Irán y en el Gobierno sirio una amenaza perniciosamente desestabilizadora.
gaon 1
Habiendo dicho esto, los destacamentos rusos en Siria figuraban como una llaga que entorpecía los esfuerzos combinados de los Estados sunitas. En otras palabras, su mera presencia ponía en riesgo un enfrentamiento con un enemigo digno de ser temido, en circunstancias que, tal como lo mostró el incidente con el caza ruso derribado por los turcos, podrían subir de tono muy rápidamente. Cabe afirmar, en parte por esta misma razón, que, tras el anuncio de la retirada rusa, Putin espera bajar las tensiones. Rusia ya tiene demasiadas presiones financieras y encargos en materia de defensa para comprometerse a una misión militar permanente y de semejante operatividad logística como la desplegada en Siria.

A esto se refiere Putin cuando sostiene que es tiempo de concentrarse en las conversaciones de paz. El hombre fuerte de Rusia ha creado indubitablemente las condiciones para que la continuada existencia del régimen de Assad sea una realidad asentada en el terreno. Con esto, Putin en simultáneo proyecta fuerza que puede canjear, en términos de influencia, tanto en casa como en el extranjero, particularmente en las subsiguientes negociaciones sobre Siria y sobre Ucrania.

Por otro lado, aunque a estas alturas sería iluso dar por completamente terminada la presencia rusa en Siria, la retirada puede ser interpretada como un mensaje hacia Assad y compañía. Con las presentes medidas, Moscú le dice a Damasco que no se comprometerá a continuar la reconquista del territorio sirio perdido. En consecuencia, Rusia le dice al mundo que está dispuesta a buscar el consenso en función de velar por la estabilidad regional que tanto preocupa a todas las partes. Con la zona aledaña al Mediterráneo asegurada en manos de Assad, de momento los rusos verían sus intereses en materia de seguridad satisfechos. No obstante, esto no quita la amenaza permanente que suponen los elementos yihadistas rusos, especialmente en la vulnerable región del Cáucaso septentrional (norte), de donde provienen algunos miembros del Estado Islámico (ISIS).

Por lo pronto, quedará por verse cómo quedan trazadas las fronteras en el plano real. La nueva realidad en el terreno, en continuo desarrollo, podría sobrevenir en un Estado alauita, gobernado por el clan Assad; otro sunita, incluyendo las áreas dominadas por el ISIS en Siria y en Irak; otro chiíta, comandado desde Bagdad por la mayoría chiíta al sur de Irak; y finalmente, otro kurdo, regido desde Erbil por una autoridad que ambiciona la autodeterminación.

miércoles, 17 de febrero de 2016

El conflicto, como una "cuestión de Estado"

Por Mariano Obarrio - LA NACION - El Gobierno tratará el tema hoy en la reunión de gabinete

El gobierno de Mauricio Macri analizará hoy en reunión de gabinete el conflicto del hospital Posadas como una "cuestión de Estado". Será a las 8 en la Casa Rosada. De allí pueden surgir decisiones, entre las que no se descartan una o varias denuncias penales por la contratación indebida en 2015 de 1700 personas que el Gobierno atribuye a la agrupación Nuevo Encuentro, de Martín Sabbatella.

Según altas fuentes de la Casa Rosada, la información que tiene el ministro de Salud, Jorge Lemus, indica que de esos 1700 "militantes" 500 fueron incorporados durante todo el año pasado y unos 1200, desde el 1° de diciembre pasado.

Todos los cañones del Gobierno apuntan a la gestión del ex director del Posadas Martín Latorraca. El Presidente podría dar instrucciones sobre los futuros pasos.

"De esos 1700 militantes, casi todos son de Nuevo Encuentro y muchos son barrabravas del club Deportivo Morón, que tiene controlado el hospital. Vamos a actuar con firmeza, porque es una mafia que hay que sacar del hospital", dijo a LA NACION una alta fuente del gabinete macrista. El conflicto se precipitó por el sabotaje denunciado ayer.

