viernes, 6 de septiembre de 2013

Cada década, una crisis


Por Orlando J. Ferreres |  Para LA NACION
Lucio V. Mansilla, en1898, en su libro Rosas (edición de la Sociedad Impresora Americana, 1945) capítulo XV, escribió: " Parece ser una ley sociológica de la evolución transformista argentina que cada década, año más o menos, tenga lugar una crisis o explosión. Enumeremos: en 1810 la emancipación; en 1820 la guerra civil; en 1830 Rozas (sic); en 1840 los degüellos, en 1850 la alianza de Urquiza para derribar a Rozas (sic); en 1860 Pavón; en 1870 una revolución; en 1880 otra revolución; en 1890, la última revolución". Y se pregunta: "¿Habrán concluido los sacudimientos? "Yo creo que sí", se responde.

Pobre Lucio Mansilla, si hoy viviera podría comprobar que seguimos igual o peor, cada década, años más años menos, tenemos una crisis o una explosión. Está incorporado en el ADN argentino. Enumeremos los últimos 40 años: 1982, crisis de la deuda y maxidevaluación; 1989, hiperinflación; 2002, devaluación e hiperrecesión. ¿Y ahora? También nos preguntamos: "¿Habrán concluido los sacudimientos?" Y nos respondemos distinto que L. Mansilla: "No, se avecinan más problemas o sofocones". ¡Qué lastima y qué sufrimiento para todos, sufrimiento que podría evitarse!


No logran transformar en hechos la enorme potencialidad que tenemos. ¿A qué se debe este pernicioso comportamiento? Básicamente, al populismo político y económico que desde hace mucho ha predominado en nuestro país. Esos dirigentes sólo miran el corto plazo y la próxima elección, pero no el destino de grandeza del país. "Después de mí, que se arreglen los que vienen atrás, y si les va mal mejor", pueden pensar en su ceguera.

En las elecciones sólo gana el que más promete y aquel que no anuncia ningún problema, aquel que profetiza que todo se va a solucionar casi sin ningún esfuerzo. El pueblo, engañado, les vuelve a creer, y los vuelve a votar. Estamos "como ovejas sin pastor", pero cada vez más pobres, más subdesarrollados por decisión propia.

A pesar de que tenemos una producción agrícola de 100 millones de toneladas, que tenemos la segunda reserva de shale gas del mundo, la cuarta reserva de shale oil del mundo y uno de los más grandes mares territoriales repleto de extraordinaria riqueza piscícola. Es obvio que el problema son los dirigentes que no sólo no educan al soberano, al pueblo, sino que lo engañan permanentemente y no logran transformar en hechos la enorme potencialidad que tenemos.

El octavo territorio del mundo por extensión, con abundancia agrícola, con tantas reservas de energía y con tal potencialidad de pesca, no está entre los 10 primeros lugares del mundo, por ignorancia o por desidia de los dirigentes. Sindicalistas que "hacen la suya", una parte de los empresarios que son "extractivos o lobistas", políticos que fomentan la corrupción, son una combinación nefasta para el pueblo que cree y cree cada vez como un perro fiel que siempre está dispuesto a obedecer al que manda a pesar de no ser bien tratado.


Envidio a Lucio V. Mansilla cuando escribió alrededor de 1900 que para él se habían terminado los sacudones de cada década

Hoy, después de 10 años extraordinariamente buenos de viento de cola internacional, tenemos una inflación de 25% anual, que debemos financiar con emisión, que es la consecuencia del desenfrenado gasto público que el Gobierno generó. Tenemos un atraso cambiario ya insostenible que destruye a las Pymes de las economías regionales y nos obliga a poner un "cepo cambiario" y al control estricto de cada una de las importaciones, a pesar de lo cual seguimos perdiendo reservas. También tenemos una pobreza estructural.

Seguimos en default con el Club de París y tampoco hemos resuelto los juicios con los bonistas y perdemos en las instancias internacionales. Nuestras estadísticas han dejado de ser confiables porque se ha intervenido el Indec para publicar cifras convenientes, pero que no reflejan la realidad. Políticamente, siempre algún otro tiene la culpa. Los políticos en el poder no hacen una verdadera autocrítica para cambiar convenientemente sino que sólo se justifican con hechos

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