domingo, 25 de septiembre de 2011

El Plan Agroalimentario: un libro maravilloso

Por José Anchorena - Fundación Pensar Para el Cronista Comercial
Las metas las tienen en ese libro maravilloso. Así se refirió la Presidente al documento del Plan Estratégico Agroalimentario elaborado por el Ministerio de Agricultura. El documento es, en efecto, maravilloso: "inexplicable, mágico, que no obedece a leyes naturales". Primero, porque no se lo encuentra: no está, por ejemplo, en la página del ministerio. Esto no sería más que un pequeño desliz si no fuera un síntoma de una patología: la de anuncios grandilocuentes sin fundamentos como la disolución de la Oncca, el descubrimiento de gas natural, el tren bala, etc. Pero, sobre todo, las metas son maravillosas porque no tenemos ninguna referencia sobre cómo alcanzarlas.

Al mismo tiempo, esas metas son las de casi todos. Son las metas del Ejecutivo. Pero también son las metas de la Sociedad Rural y sus filiales provinciales; las de CRA, Coninagro y gran parte de la Federación Agraria; las de los grandes y pequeños productores; las de empresas locales y transnacionales del sector agroindustrial; las metas del INTA, de la fundación conservadora Producir Conservando y de la pujante fundación desarrollista FADA.

En disidencia puede estar Greenpeace, que puede pensar que expandir la frontera agrícola de 33 a 42 millones de hectáreas implicaría demasiado desmonte. O algún economista de retórica retro industrialista, quien puede inferir que 100 mil millones de dólares en exportaciones agroalimentarias sería la cristalización del denostado modelo agroexportador. En un mayor nivel de seriedad puede estar en disidencia algún investigador de IFEVA, quien puede inferir que aumentar la producción granaria de 100 a 160 millones de toneladas implicará un uso más intensivo de agroquímicos, riesgos de una menor biodiversidad y una disminución de los nutrientes de la tierra. Puede haber disidencias atendibles, pero las metas del plan son prácticamente las de todos.

Las diferencias están en las formas de lograr estas metas.
¿Cómo aumentar más la producción de trigo (meta de 57%) y maíz (más de 100%) que la de la soja (36%) si disminuye el precio relativo del maíz y el trigo por las restricciones arbitrarias e impredecibles a sus exportaciones? (Como bien señala Luciano Cohan en el blog ESC, es razonable atribuir a esas restricciones el aumento de la siembra de soja en detrimento de otros cultivos en los últimos cuatro años).
¿Cómo aumentarán el stock ganadero y las exportaciones cárnicas cuando han diezmado con los ROEs y otras medidas complementarias esa cadena de valor, sacando del mercado a miles de pequeños productores y varios frigoríficos?
¿Cómo aumentará la producción láctea si debido a medidas similares hoy se produce apenas lo mismo que en 1998? ¿Cómo inducirán la agregación de valor si las políticas llevadas a cabo hasta el presente sólo han disminuido el valor agregado promedio de las exportaciones?
¿Cómo se agregará valor si el crédito local (incluyendo el estatal) es casi nulo y no se hace nada para restablecer la confianza de los depositantes?

Para lograr esas metas hay que alargar los horizontes de planeamiento e inversión de todos los actores de la economía. Esto implica que los empresarios (que invierten en todo tipo de capital) y los trabajadores (que invierten en capital humano) puedan planificar a 10 ó 20 años. Toda medida por parte del Estado en esa dirección será un paso hacia el cumplimiento de las metas. Entre ellas, las principales son: bajar la inflación a un dígito; eliminar las restricciones a las exportaciones, las restricciones arbitrarias a la importación y los subsidios a empresas agroindustriales sin fundamentos de costo-beneficio; eliminar gradual y totalmente los derechos de exportación; abrir mercados externos, desarrollar el sistema financiero, invertir en infraestructura y fomentar la investigación en ciencias de la vida; y crear una nueva institucionalidad para el sector que implique que las políticas que lo afecten sean modificadas sólo si hay consensos entre el Ejecutivo, el Congreso y el sector privado.

El gobierno tiene metas para el sector agroindustrial y eso es un gran avance. Pero para alcanzar esas metas debe alargar los horizontes de planeamiento e inversión de los actores del sector y, lamentablemente, hasta ahora no ha hecho más que acortar esos horizontes. En la medida en que no revierta esa tendencia, las metas seguirán siendo sólo parte de un "libro maravilloso"; o, si se quiere, fantástico.

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