Según el equipo de Lemus, la incorporación de la mayoría de esos trabajadores es irregular. No se les terminó el trámite de aprobación por no tener el título de secundario completo, requisito indispensable, y algunos tienen incluso antecedentes penales. Sin embargo, se detectó que muchos de ellos cobraron haberes sin haber sido nombrados, lo que será denunciado.

Según confiaron a LA NACION las fuentes de Salud, esos detalles serán materia de las futuras denuncias ante los tribunales. Además del caos administrativo y de supuestos actos de corrupción, la actual conducción del Posadas, dirigida por Alberto Díaz Legaspe, encontró que el actual presidente del club Deportivo Morón, Diego Spina, era administrador de ese hospital de alta complejidad durante la gestión de Latorraca.

Se investiga si Spina podría tener vínculos con barrabravas de Morón que controlan la seguridad. Además, en Salud también acusan al delegado de ATE, Darío Silva, de defender a Nuevo Encuentro y a los supuestos barras de Deportivo Morón. De los 1700 contratados, unos 300 no accedieron a presentar sus certificados de antecedentes penales.

Lemus armará un gabinete de emergencia integrado por la Jefatura de Gabinete y los ministerios de Salud, Modernización, Seguridad y Justicia; el municipio de Morón, y la gobernación bonaerense.

lunes, 1 de febrero de 2016

Sunitas y chiitas: el conflicto que tiene en vilo al mundo

Ilustración: Iker Ayestaran
Por Lorena Oliva - LA NACION - Viejas rivalidades económicas y territoriales se superponen con la amenaza terrorista, en una espiral de violencia difícil de modificar


Es cuestión de desandar la espiral de violencia que conmueve a Medio Oriente, una de las regiones menos pacíficas del planeta, para que el camino nos lleve hasta un acontecimiento religioso ocurrido en el año 632 de nuestra era. La muerte del profeta Mahoma, sin un claro sucesor, marcó el inicio de una rivalidad dentro del islam entre dos grandes corrientes-los chiitas y los sunitas- que se extiende hasta nuestros días.

La falta de acuerdo sobre quién sería el nuevo sucesor espiritual del Profeta acabó convirtiéndose en una grieta dentro del islam que fue profundizándose con el correr de los siglos. Y lo que nació como una confrontación de tipo religioso se fue transformando, con el paso del tiempo, en una disputa geopolítica tan compleja como peligrosa, así como también en la causa que muy a menudo agita el terrorismo para justificar su razón de ser.

Con más de 1500 millones de fieles, el islam es la religión oficial de muchísimos países, cuyas constituciones y fuentes jurídicas se basan o se inspiran en gran medida en el Corán. En este contexto, si bien ambas ramas tienen puntos de acuerdo -todos adhieren a los pilares básicos del islam-, una de sus diferencias es que para los chiitas el imán es intermediario entre Alá y la comunidad, y para los sunitas sólo dirige la oración y vela por la comunidad.


Ilustración: Iker Ayestaran.

Se estima que los chiitas representan al 15% de los musulmanes, mientras que los sunitas comprenden el 85% restante, según el Pew Center Research. Más allá de las similitudes y diferencias entre ambas corrientes, es la pregnancia de lo religioso sobre lo político -un rasgo común entre ambas- lo que hace difícil separar lo sagrado de lo profano a la hora de analizar el alto nivel de conflictividad de la región.

En consonancia con su superioridad numérica, los sunitas son mayoría en Arabia Saudita Afganistán, Pakistán, Jordania, Kuwait, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Túnez, Qatar, Libia, Turquía y Siria; mientras que hay mayoría chiita en Irán, Azerbaijan, Bahréin, Irak y El Líbano. Basta mirar la multiplicidad de alianzas y enfrentamientos que hoy se dan entre éstas y otras naciones para detectar, con bastante frecuencia, conexiones con este enfrentamiento histórico. Sin embargo, no todo lo que allí acontece puede explicarlo el conflicto entre sunitas y chiitas. Es, en todo caso, un factor que se combina con otros, de tipo político, económico, territorial o estratégico.

