viernes, 7 de junio de 2013

Cristina y sus juguetes

Román Lejtman Periodista - Cronista.com

Agustín Rossi defendió al gobierno en todas sus batallas libradas en la Cámara de Diputados. Siempre fue leal y sólo pretendía renovar su banca de legislador en los próximos comicios. Pero los sondeos que manejaba Cristina Fernández de Kirchner anticipaban una derrota en Santa Fe, y la Presidenta no dudó: sacrificó a Rossi y lo nombró ministro de Defensa, un destino mediocre e inestable por la ausencia de planificación política y un fuerte prejuicio atávico del gobierno nacional.

La inseguridad es una crisis política que no disminuye sus índices y provoca muerte y desolación todos los días. Cristina Fernández conoce las estadísticas, pero su gobierno es tan gris que no hay experto o dirigente de peso que acepte integrar el gabinete nacional. Sólo queda rotar a funcionarios que ya demostraron incapacidad en la gestión y que enfrentan causas abiertas en los tribunales: asumió Arturo Puricelli como ministro de Seguridad, tras abandonar la cartera de Defensa. Durante su administración, se incautó la Fragata Libertad, se hundió el destructor Santísima Trinidad y falló en el abastecimiento de combustible en la base Marambio, que ayer soportaba una temperatura de doce grados bajo cero.

Con la caída del Muro de Berlín y la derrota de la Unión Soviética en la Guerra Fría, los organismos multilaterales sumaron peso geopolítico y prestigio como escenarios para dirimir conflictos y mejorar las relaciones diplomáticas. La Organización de Estados Americanos (OEA) siempre fue soslayada por Cristina, pese a su importancia continental y su influencia en litigios vinculados a los derechos humanos y la libertad de prensa. Nilda Garré fracasó en el Ministerio de Seguridad, y la Presidente decidió que su carrera política continuara en Washington como embajadora en la OEA. Cristina sorprende con su lógica de gobierno: un ministro derrotado por la gestión, es nombrado representante argentino en el organismo multilateral más importante de la región.

Los cambios de gabinete exhiben la sencillez del conjunto. La Presidente sacrifica alfiles leales y mueve simples peones para obtener una victoria en las elecciones de octubre. Esta obsesión política desnuda su estrategia de poder y nos pone a todos en peligro: prefiere reinar en la mediocridad, antes que reconocer los errores y enmendar la gestión cotidiana.

Encerrada en la Torre de Marfil, acostumbrada a la sonrisa de sus fieles, Cristina diseña batallas y bataholas que sólo fortalecen su estado anímico. No hay beneficio social cuando se critica a la Corte Suprema y se protege a empresarios incapaces de justificar su patrimonio. Isabel Perón portaba el apellido y creía que era intocable. Su mediocridad y arrogancia terminó con su gobierno, antes del golpe de estado que ejecutó a la democracia y causó dolor y tristeza.

Las elecciones sirven para medir el éxito de la gestión política. Y la gestión política funciona cuando se escucha a la gente y se gobierna con amplitud y sentido democrático. La sociedad y sus sueños no son un juguete en manos del poder. Y el poder se mantiene respetando esos sueños y actuando con inteligencia y criterio común. Los sueños de la Argentina no entran en 140 caracteres de un tuit. Avísenle a Cristina.

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