domingo, 2 de febrero de 2014

Tras los pasos de un "grupo de choque"

(La Nación) - En Retiro, varios patovicas protegían a los ambulantes; hoy operan en Once y en San Telmo

La terminal de Retiro fue, desde siempre, un ícono de la venta ilegal. Meses atrás, la fiscalía y el gobierno porteño erradicaron a los vendedores ambulantes y custodia la zona con algunos inspectores. Allí, en las veredas que van desde la terminal de ómnibus hasta las estaciones de trenes, la estructura de la organización que regenteaba la venta ambulante respondía a una formación de tipo piramidal, según sostiene la Justicia.

En el extremo superior de esa pirámide estaría un argentino que fue beneficiado con concesiones de locales en la zona de la terminal, y que lograba explotar a cientos de manteros que se abastecían de mercadería de una de las "saladitas" del barrio y de algunos locales linderos a la estación de trenes del San Martín.

En Retiro, los manteros cobran 150 pesos por 12 horas de trabajo durante el día, y 50 pesos aquellos que se quedan como serenos durante toda la noche. Muchos de los manteros vivían -y viven- en la villa 31. Y la mayoría también son peruanos. Los explotadores, argentinos.

Al organizador de Retiro lo suceden otros "jefes" de manteros, una suerte de mandos medios en el escalafón de la venta ilegal.

Algunos ya fueron juzgados con multas de hasta 40.000 pesos, como una mujer de nacionalidad peruana, llamada Rilma Pari Laime. Hoy, tras las modificaciones y puesta en valor de la zona, ya casi no hay venta ambulante en Retiro. Además de los jefes y manteros, en la zona de la Terminal de ómnibus solía operar un grupo de choque.

Estaba para enfrentar y resistir los operativos policiales de desalojo. En la Justicia, se dice, tienen casi la certeza de que el mismo grupo de patovicas ahora presta su servicio en la zona de Once y de San Telmo, donde también son convocados para repeler los operativos.

En las calles de Liniers la venta ilegal también da buenos dividendos. Ese es el polo más grande de la ciudad y muchos se abastecen en talleres clandestinos. Uno de los grupos estaría coordinado por dos primos extranjeros. La Justicia sospecha que tienen documentos falsos y que, además, venderían droga. Casi nada..

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