Sin ir más lejos, la histórica rivalidad ideológica entre Arabia Saudita e Irán también se replica en el plano geopolítico. Ambos países cuentan con enormes recursos en materia de gas y petróleo, y el reciente levantamiento de las sanciones económicas contra Irán le devuelven su estatus de jugador de primera línea en el mercado mundial. ¿En qué medida la novedad será disparadora de nuevas tensiones entre ambos países? Difícil saberlo. Lo cierto es que no soplan vientos de paz. Basta recordar la reciente ejecución de un predicador chiita por parte de Arabia Saudita y la posterior quema de la embajada saudita en Teherán. Actualmente ambas naciones han roto sus relaciones diplomáticas.

"Es cierto que Irán y Arabia Saudita han intensificado sus rivalidades. No obstante, explicar todas las disputas geopolíticas contemporáneas remitiendo la comprensión a la diferenciación doctrinal sunitas vs. chiitas puede sonar didáctico pero es un tanto simplificador. Las cuestiones geopolíticas pueden coincidir con líneas divisorias de pertenencia identitaria a distintos modos de comprender la religión, pero su dinámica está marcada por procesos contemporáneos de alianzas, estrategias, influencias políticas y modos de construir el poder, como en cualquier arena de negociación o de tensión internacional", admite la investigadora del Conicet Silvia Montenegro.

Con ella coincide Javier Martín, delegado de la agencia de noticias EFE en el norte de África y autor del libro Estado Islámico, geopolítica del caos, publicado el año pasado, que ya va por su quinta edición: "Aunque tiene raíces religiosas, el actual conflicto entre chiitas y sunitas es esencialmente político. Tanto Irán, único Estado chiita del mundo, como Arabia Saudita, que se atribuye el liderazgo ideológico e incluso político del universo sunita, así como también los movimientos radicales como Al Qaeda y la organización yihadista Estado Islámico manipulan las diferentes sensibilidades sectarias para forzar y azuzar el conflicto en función de sus intereses políticos, económicos y geoestratégicos en la región."

Sin embargo, Federico Gaon, analista internacional especializado en islamismo y Medio Oriente, no desestima el rol que juega la fe en el tejido de alianzas y conflictos en la región. "Lo religioso juega un papel fundamental. Para los occidentales, esto es un concepto difícil de digerir por el simple hecho de que no estamos acostumbrados a que la religión tenga semejante peso en nuestros días, o por lo menos no en nuestras latitudes."

A pesar de la profusa cobertura mediática de los conflictos en Medio Oriente, así como el estupendo papel que han sabido jugar las redes sociales a la hora de sortear cualquier cerco informativo, la visión estereotipada que suele circular sobre la región permanece vigente.

"Los estereotipos son más fáciles de digerir que la complejidad y la diversidad de la realidad, y todas las regiones subdesarrolladas del globo padecen ese tipo de simplificaciones. Así, África es la región de las hambrunas, las enfermedades y las guerras civiles; Latinoamérica, de los narcos, el fútbol y los carnavales; y Medio Oriente, del terrorismo, el fanatismo y el atraso. Pero las raíces de estos prejuicios no son inocentes. En lo que respecta a Medio Oriente, la desinformación y la distorsión han sido sistemáticas desde tiempos del colonialismo europeo, que dividió al mundo en dos entidades imaginarias e irreconciliables: una avanzada y otra salvaje; una regida por los valores de la Ilustración, la otra por una 'religión violenta' llamada islam. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó la posta que dejaron allí Francia y Gran Bretaña, y esas distorsiones no han hecho más que profundizarse, llegando a aplanar la historia en la burda ecuación 'democracia versus terrorismo'", considera la licenciada en comunicación Ana Prieto, también autora del libro Todo lo que necesitás saber sobre terrorismo (Paidós).

Pese a la miopía occidental, la violencia tiene efectos devastadores a nivel planetario, como bien pudimos comprobar con los recientes atentados en París. De acuerdo con el último informe del Institute for Economics and Peace (Instituto para la Economía y la Paz), un organismo no gubernamental que creó en 2008 el Índice Global de Paz, los principales actores de Medio Oriente se cuentan entre los doce países menos pacíficos del planeta. La organización, que releva a 162 países, también estima que el costo de la violencia global, fuertemente concentrada en esa zona, equivale al 13,4% del producto bruto mundial. En otro trabajo, el Índice Global sobre Terrorismo, se señala que, en 2014, Estado Islámico y Boko Haram habían sido los responsables del 51% de las muertes por terrorismo que, durante ese año, totalizaron unas 32.658, un 80% más que el año anterior.

