lunes, 23 de octubre de 2017

Macri comienza desde hoy a aplicar su plan "desarrollista"

Festejo porteño. Elisa Carrió y Horacio Rodríguez Larreta fueron de los primeros en festejar el categórico triunfo de Cambiemos en la Ciudad de Buenos Aires, donde obtuvo más del 50% de los votos.Por Carlos Burgueño - Ambito.com
Reforma impositiva, laboral, tarifas, comercio exterior, lebac e inflación en la agenda. Comenzará rápido el contacto con los legisladores opositores “serios” para que haya aprobación de leyes en el próximo Congreso. Se evitará al kirchnerismo. Continuará el sello distintivo: el gradualismo.

Foto: Festejo porteño. Elisa Carrió y Horacio Rodríguez Larreta fueron de los primeros en festejar el categórico triunfo de Cambiemos en la Ciudad de Buenos Aires, donde obtuvo más del 50% de los votos.

Mauricio Macri comenzará hoy a aplicar su verdadero plan económico. El que finalmente será plebiscitado dentro de dos años, en octubre de 2019. O al menos el Presidente lo intentará. Se considera en el oficialismo que, hasta aquí, el macrismo sólo pudo enderezar la nave, evitar una crisis terminal similar a la de 1989 y retomar el crecimiento. Y se reconoce que para lograr esto hubo un desfasaje de tiempo de no menos de seis meses, ya que la salida de la recesión debería haber comenzado en julio pasado en lugar del primer trimestre de este año. En definitiva, lo que se afirma, es que el 2018 será el despegue, en serio de la economía y de la aplicación total del plan económico del macrismo. Siempre sin dejar de lado el sello distintivo del gobierno: el gradualismo. 

Según los integrantes del gabinete económico que forman parte de su equipo, y que deberán comenzar a aplicar y defender el plan en los próximos 24 meses, habrá dos misiones de definición. La primera será la de convencer a los ciudadanos para que se abandone cualquier relación con el "liberalismo", "neoliberalismo" o similar. La segunda misión es que comience a relacionar a la propuesta macrista con una especie de desarrollismo emparentado y aggiornado con lo que entre 1958 y 1962 intentó llevar adelante Arturo Frondizi. Un "desarrollismo del siglo XXI" según los anhelos descriptivos de Macri y su equipo. 

Como le ocurrió a varios presidentes de la democracia (Néstor Kirchner fue el caso más claro), durante los primeros dos años de gestión; el jefe de Estado se dedicó a apagar los incendios más fuertes: salir del cepo, cerrar el juicio a los fondos buitre, abrir una economía bloqueada al mundo). Luego a tomar contacto con las realidad de la gestión diaria y a "aprender" como manejar los resortes de los mercados y, en lo que pudo (y lo dejaron sus propios errores de gestión como en el caso de las tarifas) avanzar en sus propias ideas y las de su equipo. Desde hoy, y con un importante respaldo en las urnas, Mauricio Macri contará con el respaldo político suficiente como para sentir que ahora la sociedad le dio un guiño para que avance en sus propias ideas para cambiar la realidad y plasmar lo que es su propio proyecto económico. Sin embargo, y a diferencia de alguno de sus antecesores (Carlos Menem y, otra vez, Néstor Kirchner), el macrismo tendrá un escollo importante: no contará con mayoría parlamentaria con lo que deberá, obligatoriamente, negociar con otras fuerzas políticas. Afines, y no tanto. 

La hipótesis del Gobierno es que se podrá negociar mejor con algunos de los legisladores actuales más otros que se sumarán al nuevo Congreso considerados "serios", siempre descartando al kirchnerismo en la intención. Suponen desde el oficialismo, que con diputados como Marcos Lavagna, Martín Lousteau, Jorge Sarghini, José Ignacio de Mendiguren y Diego Bossio, entre otros, se podrá comenzar un dialogo que termine en algún acuerdo programático. Y en manos levantadas en el momento de avanzar en las leyes consideradas clave. Se sabe que enfrente estarán Fernanda Vallejos y Axel Kicillof, entre otros, bombardeando cualquier tipo de negociación que pueda avanzar, y calificando un eventual acuerdo político como una especie de contubernio ajustador imposible de votar y digno de denunciar. En el medio estará la segura interna justicialista entre kirchneristas y "el resto" de la que el oficialismo querrá tomar ventaja legislativa. 

El listado de los desafíos económicos en los que Macri comenzará a avanzar desde hoy, y sobre los que se recordará su plan económico, no tendrá mayores sorpresas sobre lo que ya se conoce. 

Reforma impositiva. El proyecto final ya está redactado y se conocerá en noviembre. Ese mes ingresará al Congreso, comenzará su presentación oficial ante los sectores sociales interesados (cámaras empresarias, colegios de profesionales de ciencias económicas, tributaristas y sindicatos), para luego programar su debate y tratamiento legislativo en el primer semestre de 2018. EL gobierno tiene dos problemas serios con este tema considerado fundamental para poder crecer, en un país donde la presión impositiva se ubica entre un 45 y un 55% (dependiendo del sector que se analice), prácticamente sin presencia del sector público que responda a semejante absorción de fondos de los privados. El primer problema es el déficit fiscal mayor al 3% del PBI. El segundo el intento de la oposición de aplicar una especie de "Frankenstein" de reducción de ingresos en los impuestos que más se recaudan (IVA). La idea oficial es reducir dos tributos: el impuesto al cheque e ingresos brutos; además de una desburocratización general de la gestión fiscal. Pero subiendo otros ingresos. El debate que se vendrá es si se aplicará o no un impuesto a la renta financiera. 

