viernes, 9 de noviembre de 2012

Quien quiera oír, que oiga


Por Ricardo Roa - Diario Clarín

Cuesta encontrar en la historia argentina una movilización popular como la de ayer. Además de una multitud nunca vista, varias cosas más la hacen única. Se hizo a la misma hora en todo el país. No tuvo líderes ni oradores ni consignas partidarias.
Todo el mundo fue por sus propios medios . Cruzó todas las edades y pese a ser acusada de golpista, fue profundamente democrática: nada es tan democrático como la gente en la calle.
Es casi imposible hacer un cálculo preciso sobre el número de manifestantes. Pero si se suman todas las concentraciones y se las compara con las más grandes de los años recientes y no tan recientes, hubo más gente que en los cierres de campaña de Alfonsín y de Luder en el 83. Fue una convocatoria extraordinaria que no la hace mejor a las otras sino diferente .

Las consignas salieron de los mismos autoconvocados, directas y en pancartas caseras . A la gente la sublevan la inseguridad, la corrupción, las mentiras sobre la inflación, la soberbia y el afán de perpetuarse eternamente en el poder. Piden más democracia y respeto a la Justicia y a la Constitución.

No se vieron agresiones a la Presidenta, a diferencia del cacerolazo de septiembre. Sí, carteles con humor, como el que decía: “Cristina: dejá el micrófono y ponete los auriculares”. O el del juez al que siempre le tocan las causas contra el Gobierno: “Oyarbide, qué suerte que tenés para los sorteos. Jugá al Quini”.
Advertido, esta vez el Gobierno trabajó para que la convocatoria fracasara. Usó argumentos atemorizantes, como que estaba organizada por grupos de ultraderecha y que atrasan cuarenta años. Todo en línea con la “gente bien vestida” a la que “sólo le interesa Miami” de Abal Medina. Al fin, otra muestra de que el relato patina feo : hubo marchas en más lugares y con muchísima más gente.

Y tampoco pudo ocultarla como en septiembre, cuando la televisión oficial y paraoficial ignoraron olímpicamente la protesta. Claro que era demasiado pretender que fueran objetivos: alguno mostró la Plaza de Mayo vacía cuando los actos estaban en otros lados y otro tituló “Caos en el Tránsito” al pie de las marchas. Canal 7 omitió todo y al final envió a periodistas a provocar a los manifestantes : es la forma cómo entiende la libertad de prensa el kirchnerismo.

¿La Presidente es capaz de oír lo que pasó? Si nos guiamos por sus discursos, no hay lugar para la ilusión: “que nadie pretenda que yo me convierta en contradictoria con mis propias políticas”, proclamó. Nadie le pide eso: sólo que atienda los reclamos. Pero Cristina se ha hecho adicta a la irrealidad y no concibe otra forma de ver las cosas que la que ella tiene. Cree que todo anda bien y a la vez dice: “no voy a aflojar ni me van a vencer”. Eso de hablar de la última trinchera y sostener que todo anda fenómeno suena parecido a la esquizofrenia.

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