Las principales organizaciones terroristas que operan en la región, como por ejemplo Estado Islámico, Al Qaeda (que se identifican con los elementos más militantes y radicales del sunismo) o Hezbollá (ligada a los chiitas) respaldan su accionar criminal en las enseñanzas del Corán, con una noción de yihad global que apela a una lucha armada en defensa del islam y en su conquista. Lo cierto es que, si bien la mayoría de los musulmanes adhieren a la yihad, existen serios matices interpretativos.

"La mayoría de los musulmanes adhieren al significado de yihad como esfuerzo, esforzarse en el camino de Dios, y rechazan la equiparación con la idea de "guerra santa" como un elemento de difamación mediática, construido por los medios occidentales, que funcionaría para producir una asociación instantánea entre islam y violencia. De hecho, muchos pensadores y líderes musulmanes no dejan de aclarar este aspecto ante los medios o escribir sobre el tema", puntualiza Montenegro.

"Otra es la concepción de los llamados grupos 'yihadistas', y su idea de yihad global -continúa la especialista-, que se consolida con la diáspora de combatientes que lucharon en Afganistán contra la invasión de la Unión Soviética en 1979. A partir de ahí surgen organizaciones (como Al Qaeda) o actualmente Estado Islámico, que apelan a la idea de yihad e instrumentalizan o son instrumentalizadas por determinados intereses. En ese contexto, y en la acepción que esos grupos le otorgan, se forja la idea del yihadista. Éste aparece como un combatiente de un ejército global que responde a un llamado y se moviliza a un territorio de origen distinto del suyo, donde se entiende que es necesario el combate o incluso actúa como cuentapropista para acciones que pueden, al modo de una franquicia, ser luego reivindicadas por organizaciones."

Pero, en cualquier caso, hay quienes creen que, más allá del fundamento ideológico de estas organizaciones, vale la pena mirarlas también como un reflejo de las contradicciones que se dan en nuestro mundo globalizado.

"Creo que, en el caso de Estado Islámico, se trata de una agrupación profundamente contemporánea: no sólo explota todas las herramientas digitales y comunicacionales a su alcance sino también porque es un hijo violento de las contradicciones de la globalización. La mayoría de sus jóvenes reclutas no están ahí por razones colectivas o religiosas (la devoción, si llega, llega después), sino para darles sentido a sus vidas, para canalizar sus propios impulsos violentos o para perseguir lo que les han vendido como una utopía. No hay que desestimar las motivaciones ni ambiciones personales de las personas que se unen a Estado Islámico", reflexiona Prieto.

Un poco de historia

La reinterpretación de los mandatos religiosos no es nueva en una religión que carga con siglos de fracturas. Basta recordar que fue la muerte de Mahoma la que enfrentó a la comunidad musulmana de entonces con el desafío de designar un sucesor. Para un sector (los luego llamados chiitas), el líder espiritual debía ser un descendiente directo del profeta, mientras que para el otro (representado por quienes después serían los sunitas) debía ser elegido por la comunidad y no necesariamente tenía que ser un descendiente directo del Profeta. La que se impuso fue esta última posición.

Tras aquella primera derrota, el chiismo, habiendo quedado en minoría y a los efectos de preservar sus formas frente a la mayoría, se abstendría de inmiscuirse en la búsqueda activa por el poder político. "Refugiándose en la creencia de que al final de cuentas todas las injusticias serían saldadas por la figura mesiánica del mahdi, 'el imán oculto', los chiitas encontraban consuelo espiritual a los agravios cometidos por el establecimiento sunita. Dicho sucintamente, había que esperar a la venida del redentor para poner las cosas en orden. Las circunstancias cambian en forma decisiva cuando se establece la dinastía safávida en 1501 en Irán. Con ella la mayoría de la población persa sería convertida al chiismo. Éste es un hito fundamental para entender lo que sucede hoy en día", explica Gaon.