Reforma laboral. En parte ya está en marcha e ingresó, tal como adelantó este diario, en su etapa de "marketing". Se sabe que se avanzará de manera sectorial comenzando por las empresas de la "Nueva Economía" y las "Tecnológicas" y que se buscará que otros rubros como el sistema financiero, el comercio y algunos rubros industriales como las automotrices ingresen en el proceso. No habrá reforma a la brasileña (liberación paulatina en las afiliaciones sindicales) pero si se buscará aplicar criterios de movilización y flexibilización en las condiciones de relación laboral entre la empresa y el empleado. contratos laborales para los jóvenes que se incorporen al mercado (subiendo de 3 a 6 los meses de pasantías), algún tipo de plan para ir reduciendo los subsidios laborales a medida que los beneficiarios de los planes vayan ingresando con eventuales mejoras en el nivel de presión de los aportes y cambios radicales en las leyes de despidos y de las ART. La idea es mejorar el "costo argentino" en el mercado laboral y "desmitificar" la idea que una flexibilización laboral sólo sirve para bombardear los derechos de los trabajadores.

Blanqueo laboral. Se discute hoy entre un "jubileo" pedido por la CGT y un simple "Plan de Pagos". Es un paso previo y complementario a la reforma laboral que impulsará el oficialismo luego del 22 de octubre. Entre el "ala política" y los responsables del manejo de la economía hay tensión sobre su alcance. Hay coincidencia plena en todas las áreas involucradas en que debe haber un blanqueo laboral amplio y generoso. El problema comienza cuando se evalúa el alcance de esa generosidad.

Para el "ala política" debe haber un "borrón y cuenta nueva" para todos los trabajadores que en los últimos años (incluso décadas) no tuvieron sus aportes al día o que directamente no registran ingresos tributarios por los privados en sus cuentas previsionales. Siguiendo la línea de lo que se propuso en la CGT, sería el blanqueo más beneficioso en la historia reciente. Incluso hay quien piensa en una especie de "jubileo". Otros funcionarios tienen sus reparos con semejante beneficio, y piensan en alguna multa, aunque sea mínima y simbólica, junto con un plan de pagos sin mayores presiones y extendido en el tiempo. 

Reforma del Comercio Exterior. El oficialismo quiere avanzar en el desmantelamiento paulatino de las retenciones a las exportaciones, una promesa electoral que cuesta implementar por la poca reacción de la recaudación. A cambio busca el macrismo ir reduciendo los niveles de subsidios a la producción industrial interna y mejorar la competitividad de la compra de bienes de producción y de tecnología. También se quiere avanzar en acuerdos de libre comercio con la Unión Europea (para Mauricio Macri es prioritario) y con los países del Pacífico. Nada de estos planes podría siquiera plantearse sin un acuerdo político que permita discutir con seriedad la estructura productiva del país para los próximos años. 

Subsidios a los servicios públicos. El Gobierno quiere dar por cerrado en 2018 el problema heredado de los retrasos en las actualizaciones de las tarifas y la falta de inversión en los servicios públicos nacionales. El problema para el oficialismo, es doble. Por un lado se asegura que el gasto en subsidiar tarifas públicas de electricidad, gas, agua, transporte y combustibles, pese a las mejoras aplicadas en los primeros dos años, sólo cubrieron el 30% del gasto público generado por el ítem subsidios; y que sólo se podrá avanzar en una definición terminal con un acuerdo político que se suscriba en el Congreso. El otro problema que comprendió el macrismo al llegar al poder es que sólo con un horizonte tarifario serio y a largo plazo habrá inversiones privadas en estos capítulos. Cualquier aporte de capitales depende de la capacidad de las empresas prestadoras de estos servicios de tomar dinero en los mercado de capitales locales o extranjeros, y ninguna de las compañías puede plantear hoy esta aventura financiera sin tener un escenario tarifario definido (hacia arriba obviamente) para no menos de 5 años hacia delante.

Lebacs al 20%. El Gobierno nacional tiene un sueño: que para comienzos de 2018 se esté hablando de una tasa de Lebac de 20%, en sintonía con una inflación esperada para todo el año de no más de 15%. Y si esto ocurre, que ya se pueda hablar de una economía en crecimiento con la ayuda del sistema financiero, hoy dos ítems divorciados. Y que, definitivamente, no se hable de la existencia real de la bicicleta financiera bautizada como "carry trade". La esperanza oficial es que antes de junio la perforación del 20% se convierta en una realidad. 

Inflación. El gobierno sabe que deberá esperar hasta abril para que el IPC que mide el INDEC mida un alza de los precios de un dígito. El alza de los servicios públicos y los combustibles impedirá que la situación sea diferente. Pero se confía que desde el segundo trimestre del 2018 la variable comience a estar dominada y que para el 2019, año de la potencial reelección de Mauricio Macri, la inflación sea de menos de 10% anual. 

Calificación. Se espera para el primer trimestre de 2018 que, finalmente, la calificación del mercado argentino pase de "frontera" a "emergente". Luego estaría en condiciones de recibir otro tipo de inversiones financieras, incluyendo fondos internacionales serios que hoy tienen vedado apostar en el país.

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