Pero, si de hitos se trata, todas las fuentes consultadas concuerdan en señalar la Revolución islámica de 1979. "La Revolución islámica puede ser vista como la consagración del activismo político chiita. Representa la trasformación final del chiismo. De ser una corriente políticamente 'pasiva', resignada a su posición de inferioridad, pasó a ser un movimiento 'activo' en el plano político. Esto es algo insufrible para el establecimiento religioso sunita", agrega Gaon.

Con él coincide Khatchik DerGhougassian, doctor en Estudios Internacionales y profesor en la Universidad de San Andrés. "Históricamente los sunitas dominaron a partir de la dinastización del califato y por muchos siglos los chiitas fueron los perseguidos, los pasivos en la política, pues esperaban el regreso del último imán ocultado para establecer justicia en el mundo. Pero cuando con los fatímidas en Egipto, los safávidas en Irán y, sobre todo, con la emergencia de la República Islámica de Irán el chiismo llegó al poder, la controversia con los sunitas adquirió una dimensión geopolítica. A falta de secularización política en el islam, y mientras siga el conflicto en Medio Oriente, es muy difícil distinguir la pelea por el liderazgo de la comunidad musulmana de la lucha por el poder expresado en claves de razón estatal."

A la par de la Revolución iraní, se produjeron otros incidentes que despertaron los fuegos del radicalismo sunita. "Primero, la toma de la Gran Mezquita (Al-Masjid al-Haram) en La Meca por parte de extremistas adversos al de ya de por sí rígido y conservador régimen de los sauditas. Segundo, se produjo la invasión soviética de Afganistán, la cual inspiraría a miles de musulmanes de todo el mundo a librar una guerra santa, una yihad, contra el 'imperio ateo' invasor. La eventual derrota de los rusos daría paso a la creación de Al-Qaeda y a la usanza yihadista que estamos acostumbrados a ver en las noticias", agrega Gaon, quien compara la actual tensión entre Arabia Saudita e Irán tras el levantamiento de las sanciones con una debacle entre sunitas y chiitas que no tenía lugar desde la guerra entre Irak e Irán en los años ochenta.

Las perspectivas de paz en la región requieren de una serie de condiciones previas. "Mucho depende de la voluntad política y capacidad de cooperación de los actores regionales (Irán, Arabia Saudí y Turquía). En menor medida, de un acuerdo entre, por un lado, Estados Unidos y sus aliados europeos y, por el otro, Rusia. De hecho, este acuerdo existe pero no se puede implementar ni siquiera en el contexto de las negociaciones bajo el auspicio de la ONU entre el régimen de al-Asad y los opositores", aporta DerGhougassian.

Para Martín, en cambio, la paz sólo será posible siempre que se obligue a los actores regionales a cumplir con los derechos humanos y se trate con igual contundencia a todos los países. "Desde hace años, se ha denunciado el régimen dictatorial de Irán y sus prácticas mafiosas en la región, y debe seguir haciéndose dentro de la nueva era que se ha abierto tras el necesario acuerdo nuclear. Pero no se puede mantener el silencio y permitir que Arabia Saudita siga aplicando las mismas políticas mafiosas, violando los derechos de su pueblo y de los pueblos de la zona con impunidad. Igual que era necesario el retorno condicionado de Irán a la mesa de Oriente Medio por la influencia que tiene en muchos de los actores, es necesario frenar a Arabia Saudita para que el diálogo pueda funcionar."

Resolver la puja que dio origen a esta fractura es todavía mucho más complejo. Así lo cree Federico Gaon: "Estamos hablando de intereses irreconciliables, tanto religiosos como estratégicos. Es un juego de suma cero. Por ello, algunos comentaristas sugieren que la guerra es inevitable, y que sólo después de un conflicto decisorio como atroz, podrá alcanzarse, puertas adentro del islam, una solución religiosa que incite a darle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Por lo menos esto fue lo que necesitó Europa para que, al cabo de pocos siglos y luego de un sangriento enfrentamiento entre católicos y protestantes, se consagrara el secularismo".
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...